Soñé con una princesa de cuentos,
soñé con una mirada de ensueños.
Soñé con unos labios de fuego,
en inocente sonrisa reflejada en el espejo.
Dormí soñando, soñé despierto,
y tanto fue mi clamor,
mi estéril búsqueda acabada,
que Dios en su misericordia,
cual milagro de alborada,
me concedió mi deseo,
por tiempo quimera anhelada
que ni en mis mejores sueños,
ni en ilusiones tal vez olvidadas
soñé que serías tú, mi dulce amada.
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