_Mutación_
La tenía atrapada. Seducida. Irresistiblemente enredada en mis hilos.
Ella invadió mi espacio y rozó con su voluptuosidad mi sensible aposento. Entonces atraída por la curiosidad buscó el contacto con mi carne y despertó en mí el deseo irrefrenable de poseerla.
No fue difícil el vínculo físico, solo esperar pacientemente. Esa curiosidad del principio se transformó en interés, placer por lo desconocido y yo... al acecho.
La noté algo indecisa o con cierto temor al irrumpir en aquel lugar húmedo y oscuro, pero ella no podía con su creciente ansiedad por penetrar en el misterio que le provocaba mi refugio.
Me imaginé tocando su piel suave, totalmente entregada a mis caricias.Yo sabía por instinto que debía hacerla feliz.
Por ahora me contentaba con tenerla cerca embriagándome con su olor humano cada vez más próxima de mi morada.
Por fin mostró señales de real acercamiento, les di un vistazo a mis redes. ¡Estaban perfectas!
Pronto daría lugar a la lujuría, al deseo y por fin el apareamiento.
La sentí cerca, muy cerca, las vibraciones de sus pasos me lo indicaban.
Su presencia perturbadora me enardecía y se produjo lo ansiado, lo esperado hasta el delirio. Ella apoyó sus delicadas manos en la maraña de seda, froté y besé sus finos dedos con febril locura.
La sangre roja, tibia, comezó a deslizarse por su carne.
La intensidad del dolor urticante la hizo gemir y yo aún eréctil sentí que había poseído a mi presa.
Testimonio de un Arácnido.
-Isabel Rizzo- julio de 2016