El calendario juliano es el antecesor del calendario gregoriano y se basa en el movimiento aparente del sol para medir el tiempo. Desde su implantación en el 46 a. C., se adoptó gradualmente en los países europeos y sus colonias hasta la implantación de la reforma gregoriana, del Papa Gregorio XIII, en 1582. Sin embargo, en los países de religión ortodoxa se mantuvo hasta principios del siglo XX: en Bulgaria hasta 1916, en Rusia hasta 1918, en Rumanía hasta 1919 y en Grecia hasta 1923. A pesar de que en sus países el calendario gregoriano es el oficial, hoy en día las iglesias ortodoxas, excepto la de Finlandia, siguen utilizando el calendario juliano, o modificaciones de él diferentes al calendario gregoriano, para su liturgia.
[editar] Antecedentes
Originariamente, en muchas culturas antiguas se utilizaba el calendario lunar para contar el tiempo. Las evidencias históricas más antiguas indican que el primer calendario solar fue creado en el Antiguo Egipto, a principios del tercer milenio a.C.; surgió de la necesidad de predecir con exactitud el momento del inicio de la crecida del río Nilo, que tiene una periodicidad anual, acontecimiento fundamental en una sociedad que vivía de la agricultura. Este calendario tenía un año de 365 días, dividido en tres estaciones, meses de 30 días y decanos de diez días.
Los pueblos romanos primitivos tenían diferentes calendarios lunares, cada uno con su propio número de meses, su propia duración del año y de los meses, por ejemplo, los habitantes de Alba Longa tenían un calendario de 10 meses, de 18 a 36 días cada mes; los de Labinia tenían otro de 374 días distribuido en 13 meses; los etruscos tenían meses basados en la luna llena.
Ningún calendario romano contaba las semanas.
[editar] Calendario romano
Finalmente se acordó usar un calendario común de 304 días distribuidos en 10 meses (6 meses de 30 días y 4 de 31 días). Pero éste tenía desfases de tiempo y los pontífices paganos lo reajustaban anualmente en el último mes. Los reajustes se hacían con criterios políticos, pero no astronómicos, como determinar el día de pagar a la servidumbre, y se hacía mal uso del reajuste, para prorrogar cargo de un funcionario, adelantar o retrasar votaciones.
El año empezaba a finales de marzo (martius, de Marte, dios de la guerra) que era el primer mes de primavera, cuando se decidían las campañas militares del año. Los meses iban desde martius hasta februarius, en este orden:
- Martius: mes de Marte, dios de la guerra
- Aprilis: mes de apertura de flores (por la primavera, en el hemisferio norte)
- Maius: mes de Maia, diosa de la abundancia
- Junius: mes de Juno, diosa del hogar y la familia
- Quintilis: mes quinto
- Sextilis: mes sexto
- September: mes séptimo
- October: mes octavo
- November: mes noveno
- December: mes décimo
- Januarius: mes de Jano, dios de los portales
- Februarius: mes de las hogueras purificatorias (februa)
Los reajustes no evitaron el desfase de tiempo y sucedió que el invierno fuera fechado en el otoño astronómico. Julio César terminó con el desfase ordenando una reforma en el calendario romano.
Según Plutarco, fue el rey Numa –el sucesor de Rómulo– quien cambió el calendario de 10 a 12 meses, poniendo como primer mes del año a enero en lugar de marzo. También, comenta que abril procede de la diosa Afrodita, mientras que mayo de la diosa Maia, madre de Mercurio.
[editar] Elaboración del calendario juliano
Sosígenes de Alejandría tenía conocimiento de la fallida reforma de Cánope al calendario egipcio, sucedida dos siglos atrás, y colaboró con Julio César para adoptar esa vieja reforma al calendario romano e implantarla como un nuevo calendario. Esta adaptación fechaba las estaciones y sus fiestas romanas correspondientes concordando con el momento astronómico en el que sucedían.
El nuevo calendario se implantó en el año 46 a. C. con el nombre de «Julius» y mucho después de «Juliano», en honor a Julio César. Únicamente en ese año, se contaron 445 días, en vez de los 365 normales, para corregir los desfases del calendario anterior, y se lo llamó «el último año de la confusión». Para ello, se agregaron dos meses, entre noviembre y diciembre, uno de 33 días y otro de 34, además del mes intercalado en febrero.
Desde 44 a. C. se acordó que todos los años constaran de 365 días, y cada cuatro años se contarían 366. Estos años se llamarían «años bisiestos», porque en ellos añadían un 24 de febrero. Según el cómputo del tiempo, el 24 de febrero se llamaba «día sexto» antes de las kalendas de marzo (ante diem sextum kalendas martias), de manera que el 24 de marzo repetido se llamaría «bis sextum» (de ahí la palabra «bisiesto»).
Pero en el año 44 a. C. los pontífices paganos decidieron considerar años bisiestos cada tres años ordinarios, en vez de cada cuatro. Tiempo después, se dieron cuenta del desfase provocado hasta el año 10 a. C. y se corrigió en el 8 d. C. por orden de César Augusto, quién ordenó excluir el día adicional de cada año bisiesto, durante 36 años, es decir, hasta el año 44 d. C.
