Señor, en el silencio de este día que nace vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza. Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor; ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno. Ver detrás de las apariencias a tus hijos como los ves Tú mismo, para así, poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia. Que solo los pensamientos que bendigan permanezcan en mí. Quiero ser tan bien intencionado y justo, que todos los que se acerquen a mí, sientan tu presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, yo te refleje. Amén.
De nuevo aquí me tienes Jesús mío, Confuso y humillado ante tu altar. Sin saber que decirte ni que hablarte. Ansioso solamente de llorar. Vengo del mundo, vengo del combate, Cansado de sufrir y de luchar.
Traigo el alma llena de tristezas, Y hambriento el corazón de soledad. De esa soledad dulce, divina, Que alegra tu presencia celestial.
Donde el alma tan solo con mirarte, Te dice lo que quiere sin hablar. Mis miserias Señor aquí me traen, Mírame con ojos de piedad.
Soy el mismo de siempre, dueño mío, Un abismo infinito de maldad, Un triste pecador siempre caído, Que llora desconsolado su orfandad. Y gime bajo el peso de sus culpas, Y ansía recobrar su libertad.
Soy un alma sedienta de ventura, Un corazón que muere por amar. Y abrazarse a la llama inextinguible, Del fuego de tu eterna caridad.
Concédeme Señor que a ti me acerque, Permite que tus pies llegue a besar. Déjame que los riegue con mi llanto, Y sacie en ellos mi ardoroso afán.
Oh, que bien se está aquí mi dueño amado, Ante las gradas de tu santo altar. Bebiendo de la fuente de aguas vivas, Que brota de tu pecho sin cesar.
Quién pudiera vivir eternamente, En aquella divina soledad. Gozando de tu amor y tu hermosura, En un éxtasis dulcísimo de paz .
Ahora que no estoy en tiempo de alimentar ilusiones... Aguza mis sentidos para que perciba la belleza de la realidad. Ahora que las opciones fueron hechas y tantas puertas se cerraron definitivamente...
Dame la aceptación para que las renuncias no sean un fardo pesado de más. Ahora que la suma de errores derrumbó las jóvenes ilusiones de omnipotencia...
No me quites el ideal de continuar tratando de acertar. Ahora que tantos desengaños, tantas incomprensiones, repitieron lecciones de escepticismo... Conserva mi buena fe y mi disponibilidad frente a los demás.
Ahora que las fuerzas de mi cuerpo comienzan a fallar... Alerta a mi espíritu, líbrame del comodismo, recobra mi voluntad. Ahora que ya aprendí la precariedad de tantas cosas, las limitaciones de todas las luchas, las proporciones de nuestra pequeñez...
¡Apártame del desánimo!
Ahora que ya alcancé el punto de perspectiva que me da la exacta visión de lo poco que soy... Líbrame de la defensa fácil de colocarme viseras. ¡Ayúdame a envejecer con la apertura de los valientes que soportan revisiones hasta la hora de la muerte!
Ahora que aumenta el círculo de criaturas que miran y esperan alguna cosa de mí... ¡Dame un poco de sabiduría, enséñame la palabra exacta! ¡Inspírame el gesto exacto, encamina mi actitud!
Ahora que perdí la bendita ceguera de la juventud y solo puedo amar de ojos abiertos... ¡Redobla mi comprensión, ayúdame a superar las penas, protégeme de la amargura!
¡Dios, padre mío, Concédeme la gracia de no caer en la desilusión! De no llorar lo pasado! De continuar libremente! De no perder el ánimo de envejecer joven! Y, si es posible, llegar a la muerte con mucha reserva de amor en el corazón!!!