Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir,
a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros
y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada…
portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo
y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras
blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos eran los de un buscador,
quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción …
Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días".
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra.
Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar…
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado,
también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía
"Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas".
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto,
lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido,
sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó,
lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.