El Señor dijo a Moisés: "Habla a la roca delante de sus ojos y derramara el agua para que la congregación y su ganado pueda beber." Este papel ha sido adaptado de los Capítulos 43-45 de The Bible Story Volumen II por Basil Wolverton, publicado por Ambassador College Press y cubre Números capítulos 20 y 21 en la biblia.
Miriam muere
En el primer mes del cuadragésimo año de vagar, Miriam, la hermana de Moisés y Aarón, murió justo después de que Israel acampo en Cades la segunda vez (Núm. 20:1). Tenía cerca de ciento treinta años de edad cuando murió.
Cuando Israel se había quedado en Cades la primera vez, había un montón de agua. Sin embargo, las condiciones habían cambiado en treinta y ocho años. Algunos de los manantiales se habían secado. Otros no podían producir suficiente agua para continuar previendo las enormes necesidades de los israelitas y su ganado.
¡Los Israelitas se quejan otra vez!
Poco después de la muerte de Miriam la escasez de agua llegó a ser tan grave que una ruidosa multitud, quejándose se reunieron contra Moisés y Aarón.
Pelearon con Moisés y le dijeron: "¡Si tan sólo hubiéramos muerto cuando nuestros hermanos cayeron muertos delante del Señor! ¿Por qué traes a la congregación del Señor a este desierto, para que nuestro ganado y nosotros muramos aquí? ¿Por qué nos sacaste de Egipto para venir a este terrible lugar? No tiene ningún grano o higos o vid, y no hay agua para beber"(Núm. 20:1-5).
Moisés y Aarón estaban acostumbrados a este tipo de comportamiento infantil. Esperaban que la multitud ruidosa se cansara y rompiera, pero la situación empeoró. Así que salieron de la comunidad y fueron a la entrada de la Tienda del Encuentro y cayeron boca abajo, y la Gloria del Señor se les apareció. El Señor dijo a Moisés: "Toma esta vara (o la bastón), y tú y tu hermano Aarón reúnan a la congregación. Habla con esa roca delante de sus ojos y brotara el agua. Llevarás agua de la roca a la comunidad para que ellos y su ganado puedan beber "(v. 6-8).
Golpear la roca y el agua emanando simboliza a Cristo como la roca espiritual (1Cor. 10:4), siendo el medio por el cual recibiremos las aguas vivas del Espíritu Santo de Dios (Jn. 7:37-39).
Moisés pierde su temperamento
Moisés tomó la vara - que había retoñado para demostrar que la familia de Aarón debía conservar el sacerdocio - y partió con Aarón. Moisés y Aarón reunieron a la congregación frente a la roca, y Moisés les dijo: "Escuchen rebeldes, ¿debemos sacarles agua de esta roca?" Entonces Moisés levantó la mano y golpeó la roca con su vara dos veces. Brotó agua en abundancia, y la comunidad y su ganado bebía (Núm. 20:9-11).
Moisés y Aarón se sintieron muy aliviados al ver el agua que da vida fluir de la roca. Otra crisis había pasado. Así otro punto áspero había sido suavizado.
Como vimos en Éxodo 17:1-7, A Moisés se le dijo que golpeara la roca para obtener agua en una ocasión anterior. Esta vez, sin embargo, el Señor le dijo a Moisés que le hablara a la roca, ordenándole, a través del poder del Creador, que brotara agua. Pero Moisés, en su cólera desobedeció las instrucciones del Señor y golpeo la roca, dos veces. Moisés no recibió instrucciones de utilizar la vara para golpear la roca. Iba a ser llevada por Moisés y Aarón, como símbolo de su autoridad Levítica para usar un enorme poder de Dios.
Justo castigo de Dios
Entonces el Señor dijo a Moisés y Aarón: "Debido a que no confiaron en mí lo suficiente como para honrarme como santo delante de los ojos de los israelitas, no llevaran a esta comunidad a la tierra que les daré".
Estas fueron las aguas de la rencilla, donde los israelitas se pelearon con el Señor y en la que manifestó su santidad entre ellos (v. 12-13).
