Querida amiga, nuestro otoño también está llegando.
Lentamente se deslucen nuestros encantos.
Como los árboles vamos perdiendo frescura y
apariencia. El tronco rugoso y firme nos mantendrá
en pie si hemos desarrollado suficientes raíces en
todas direcciones, enmarañándose, ampliando el área
de apoyo, de la base.
Se trata de un periodo de letargo. Una pausa
para desprenderse de lo inútil, para sopesar en la
quietud del bosque, qué abandonamos y qué nuevos
brotes surgirán; que otros sueños e ilusiones revivirán
nuestras ramas. Quizá sean menos numerosos
pero más intensos.
Sin esos renuevos, las ramas quedarían yermas
y se pierde el sostén porque las raíces renuncian
a trabajar en vano.
Mariví Amírola
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