BAILANDO AL CAMINAR
Nunca pude sustraerme al encanto, y mi mirada ausente se recreaba mientras ella pasaba con sus andares y su canto.
Su cadencia era musical, casi podía oír la melodía quizás, que ella ni sentía de aquel dulce bacanal.
Eran suspiros en el aire, cadencias silentes y armoniosas. Eran de un jardín las rosas, y un derroche de donaire.
Un día aciago, no volvió, La farola cercana, aquella que tantas veces rodeó, mientras yo la contemplaba fue testigo de mi dolor. En ella até un crespón de luto, como humilde tributo, a la mujer que al caminar bailaba.
Miguel Carlos Poeta enamorado |