Algunas Conclusiones
Las conclusiones que se pueden sacar de lo que se ha considerado hasta ahora se pueden resumir como sigue:
1. El hombre vive en un universo ordenado de causa y efecto, y debe aceptar sus consecuencias; y desde que el pecado entró en la vida humana estas deben incluir el sufrimiento. Sin embargo, el sufrimiento tal vez no esté relacionado directamente con el pecado del sufriente, pero puede ser el resultado de las acciones de generaciones anteriores.
2. Al mismo tiempo, el universo es de un Dios de sabiduría y amor que puede guiar y controlar el sufrimiento de aquellos que lo buscan a fin de llevarlos a un conocimiento más profundo de él.
Una Disciplina Divina
Es a la luz de esta última conclusión que podemos entender un pasaje en la Carta a los Hebreos, basado en un dicho del Libro de los Proverbios:
“Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas” (Hebreos 12:5-12; Proverbios 3:11-12).
Leído en su contexto, el pasaje se explica solo. El sufrimiento y las pérdidas son comunes al hombre, pero para los hijos de Dios estas están dirigidas por su Padre Celestial como una disciplina espiritual, y como tal son la expresión de su amor.
¿Sufre Dios?
Una etapa más se puede alcanzar en el entendimiento del sufrimiento. Es que Dios mismo está involucrado en el sufrimiento del hombre, porque por causa de su amor él dio a su propio Hijo para que muriera por ellos, lo que le hizo sufrir a él también. Jesús era totalmente inocente, no contaminado por el pecado de ninguna clase, no obstante voluntariamente puso su vida, sufriendo injusticia y crueldad por amor a sus amigos:
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:14-17).
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Incluso Dios no podía tener mayor amor que dar a su amado Hijo al sufrimiento de la cruz para la redención de los hombres.
Por lo tanto, es cierto decir que incluso Dios sufre, y así se puede entender el dicho del profeta referente a la relación de Dios con Israel:
“En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó” (Isaías 63:9; véase también Jueces 2:16).
¿Por Qué no Interviene Dios?
El Dios de Israel no es una Primera Causa remota e impasible; su Espíritu Santo puede afligirse, puede conmoverse con ferviente compasión. Él puede amar con un amor eterno. Todas estas son expresiones bíblicas, y revelan a Dios como la Personalidad suprema que, por su santa trascendencia, puede entrar en la vida de hombres y mujeres que él ha creado.
A menudo la gente pregunta: ¿Por qué no interviene Dios para detener el sufrimiento; para poner fin a las guerras, para eliminar las enfermedades, etc.? Por supuesto, Dios efectivamente interviene en los asuntos humanos; muchas veces ha mostrado su poder en la historia. Pero hay un límite para esta intervención; le ha permitido al hombre el libre albedrío, y le permite que use ese libre albedrío para bien o para mal.
Dios intervino en la historia de su pueblo escogido, Israel, y les dio oportunidades especiales para que lo adoraran a él y sean sus testigos. Él les confió su revelación y las promesas y profecías de un venidero Mesías.
Dios Envió a su Hijo
Así fue que, aproximadamente 2000 años atrás, Dios intervino en la vida e historia del hombre dando a su Hijo Jesucristo para que participe del sufrimiento humano al máximo a fin de llevar a cabo la redención del pecado y de la muerte. Cristo vino y tomó sobre sí la vida y naturaleza del hombre; compartió nuestra experiencia y soportó las tentaciones internas y las aflicciones externas que son la herencia común de todo el género humano:
“Porque convenía a aquel [... perfeccionar] por aflicciones al autor de la salvación de ellos [...]. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:10-18).
“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8).
Al aceptar el sufrimiento en obediencia a la voluntad de Dios él lo elevó a un nuevo plano, y ya no lo mostró más como el más grande de los males, sino como un medio para un fin; porque por el sufrimiento, en su perfecta obediencia a Dios, él venció el poder del pecado en la naturaleza humana, y así hizo posible la resurrección de los muertos a vida eterna con el Padre. En esto él obtuvo la perfección, una fe examinada y puesta a prueba, la obediencia en su plenitud, totalidad en el amor de Dios y en el servicio del hombre—un ejemplo para todos sus seguidores.
Perfecto Por Medio del Sufrimiento
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:21-24).
Y “habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9). Él es el autor, la fuente, la causa de una salvación que los hombres no pueden lograr por sí mismos, ya que por causa de su sacrificio aquellos que vengan a él en busca de vida son aceptados por la gracia de Dios como miembros de Cristo. Y así, como Cristo resucitó al tercer día, hay una resurrección espiritual a nueva vida para aquellos que se bautizan en él, y la esperanza de la resurrección física y un cambio a la inmortalidad en el día en que él regrese.
