Saulo era un fariseo de Tarso, de oficio tejedor de lonas. Era de una familia adinerada, tenía la ciudadanía romana y amistades (quizás hasta parentesco) con algunos personajes influyentes de Jerusalén. Asimismo se había criado en Tarso, una importante encrucijada de caminos de paso obligado para todo el que quisiera viajar entre Asia y Europa.
Había acudido a Jerusalén a aprender en la escuela del famoso Gamaliel cuando se vio sorprendido por las predicaciones de los nazoreos. Saulo no había llegado a conocer a Jesús, nada sabía de su ministerio ni de su muerte y resurrección. Tampoco conocía con detalle la historia reciente de Jerusalén. Pero lo que sí sabía era que esos nazoreos eran todo lo contrario de lo que él era.
Allí donde él era capaz de relacionarse por cuestiones económicas y hasta sociales con griegos, romanos y otros gentiles, los nazoreos abominaban de cualquier tipo de relación con los incircuncisos. Allí donde Saulo era capaz de adaptarse a las costumbres de las gentes y ciudades que visitaba, los nazoreos eran intransigentes en sus costumbres, incapaces de perdonar la más ridícula de las transgresiones a la ley.
Saulo chocó de inmediato con los nazoreos hasta el punto de que llegaba a odiar el hecho de que se presentasen en el templo a predicar sus mentiras, y durante varias semanas acudió allí para rebatir sus patrañas mientras el odio en su interior iba creciendo.
Un día (principios del 37) llegó a incitar a los judíos que estaban en el templo para echar de allí a los nazoreos, acto que realizaron provocando la muerte de Esteban y varias heridas de gravedad en Santiago.
Santiago abandonó Jerusalén mientras se recuperaba de sus heridas y los demás discípulos de Jesús se mantuvieron a la expectativa de lo que ocurriese.
Apoyado por sus amigos del sanedrín, que de una forma tan inesperada habían encontrado un aliado tan formidable, Saulo se convirtió en defensor de la ortodoxia judía representada por el sanedrín, iniciando una campaña de persecución de los nazoreos, campaña en la que el sumo sacerdote y el sanedrín le dieron un fuerte apoyo. Esto no hubiera sido posible bajo el control de los romanos, pero destituido Pilato y estando Vitelio organizando las tropas para sofocar una rebelión de los nabateos contra Herodes Antipas, Jonatán, el sumo sacerdote del sanedrín tenía una cierta libertad para actuar impunemente.
Los activistas nazoreos empezaron a dispersarse en todas direcciones y Saulo consiguió cartas de presentación de Jonatán autorizándolo a perseguir a los nazoreos en Damasco, donde creía que había ido Pedro a refugiarse.
Algunos historiadores afirman que la Damasco a la que Saulo se dirigió no podía ser la Damasco siria ya que Jonatán no tenía jurisdicción más que en Judea y enviar un grupo de alborotadores a una ciudad siria hubiera sido políticamente impensable.
Quienes así piensan suponen que, o bien existía otra Damasco, algunos apuntan a Qumram, cuyo nombre de aquella época es desconocido, o todo se debe a un error de traducción que posteriormente fue asumido en el resto de los documentos históricos de esa época.
Por otro lado, Damasco en ese momento estaba ocupada por Aretas, rey de los nabateos, contra los cuales Vitelio y Herodes Antipas estaban intentando organizar un ejército.
¿No sería posible que el objetivo de Saulo no fuera Damasco, sino las ciudades que a mitad de camino entre el mar de Galilea y Damasco eran el refugio de varias comunidades nazoreas?
En tal caso Saulo no se dirigiría a Damasco, pero sí estaría viajando por el "Camino de Damasco" cuando fue interrumpido su viaje.
Antes de su partida hacia Damasco, Saulo fue a despedirse de su maestro Gamaliel y éste, que había sido testigo de parte de la vida de Jesús y respetaba profundamente a Santiago, el jefe de los nazoreos, le recriminó la lucha que había emprendido que calificó de abominación a los ojos de Yavé.
Ante las recriminaciones de su maestro, Saulo se sintió perdido en un mar de dudas. Emprendió el camino a Damasco dirigiendo a un grupo de hombres que le debían ayudar en su empresa pero las dudas le atormentaban y se preguntaba si estaba haciendo lo correcto.
Mientras tanto Gamaliel había mandado aviso a los nazoreos informándoles de la misión de Saulo. El mensaje adelantó a Saulo y cuando éste llegó a su destino le estaban esperando.
Pero Saulo llegó solo.
A mitad de camino Saulo había despedido a sus hombres enviándolos de regreso a Jerusalén y había seguido su camino en solitario. No descansó ni se detuvo para comer y, cuando llegó, los nazoreos vieron a un hombre sucio, agotado y hambriento que solicitaba humildemente ser enseñado y recibido por la comunidad.
Cuando Vitelio regresó a Jerusalén en la Pascua del 37 y examinó las acciones que Jonatán había realizado, lo destituyó de inmediato nombrando a su hermano Teófilo como Sumo Sacerdote. Este nombramiento lo acompañó con la advertencia de que no toleraría actividades como las que había fomentado Jonatán y eso hizo que los siguientes años fueran relativamente tranquilos para los nazoreos dándoles ocasión de organizarse y afianzar su influencia en todas las ciudades por las que se habían extendido. Pedro en particular predicó en Cesárea y Joppe y otros muchos judíos que se convirtieron llevaron el mensaje de la resurrección de Jesús hacia diversas poblaciones de Chipre y Turquía.
