Si me dejara llevar por mi piel,
diría que quiero que ella regrese
para poder tomar su mano entre las mías,
para poder tocar su mejilla,
para rozar su nariz con mis labios.
Si me dejara llevar por mis notas,
diría que quiero tener un pretexto
para escribir palabras en verso,
palabras que sé que alguien leerá,
y no para mí mismo como creo que hago hoy.
Si me dejara llevar por mi historia,
diría que quiero a alguien,
simplemente a alguien, que esté conmigo,
alguien que rompa la maldición,
alguien que me haga sentir que soy
lo más importante en la vida de alguien.
Si me dejara llevar por el instinto carnal,
apagado ya tantos años,
diría que quiero a alguien simplemente
para poder contar algo esas noches
de preguntas indiscretas entre amigos,
diría que quiero su cuerpo,
ese cuerpo que sé que no es perfecto
y a la vez sí lo es,
ese cuerpo que ya más de una vez
he intentado imaginarme sin tener éxito.
Si me dejara llevar por mi orgullo,
diría que quiero demostrarme
que alguien es capaz de rendirse ante mí,
y que ella estuvo en un error al rectificar
lo que parecía su decisión definitiva.
Si me dejara llevar por mi cabeza,
diría que ya no quiero sufrir más,
que quiero una amiga
a quien poderle confesar mis dolores,
y que sepa que cuenta conmigo.
Si me dejo llevar por mis sentidos,
diría que la quiero tener junto a mi,
sin importar cómo,
porque el hecho de que mis ojos y mis oídos
la perciban pero mi tacto y mi olfato no,
hace que desprecie tan maravilloso milagro
como el de la vista y el oído.
Pero me dejo llevar por el corazón,
y éste aún no se decide.
Y entonces llega el momento de escribir
cosas bellas sobre ella y...
mi pluma ya la escuchó.
©Javier Ruiz
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