Patoruzú |
Personaje de Andanzas de Patoruzú |
Dante Quinterno en 1937, posando con un muñeco de Patoruzú y uno de Upa. |
Primera aparición |
1928 |
Creador(es) |
Dante Quinterno |
Información |
Nombre original |
Curugua Curuguagüigua |
Raza |
tehuelche |
Sexo |
masculino |
Color de pelo |
negro |
Ocupación |
estanciero, dueño de campos |
Padres |
Patoruzek y Patora la Tuerta |
Familiares |
Upa y Patora (hermanos) |
Religión |
católico |
Nacionalidad |
argentino |
Estatus actual |
vivo |
Patoruzú, creado por Dante Quinterno en 1928, es uno de los personajes más importantes e influyentes de la historieta argentina. Nacido como personaje secundario en dos tiras cómicas de corta vida, el cacique Patoruzú —el último de los tehuelches, a los que los conquistadores españoles habían visto en su momento como gigantes dotados de fuerza prodigiosa— obtuvo en poco tiempo su propia historieta, que daría origen a la revista homónima, uno de los grandes hitos del humor gráfico en Argentina.
Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas. Desde los años '40 y años '50 del siglo XX se transformó en uno de los íconos de la cultura popular argentina.
La identidad de Patoruzú sufrió varios retoques durante los primeros años. Comenzó como un personaje humilde, taciturno e ignorante, a cargo de un tutor porteño de más educación; las historietas iniciales emplearon este contraste para destacar la paralela diferencia de actitudes entre el malicioso tutor, que daría eventualmente lugar a otro personaje duradero, Isidoro Cañones, y el bondadoso e ingenuo aprendiz tehuelche. Sin perder la esquemática contraposición moral, Quinterno retocaría posteriormente la historia, transformando a Patoruzú en un poderoso aunque benévolo estanciero. Su generosidad con el dinero y la avaricia de los malvados sería las más de las veces el eje de la dinámica de las historias. Desde el comienzo contó con una fuerza prodigiosa, que se complementaría en el transcurso de su evolución con otros sentidos y habilidades sobrehumanos, en especial la fiereza, super velocidad y el olfato. Patoruzú es el primer superhéroe de historietas del mundo.[cita requerida][1]
La representación ingenua de la condición de indígena, su nacionalismo a ultranza y el patente racismo que manifestaban los escasos personajes extranjeros han suscitado críticas a la historieta; se ha criticado también la simpleza de su trama, y el recurso estereotipado de la fuerza y el dinero como solución a los problemas. Por ello, se lo ha visto en ocasiones próximo a los ideales de los gobiernos militares, desde las tiras de 1930 —que ambiguamente elogiaban el golpe del general José Félix Uriburu contra el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen— hasta la años setenta —cuando la sangrienta dictadura argentina (1976-1983) lo tomara como mascota patria. En los últimos años, sin embargo, se ha revisto con buenos ojos su influencia sobre la historieta nacional, y la elegante simplicidad de su dibujo.
Dante Quinterno introdujo por primera vez al futuro Patoruzú en una tira publicada en el diario Crítica, llamada Las aventuras de don Gil Contento, anteriormente Un porteño optimista, cuyo protagonista era el personaje homónimo; Quinterno había anunciado su llegada durante dos días mediante avisos publicados junto a la tira, que rezaban:
«Don Gil Contento adoptará al indio [sic] Curugua-Curiguagüigua». El director del diario, Carlos Muzio Sáenz Peña, parece haber sido quien le sugirió que cambiara el nombre por otro más eufónico; su comentario de que «debía ser algo criollo y pegadizo, como la pasta de orozuz» (un dulce popular en la época) dio origen al nombre definitivo.[2] En la tira, el cambio lo explicó el mismo Gil Contento, quien dijo a Patoruzú que lo rebautizaría «porque su nombre le descoyuntaba las mandíbulas».
En la que sería la única aparición de Patoruzú en Crítica, éste llegaba de la Patagonia acompañado de un ñandú, Carmela; la presencia en Buenos Aires del «último de los tehuelches gigantes» se explicaba por la defunción de su tutor y patrón, el tío de Don Gil, quien lo cedía a título póstumo a éste. Poco pudo desarrollarse de la historia, dado lo efímero de la tira, pero este primer episodio anticipaba mucho de la trama venidera. Patoruzú era ya idiosincrático, ingenuo y noble; Don Gil dedica la mayor parte de las 17 viñetas de este primer número a explicarle el funcionamiento de la luz eléctrica, el transporte público y los modales en la mesa, pero —al enterarse de que Patoruzú posee, además de su mascota, una bolsa con monedas de oro— intenta quedarse con ellas, explicándole que en Buenos Aires «no sirven para nada». Fallido su intento, se lamenta de que el oro esté en manos de semejante ignorante; anticipa así las andanzas de Isidoro Cañones, padrino del tehuelche en su versión definitiva, que constantemente intenta aprovechar la generosidad de éste para financiar sus juergas.
Don Julián de Monte Pío [editar]
Tras su alejamiento de Crítica, Quinterno dejó de lado por un tiempo al personaje, y retomó la figura del porteño tramposo, fanfarrón y aprovechador con Julián de Montepío, un playboy de buena vida y fondos perpetuamente insuficientes, a quien acompañaron su novia (Lolita) y un valet (Cocoa) durante un par de años en la última página de La Razón. En septiembre de 1930 retoma, repitiéndola casi cuadro por cuadro, la historia de Patoruzú y don Gil; el indígena viene ahora a Buenos Aires enviado por el difunto Rudecindo, tío de Julián, y nuevamente en compañía de un ñandú. Cambia el sexo de éste —ahora es macho, y se apellida «Lorenzo»—, pero sobre todo la identidad de su amo; Patoruzú, aunque tutelado por Rudecindo, era el último vástago de los caciques tehuelches, y fabulosamente rico. Una carta de su tío explica la situación a Julián:
[...] "un indio güenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa' que lo sigas apadrinando... Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata."
Porta su fortuna en forma de pepitas de oro, que suscitan la codicia de Julián y desarrollan una trama casi idéntica a la original. Esta vez, el encargado de proteger a Patoruzú de la maldad de su padrino es un peón de la estancia, aparecido imprevistamente, que le explica la treta de Julián, quien le había hecho creer que las pepitas estaban embrujadas.
La historieta tuvo mejor fortuna que su predecesora, y Patoruzú formaría parte del elenco de
Julián... durante más de un año, cobrando cada vez más protagonismo. El
11 de diciembre de
1931 pasa a encabezar la tira, que cambia de nombre. Aún no es el Patoruzú que pasará a la historia; ya no lo acompaña Lorenzo, que perdió la vida asado accidentalmente en una rotisería, pero su figura sigue aproximándose más a la gruesa y desgarbada de las primeras imágenes que al delgado y erguido tehuelche de años posteriores.