Por lo anterior, el calendario juliano consideraba que el año trópico estaba constituido por 365,25 días, mientras que la cifra correcta es de 365,242189, es decir, 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. Esos más de 11 minutos contados adicionalmente a cada año habían supuesto en los 1257 años que mediaban entre 325 y 1582, un error acumulado de aproximadamente 10 días, por lo cual se instauró el calendario gregoriano.[1]
[editar] Desarrollo del calendario juliano
El año 153 a. C. se toma como inicio del año el 1 de enero, en lugar del tradicional 1 de marzo, para poder planear las campañas del año con tiempo debido a las Guerras Celtibéricas que se estaban desarrollando en la Península Ibérica y los problemas que estaba causando la conquista y asedio de Numancia. Consta de 365 días divididos en 12 meses, excepto los años bisiestos que tienen 366 días, y añaden un día adicional al mes de febrero. El calendario juliano cuenta como bisiestos uno de cada cuatro años, incluso los seculares. Con este calendario se comete un error de 3 días cada 400 años.
La manera de contar los días siguió la tradición romana hasta que los visigodos introdujeron la costumbre de numerar los días, que no sería oficial hasta que la adoptó Carlomagno. No obstante, hasta bien entrada la Edad Moderna, la manera de referirse a un día concreto era aludiendo al santo que se conmemoraba. Así, por ejemplo, era muy común encontrar expresiones como «llegamos el día de san Froilán».
[editar] La distribución de los meses y días en el mundo clásico
- Mártium (31 días)
- April (30)
- Máium (31)
- Júnium (30)
- Quintil (30)
- Sextil (30)
- Septémber (30)
- Octóber (31)
- Novémber (30)
- Decémber (31)
- Januárium (31)
- Februárium (30) (31 en los años bisiestos)
[editar] La distribución de los meses y días en la actualidad
- Januárium (31 días)
- Februárium (28) (29 en los años bisiestos)
- Mártium (31)
- April (30)
- Máium (31)
- Júnium (30)
- Júlium (31)
- Augústum (31)
- Septémber (30)
- Octóber (31)
- Novémber (30)
- Decémber (31)
[editar] ¿Por qué se lo llama «juliano»?
El nombre de «calendario juliano» procede de Julio César, en honor al cual se adoptó el nombre de «Julio», primero, y «juliano», después, para designar el calendario establecido bajo su consulado.
[editar] El origen de julio y agosto
- En el año 44 a. C., por iniciativa de Marco Antonio, y para halagar la vanidad de Julio César, el mes de Quintil —el cual duraba antes 30 días—, fue renombrado Júlium —de donde se desprende la forma castellana julio
- Y en el año 23 a. C., por iniciativa del Senado Romano, y para halagar la vanidad de Octavio Augusto, el mes de Sextil —el cual duraba antes 30 días—, fue renombrado Augústum —de donde se desprende la forma castellana agosto—, y se agregó a éste un día 31, el cual fue substraído de febrero —el cual duraba entonces 29 días, y desde entonces se quedó con sólo 28—.
Debido a estas series de ajustes, febrero es el único mes del calendario con 28 días, mientras los otros 11 muestran cierta alternancia entre 30 y 31. Y para mantener esta alternancia, y evitar que tres meses seguidos durasen 31 días, septiembre pasó a tener 30 días, octubre 31, noviembre 30 y diciembre 31.
Cuando a Tiberio se le planteó la idea continuar la práctica, dando a su vez su nombre a septiembre, éste desestimó la idea de darle seguimiento a esta práctica, al externar sus dudas sobre qué ocurriría cuando ya se hubiese reasignado nuevos nombres a todos los meses.
[editar] Implantación de la semana
En el año 321 d. C., el emperador Constantino I el Grande implantó la semana de siete días, copiada del calendario lunar de los mesopotámicos, los cuales establecieron la semana de siete días basándose en los planetas (incluidos el sol y la luna) que se podían observar desde la tierra: domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. Esta división de la semana en siete días, es la que con el tiempo se masificaría en las distintas culturas.
Además, decretó que el domingo (dies solis) fuese día de descanso para adorar a Dios, en detrimento del sábado, tradicional no sólo entre los judíos sino también entre los gentiles. Y es que si Jesucristo había muerto el sexto día de la semana judía, y había resucitado en domingo, el primer día de la semana judía. Por otro lado, se satisfacía a otra religión muy popular a la que perteneció el propio Constantino, el culto a Mitra, cuya representación era el sol. La semana de siete días se hallaba también presente en el antiguo calendario egipcio.
[editar] Modificaciones fracasadas en los nombres de los meses
Algunos emperadores romanos modificaron los nombres de determinados meses durante su mandato:
Pero las modificaciones no perduraron y se restablecieron sus nombres anteriores.
Incluso Carlomagno trató de dar nuevos nombres a los meses, aunque tampoco tuvo éxito. Los meses propuestos eran, desde enero a diciembre respectivamente: Wintarmanoth, Hornung, Lentzinmanoth, Ostarmanoth, Winemanoth, Brachmanoth, Heuvimanoth, Aranmanoth, Witumanoth, Windumemanoth, Herbistmanoth y Heilagmanoth.