“Participantes de la Naturaleza Divina”
Si hombres y mujeres habían de llegar a ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4), levantados del pecado a un nivel donde verdaderamente podían conocer a Dios, disfrutar de comunión eterna con él y compartir su vida incorruptible, entonces sólo Dios sabía cómo se podía alcanzar esto en forma compatible con su propia majestuosa santidad. Era una condición que requería que diera a su Hijo para que muriera en la cruz.
Entonces, si Dios sufrió, y si, en obediencia al Padre, Cristo sufrió hasta la muerte, todo el problema del sufrimiento del hombre se eleva a un nuevo nivel. Sin fe en Dios, el sufrimiento es un mal que se debe soportar. Con fe, y el ejemplo del Hijo de Dios, el sufrimiento puede purificar y ennoblecer, y ser un medio por el cual Dios acerca más al sufriente a su presencia. El castigo del Señor puede ser en verdad una educación divina.
Todas las Cosas Nuevas
Si el Hijo de Dios sufrió, ¿pueden esperar los hombres ser una excepción? Pero más allá del sufrimiento estaba la resurrección, y más allá de la resurrección vendrá el reino de Dios cuando Cristo vendrá a reinar, tomando para sí a aquellos que ya se han comprometido como seguidores suyos.
Esta vez el establecimiento del reino está muy cerca. Pero las propias palabras del Señor y muchas otras profecías dejan en claro que la venida de Cristo será precedida por una gran tribulación para el mundo, y sin duda también para sus discípulos:
“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueren acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21, 22).
Pero cuando aparezca el Señor Jesucristo, él purificará la tierra de todo mal, quitará todo pecado y egoísmo, eliminará las enfermedades—y finalmente pondrá fin a la muerte. Reinará para Dios y quitará el sufrimiento para siempre. Entonces se cumplirán las palabras que oyó el apóstol Juan en Patmos:
“Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron, y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:3-5).
Para aquellos que responden al llamado del amor de Dios, el camino del sufrimiento puede ser el camino de la vida, y ese es el propósito último de la existencia del sufrimiento en el mundo. El llamado aún está vigente; aún hay oportunidad para todos los que están buscando la esperanza más allá de este mundo impío actual, para encontrarla en las ‘buenas nuevas’ del evangelio.
No es infrecuente oír la sugerencia de que el perdón viene tan pronto como creemos, en otras palabras, sin el bautismo. Sabemos con certeza que eso no es cierto. Saulo de Tarso aprehendido por Jesús mientras aquel viajaba a Damasco donde se proponía perseguir a los cristianos. El Camino de Damasco ha llegado a ser un símbolo de la conversión y, erróneamente, para el perdón de los pecados. A Saulo no se le perdonaron sus pecados en ese camino, y en las Escrituras se nos enseña que tres días después él todavía tenía sus pecados. No fue sino hasta que fue bautizado que sus pecados fueron perdonados:
“¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados” (Hechos 22:16).
El perdón viene sólo por la muerte de Cristo. Se nos ha dicho que cuando creemos y somos bautizados, verdaderamente quedamos unidos a la muerte de Cristo. Es claro que cuando Felipe el evangelista predicó al eunuco etíope acerca de Cristo, él predicó todo acerca de Cristo y acerca del bautismo porque el etíope exclamó de repente: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36). Para nosotros el mensaje es sencillo y claro: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16).
Su Crisis y la Cruz
Tarde o temprano todos llegamos a la crisis. Para muchos, lamentablemente, es la crisis de la muerte, por no haber creído en el Señor Jesucristo y su poderosa obra salvadora y futuro glorioso. Para Ud., no tiene por qué ser así. Su futuro está ahora en sus manos porque la obra de Cristo lo ha colocado ahí. Su crisis es decidir si lo que ocurrió en Jerusalén alrededor de 2000 años atrás es la respuesta de Dios al dilema humano. Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Eso todavía es cierto, y siempre lo será.
La vida sin Cristo termina en una muerte cierta y desesperanzada. ¿Por qué aferrarse a eso? Es como rechazar el salvavidas cuando uno está hundiéndose en el océano. Dios quiere salvarnos por medio de Cristo y darnos vida eterna en su reino aquí en la tierra cuando él regrese a la tierra. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad dorada?
Jesús nos indica el camino:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24-25).
Para aquellos que creen estas cosas y se bautizan, y prometen caminar en las pisadas de Cristo, la crisis ha pasado. Los pecados son perdonados y entonces podemos caminar por el camino de Cristo a vida eterna.
¡Qué gloriosos futuro! Aférrese a él con toda su fuerza y camine con Jesús.
H.T.
http://www.bereans.org/espanol/Sufrimiento.htm