Cuando mi hijo Josh tenía seis años, uno de sus amigos murió y él volvió a casa llorando.
-Cariño -le dije-, sé cómo te sientes. Pero es porque todavía eres un gusanito.
Aquello rompió su esquema. Entonces le expliqué que, cuando los gusanitos de seda se encierran en su capullo, parece como si se estuvieran muriendo.
-¿Pero qué les pasa, en realidad? –le pregunté.
-Se están convirtiendo en mariposas.
-Exactamente –respondí. Es el principio de una vida nueva. No puedes ver a tu amigo porque está volando por encima de ti, más fuerte y hermoso que nunca. A veces, tenemos que confiar en que Dios sabe cuándo es el momento de convertirnos en mariposas.
Anthony Robbins