Por sus acciones Moisés dio al pueblo la impresión de que fue a través de su propio poder y no el de Dios que un milagro produciría agua. Aarón habló y actuó de acuerdo con la actitud equivocada de su hermano.
Este pronunciamiento del Señor hizo que Moisés y Aarón no tuvieran permiso de entrar en la Tierra Prometida por la cual habían estado luchando durante tantos años. Se arrepintieron de lo que habían hecho y Dios los perdonó. Pero eso no significo que Dios les retiro el castigo por su pecado. En esta vida todavía tenemos que padecer algunos pecados a pesar de que Dios nos ha perdonado. Sin embargo, cuando Cristo regrese los santos resucitados seguramente incluirán a Moisés y Aarón.
Es fácil ver que Dios no tiene favoritos, y que castigará a los rebeldes en altos cargos al igual que castigaría a los desobedientes del rango más bajo. Un hecho digno de recordar es que cuanto más uno es educado y entrenado en el servicio de Dios, más requiere Dios de esa persona. Moisés se le prohibió entrar en la tierra prometida porque golpeó la roca. Él y Aarón debían morir fuera de Israel para recordar que los santos de Dios han de estar en la primera resurrección y entrarán en Israel con Moisés como seres espirituales.
Sin importar lo que hayan pensado Moisés y Aarón sobre su futuro, sus funciones todavía existían. Aarón continuó fielmente como Sumo Sacerdote. Moisés tenía que tomar decisiones todos los días como de costumbre. La decisión más importante, mientras la gente estaba en Cades era como debían proceder los israelitas hacia Canaán desde ese punto.
La oposición de Edom
Había más de una ruta hacia Canaán desde Cades. Se había intentado una forma casi cuatro décadas antes por muchos de los israelitas cuando fueron atacados por los amalecitas y los cananeos, y cuando tantos israelitas habían perdido la vida. Otra forma era cruzar hacia el este sobre el rango de montañas del monte Seir y luego dirigirse hacia el norte. O el viajero podía proceder al norte o al sur alrededor de Edom, por el camino real. Este gran camino era una vía importante que conducía al este del mar de la sal (muerto). Moisés reconoció que sería una ventaja para los israelitas circular por el camino real a través de la tierra de Edom. Una vez que fueran a través de Edom y de Moab, podrían entrar en Canaán, girando hacia el oeste.
Comprendiendo que era necesario recibir permiso para pasar a través de la nación, Moisés envió mensajeros al rey de Edom. La carta llevada por los mensajeros señalaba que los israelitas, como primos de estos pueblos del desierto de Arabia, habían luchado a través de muchos años de dificultades en sus esfuerzos por salir de Egipto, y que les gustaría ser considerados como parientes amigables para pasar a través del territorio de los edomitas. El pueblo de Edom era los descendientes de Esaú, el hermano de Jacob (véase Gen. 36:1).
"Por favor, pasaremos por tu país", continuó Moisés en la carta. "Nos comprometemos a no pasar a través de tus campos ni a través de tus viñedos. No vamos a usar, ni siquiera el agua. Nuestro deseo es alcanzar el camino real y continuar hacia el norte"(Núm. 20:14-17).
Pero el rey edomita respondió: "No puedes pasar por aquí, si lo intentas, vamos a marchar y te atacaremos con espada" (v. 18).
Moisés estaba decepcionado. Ciertamente no esperaba una respuesta tan hostil. Entonces los hijos de Israel respondieron: "Vamos a ir por el camino principal, y si nosotros o nuestro ganado bebe de tu agua, pagaremos por ello. Sólo queremos pasar a pie - nada más"
Y una vez más los edomitas respondió: "No pueden pasar."
Moisés estaba decepcionado de nuevo. Él esperaba que su segunda apelación al rey de Edom se tradujera en éxito. Antes de que pudiera expresar sus pensamientos, sin embargo, los edomitas salieron contra ellos con un ejército grande y poderoso. Como se negaron a dejarlos pasar por su territorio, Israel se alejó de ellos (v. 19-21). El Señor le prohibió a Israel de llevarse aunque fuera un apoyadero de Edom (Deut. 2:4-6).
