Por Víctor Manuel Domínguez / LA HABANA, CUBA
Algunos cubanos que abandonaron la Isla, asumen, desde la lejanía, una perspectiva engañosa de su país. Durante el VI Encuentro “La emigración cubana, con la revolución”, que reunió en Madrid hace poco a unos 200 emigrantes fidelistas, se expresaron contradictorias opiniones en torno a nuestra realidad.
La ex bailarina cubana Ada Gadano aseguró, desde España, que no es posible encontrar en la Isla a una persona mendigando. Al parecer, ha perdido la visión, o no ha vuelto a Cuba, o pretende congraciarse con el régimen para que le permitan visitar La Habana sin dificultades.
Según una nota publicada por la página digital Cubaencuentro, Ada reafirmó en el evento madrileño: “En la Isla se vive mejor que aquí”. Yo me pregunto entonces por qué se fue, por qué lleva seis años intentando alcanzar la ciudadanía italiana, y por qué asegura que no regresará jamás.
Además, en un acto de burdo cinismo (habitual camuflaje con el que se escudan los más retrógrados defensores del régimen), añadió que si reside en Italia es porque, como decía José Martí, “el deber de un hombre está allí donde es más útil”.
Si fuera honesto su compromiso con el ideario martiano y con la revolución, todos esos comunistas cubanos y seguidores de las doctrinas del Apóstol estarían aquí, de sol a sol en el surco, en las fábricas o en cualquier empleo que genere productos o servicios para la crítica economía nacional.
Resulta extraño que la utilidad a la patria de esos fidelistas trasnochados alcance su mayor nivel desde el extranjero. En el caso de Ada, no pienso que se haya ido a Italia para demostrarles a los italianos lo libres y bailarines que somos los cubanos.
Dudo que su abandono de la Isla, y la visión que dice tener sobre lo que dejó atrás, tuviesen como único motivo poner en alto la cultura cubana. Lo más seguro es que se haya cansado de los bajos salarios, la falta de transporte, vestuario, calzado maquillaje… y también del favoritismo que impera en nuestras compañías danzarías a la hora de escoger a quienes viajan al exterior.
Ada Gadano debe haberse olvidado de aquellas bikinis y mallas remendadas, de los mitones mugrientos y los sombreros deshilachados para salir a un escenario con el tabloncillo tan duro que les provoca inflamaciones pélvicas a las integrantes de los cuerpos de baile.
La obscena promiscuidad en los camerinos, la peste del telón de boca y del vestuario sin lavar, porque no había vapor en la tintorería Chantre, deben haber quedado lejos de su recuerdo.
El calor del lamé en el verano, irritando la piel, pese a los polvos y las cintas de Ochún o Yemayá prendidas en el interior del bikini, para la salud y la buena suerte, quizás no la dañaran, ni le dejara secuelas, como a tantas otras bailarinas de cabaret.
Sin embargo, todo ese olvido quizá podría perdonársele. Lo que no merece perdón es que diga -sabiendo perfectamente que miente y que todos los cubanos sabemos que miente- que en Cuba no existe mendicidad. En todo caso, si realmente Ada vive peor en Europa (aunque, no obstante, insiste en no volver a vivir en su paradisiaca islita), también cabe preguntarle si ella, además de mentirosa, comunista y bailarina, es masoquista.