Carta rosa
Mi despertar fue entre pinturas y libros…
Los espíritus del aguardiente junto a los de otros licores,
todavía danzaban a mi alrededor;
entonces unos ojos me observaron desde unas
páginas entre abiertas al final de mis dedos ,
(dedos que tapaban la palabra Renoir).
Una imagen tuya se me presentó de pronto;
mientras un monstruo sonreía desde la pared. Me levanté…
Intenté devolver la eterna sonrisa de aquellos trazos unidos;
en el mismo momento que
pensaba escribirte; luego busqué una excusa que sea algo creíble,
ya que decir -tu imagen se me apareció entre ebriedad y arte-
me hizo dudar de tu reacción.
Sonreí de forma lenta,
cuando el movimiento ondulatorio y circular en donde yo era el eje se calmaba.
Así pude mover mi cabeza.
Ojos desorbitados, un torso desnudo que hacia recordar
(por su color) un tomate de árbol, una mesa llena de libros,
un estante con hojas sueltas, dientes grandes,
unos demonios juegan con la perfección
(demonios que eran un reflejo),
un buen insulto y un apretón de manos…
una despedida. Te envío un beso y un abrazo que no son simple cordialidad
de un saludo de cierre (además estos van acompañados con otros deseos).
Gracias mi querida lectora.
Hasta la próxima.