EL SEÑOR TOPO ::
Todavía no había pasado una semana de la trágica muerte del caballero Langosta cuando doña Rata le dijo a Almendrita:
- Prepárate, que hoy tenemos la visita que un día te anuncié. La del vecino más rico que yo, ese que tiene una cueva con grandes y lujosos salones, y viste una magnífica piel de terciopelo.
Si quisiera casarse contigo, estarías bien, pues no te tendría muy atada, ya que no ve ni más acá ni más allá de sus narices. Cuéntale las historias más lindas que sepas y se divertirá mucho.
A pesar de las ventajas que destacaba la rata, Almendrita no tenía ningún deseo de casarse con el vecino, que era un topo. Este no tardó en presentarse.
Su conversación era monótona y soñolienta. No supo hablar de otro cosa que de sus riquezas y sus instrucción, diciendo pestes del sol y de las flores, pues nunca los había visto.
La niña cantó las mejores canciones que sabía, y el topo, encantado, se apresuró a pedirla en matrimonio. Interrogada Almendrita, manifestó que lo iba a pensar.
Deseando el topo resultar grato a sus vecinas, les dio permiso para que se pasearan por una gran bóveda subterránea que acababa de construir entre las dos viviendas, pero les advirtió que no debían asustarse de un pájaro muerto que iban a encontrar y que había quedado allí enterrado cuando empezó el invierno.
El primer día que la Rata y Almendrita resolvieron corresponder al ofrecimiento del topo, éste las fue guiando por su largo corredor, llevando entre los dientes un pedazo de madera vieja que brillaba como un fósforo. Al llegar al lugar donde estaba el pájaro muerto, levantó con su hocico una parte de la tierra del techo e hizo un agujero por el que penetró un rayo de sol, con lo que la niña pudo ver tendido en tierra el cuerpo yacente de una golondrina, espectáculo que le dio mucha lástima. El topo empujó brutalmente con las patas el cuerpo del pájaro y dijo:
- Ya no nos atormentará más los oídos. Estas criaturas, después de cantar como locas en verano, se mueren de hambre en el invierno. Afortunadamente, ninguno de mis hijos tendrá la desgracia de ser pájaro.
- ¡Muy bien dicho! - exclamó la Rata-. Con el canto no se para la olla.
Almendrita no dijo nada, pero en cuanto sus compañeros hubieron vuelto la espalda, se inclinó sobre la golondrina yacente y, separando las plumas que le cubrían la cabeza, le dio un beso en los ojos.
- A lo mejor es ese pajarito que cantaba tan graciosamente para mi este último verano - pensó -. ¡Pobrecito!... Te compadezco de todo corazón.
Una vez que hubo tapado el agujero, el topo obsequió a sus amigas con una merienda y luego las acompañó a su casa.