Hubo una acción repentina entre los israelitas. Curiosamente, la misma escena se había promulgado por ellos o sus antepasados casi dos generaciones antes, cuando una parte de ellos habían tratado de entrar en Canaán contra la voluntad de Dios. Ahora, sin embargo, no estaban divididos, y trabajaron más rápido que antes para estar listos para irse. Una vez más, más de dos millones de personas y sus rebaños y manadas se movieron en el sendero que conducía al valle del desierto llamado Araba.
Si los edomitas planeaban atacar o sólo pretendían proteger sus fronteras es algo que la Biblia no menciona. En cualquier caso, las tribus de Israel lograron salir de la frontera a tiempo para evitar cualquier problema con el ejército del rey de Edom.
El primer punto de parada fue en el Mt. Hor, un pico alto del rango de Seir. Ahí Dios le dio un mensaje especial a Moisés y Aarón. Él les dio instrucciones para llegar a la cima de la montaña. Aarón fue vestido con su túnica sacerdotal y llevo a uno de sus hijos, Eleazar (Núm. 20:22-25).
La gente rápidamente sintió que algún evento especial tendría lugar en la montaña, y muchos de ellos vieron a los tres hombres subir a la montaña.
Aarón muere en el Mt. Hor
Después que los tres llegaron a la cima del Monte Hor, Aarón miró en silencio hacia abajo, al campamento israelita, sabía que nunca volvería al campamento. Habría recordado la declaración de Dios que él y Moisés no entrarían en la Tierra Prometida a causa de su mala actitud cuando trataron de dar agua a la gente, por medio de una roca. Se dio cuenta de que había llegado al final de su vida.
De acuerdo con las instrucciones de Dios, Moisés quitó el traje sacerdotal de Aarón y lo puso sobre el hijo de Aarón, Eleazar. Mientras Aarón todavía estaba vivo, sus vestidos debían ser colocados en su hijo. Tan pronto como esto fue hecho y Eleazar fue ungido en el oficio de Aarón, Aarón dio su último suspiro y murió. No había nada que hacer para evitar que una muerte en paz y sin dolor viniera sobre uno de los siervos de Dios a la edad de ciento veintitrés años (v. 27-28; Núm. 33:37-39).
Hubo un gran duelo entre los israelitas cuando se enteraron de la muerte y entierro de Aarón. El duelo continuó durante treinta días - el tiempo que pasaba para expresar dolor en aquellos días - a causa de la muerte de una persona de alto rango (Núm. 20:29). Aarón murió el primer día del quinto mes del cuadragésimo año después que los israelitas salieron de Egipto (Núm. 33:38).
Bajo ataque otra vez
Mientras tanto, un rey cananeo cuyo pequeño dominio incluía un área del sur de Canaán, oyó que los israelitas estaban a punto de invadir su territorio al noroeste de la región del Mt. Hor. Este rey sentía que era más prudente atacar que ser atacado. Para no ser superado, envió tropas a caballo para entrar rápidamente en el campamento de los israelitas.
Tan rápido fue el ataque que algunos de los israelitas fueron llevados como prisioneros antes de que pudieran reaccionar. Los israelitas estaban tan molestos por lo ocurrido que hicieron votos a Dios de que acabarían con las ciudades desde las que los atacantes habían llegado si Dios los ayudaba. Dios respondió rápidamente sus suplicas e Israel procedió de manera segura hacia el norte en la llanura (Núm. 21:1-3). Esta ruta se llama el camino del Mar Rojo, ya que llevaba hasta el Golfo de Aqaba.
Viajar a través de este inmenso desierto era difícil debido al calor y las condiciones de aridez. El pueblo se impacientó por el camino y habló contra Dios y Moisés, y dijo una vez más, "¿Por qué nos hiciste salir de Egipto para morir en el desierto? No hay pan, no hay agua y detestamos esta comida miserable" Se referían al maná, que no les gustaba por su mala actitud (v. 4-5).