Al finalizar los tres años de aprendizaje que exigía su ingreso en la comunidad nazorea, Saulo, como miembro de pleno derecho, regresó a Jerusalén e intentó presentarse a otros miembros de la comunidad, pero recordando los desmanes que había cometido, sólo Pedro y Santiago accedieron a entrevistarse con él.
Sin desalentarse, Saulo comenzó a predicar cerca del templo pero aquellos que le conocían de años atrás como perseguidor de los nazoreos intentaron matarlo. En parte para protegerlo y en parte para librarse de tan incómodo como notorio personaje, Santiago lo envió a su ciudad natal, Tarso.
Saulo no se dejó engañar, sabía que Santiago le había enviado lejos de Judea con el fin de quitárselo de en medio, pero recién ingresado en la secta nazorea, Saulo obedeció a su superior y se consoló pensando que, aunque lejos de Judea tal vez aún podría ser útil a Yavé.
Durante cinco años Saulo permaneció en Tarso haciendo periódicas visitas a ciudades vecinas. Y en estos cinco años Saulo se dio cuenta de varios detalles.
Cilicia tenía muchas similitudes con Judea, las caravanas eran muy frecuentes, continuamente había gente de paso de muchos reinos y los romanos gobernaban con mano dura a los habitantes.
Pero en Judea la mayor parte de los residentes eran judíos que odiaban a los romanos dominadores y que confabulaban contra distintas facciones para quitarse el poder las unas a las otras.
En Cilicia, en cambio, los judíos eran minoría y los habitantes de la región no se preocupaban por estar dominados por los romanos mientras el comercio siguiese trayendo dinero a sus puertas.
El ambiente era, pues, más distendido y aunque también se producían disturbios de vez en cuando nadie, ni siquiera los judíos de Cilicia, querían que se fueran los romanos.
Al predicar a los judíos de su tierra, Saulo notó que a éstos les interesaban las noticias de Judea, y se emocionaban cuando oían la historia de Jesús, pero esto no se traducía en el odio visceral a los romanos que caracterizaba a los judíos de Jerusalén, sino que el objeto de ese odio era la casta sacerdotal de los saduceos que habían provocado la muerte de Jesús.
Así pues, cada vez que contaba la muerte y resurrección de Jesús minimizaba la culpa de Pilato y exageraba la maldad de los saduceos.
Y otra cosa que notó fue que no sólo los judíos estaban interesados en esta historia. Con el tiempo se llegó a dar cuenta de que también los gentiles sentían curiosidad por ella y que la doctrina de la resurrección, aunque resultara nueva para ellos, les atraía poderosamente.
Poco a poco, de manera tan imperceptible que ni él mismo llegó a darse cuenta, sus enseñanzas se centraban más y más en la figura de Jesús y en su resurrección, y atrajo la atención de muchos judíos y gentiles.
No era Saulo el único que predicó a los gentiles, hubo otros que también lo hicieron en Antioquía y los dirigentes nazoreos enviaron a Bernabé con el fin de verificar que la conversión de los gentiles se realizase de forma adecuada. Teniendo que comunicarse con muchos judíos helenizados, Bernabé pensó que Saulo podría ayudarle en su tarea, por lo que acudió a Tarso a buscarlo.
Durante un año de trabajo en Antioquía, Bernabé vio que las predicaciones de Saulo llegaban a más gentes que las suyas y se dio cuenta de que él mismo empezaba a incorporar en sus discursos diversos elementos de los discursos de Saulo. Y uno de los elementos que desarrollaron en gran medida fue la predicación en griego. Si hasta entonces habían predicado siempre a los judíos y a unos pocos gentiles que sentían curiosidad, ahora, aunque seguían predicando a los judíos, había muchas ocasiones en que su mensaje iba exclusivamente dirigido a los gentiles, y en esos casos usaban mayoritariamente el idioma griego.
Otro elemento que Bernabé tomó del discurso de Saulo fue la interpretación que éste daba al mesianismo de Jesús. Jesús era el Mesías pero para los nazoreos esa palabra significa el Ungido, es decir, el que ha recibido los óleos santos en reconocimiento a su ascendencia sacerdotal y real.
Los nazoreos, sin embargo, seguían esperando no sólo un Mesías, sino El Mesías Salvador que los liberaría del yugo de los romanos. Debido a su resurrección los nazoreos tenían claro que Jesús era el Mesías Salvador.
Al traducir el mensaje al griego, el idioma de la mayoría de los viajeros que había en Antioquía, Saulo y Bernabé usaron la palabra que significaba consagrado: Kristos.
Y así nació la denominación con la que se conocerían desde entonces los creyentes en Jesús: los cristianos.
Mientras los nazoreos predicaban un Jesús asesinado por los romanos, que había resucitado, y que pronto regresaría como mesías libertador que los rescataría del yugo romano, Saulo hablaba de un Jesús asesinado por los saduceos, que era un mesías que YA los había liberado del pecado con su muerte y resurrección.
El discurso nazoreo estaba orientado a conseguir ayuda y financiar la futura revolución que los liberaría de los romanos, siendo bien recibido por los judíos de Judea, algo menos por los judíos del imperio romano, y bastante menos por los gentiles de otras naciones del imperio.
El discurso paulino rompía varios moldes y abría las puertas de la esperanza para los pobres y los oprimidos que si se mantenían en la fe de Jesús como mesías salvador alcanzarían la gloria en el reino de los cielos.
Para Saulo, lo más importante era creer que Jesús era el mesías, no un mesías que había fracasado en su intento de libertarlos de los romanos, sino un mesías que había triunfado sobre la muerte y que era la salvación de todos los que creyesen en él.
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