Entonces, como castigo, el Señor envió "serpientes ardientes", entre ellos, que mordían al pueblo y muchos israelitas murieron (v. 6). El efecto de las mordeduras de estas serpientes era como una sensación de ardor.
Los Israelitas se arrepienten
La gente vino a Moisés y le dijeron: "Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Ora para que el Señor se lleve a las serpientes fuera de nosotros." Una vez más Moisés oró por el pueblo.
Moisés estaba convencido de que la mayoría de las personas que se habían quejado y habían formulado observaciones rencorosas contra Dios y contra él estaban verdaderamente arrepentidas de lo que habían hecho. Fue de inmediato al Tabernáculo para pedirle a Dios que tuviera piedad de la gente y evitarles de las mordeduras venenosas de las serpientes (v. 7).
La serpiente de bronce
El Señor dijo a Moisés: Hazte una serpiente y ponla sobre un asta. Cualquiera que fuere mordido puede verla y vivirá" Moisés oró a Dios e hizo la llamada serpiente de bronce (o cobre) para la sanación, de modo que cuando alguien era mordido por una serpiente y miraba a la serpiente de bronce, vivía (v. 8-9).
Este objeto era en realidad un Serafín, que era un ser sobrenatural con seis alas. El aspecto sobrenatural de esta actividad se pierde en la traducción de la Biblia.
Dios hizo que las serpientes venenosas se apartaran de la zona en la que los israelitas estaban acampados. La plaga se terminó porque los delincuentes lamentaron lo que habían hecho y por la oración de Moisés con Dios. La eliminación de la plaga de las serpientes fue toda una cuestión de arrepentimiento, oración, obediencia y fe. La serpiente en el asta representa la pena del pecado siendo quitada. Le recordaba a los israelitas que un Salvador que vendría sería golpeado y luego crucificado en un asta (estaca) para pagar por los pecados del mundo (Jn. 3:14-15).
Sin embargo, en los últimos tiempos, el pueblo de Judá, comenzó a adorar a la serpiente hasta que el justo rey Ezequías la destruyó, recordando a las personas que sólo era una pieza de bronce o de cobre sin poder real (2 Rey. 18:4-5).
El viaje a Moab
Después de la plaga de las serpientes, los hijos de Israel continuaron y acamparon en Obot. Luego salieron de Obot y acamparon en Ije-abarim, en el desierto que esta frente a Moab hacia la salida del sol. De ahí se trasladaron de nuevo y acamparon en el valle de Zered. Salieron de allí y acamparon al otro lado del Arnón, que está en el desierto que se extiende en el territorio de los amorreos. El Arnón es frontera de Moab, entre Moab y los amorreos.
De ahí continuaron hacia Beer, el pozo donde el Señor dijo a Moisés: "Reúne al pueblo y les daré agua" (Números 21:10-13).
La gente estaba tan agradecida por este suministro necesario de agua fresca y cristalina que expresaron su agradecimiento a Dios por medio de un gran concierto de voces e instrumentos musicales (v. 14-18).
Entonces los israelitas fueron desde el desierto hasta Matana, de Matana a Nahaliel, de allí a Bamot y luego al valle de Moab (v. 19-20).
Moisés sentía que Israel no debía avanzar muy lejos en el país amorreo sin permiso. Ya la caravana se dirigía a lo largo del borde de las tierras altas del país al este de las montañas de Abarim, y corría el riesgo de encontrarse con los soldados amorreos.
Moisés sabía quien era el gobernante amorreo, y que ciudad era la capital. Él envió mensajeros al rey, cuyo nombre era Sehón, para pedir permiso de pasar por su país. Moisés le aseguró que ni los pozos ni los campos ni las huertas serían tocadas por los israelitas, pero que si los amorreos deseaban venderles alimentos o agua, Israel estaría encantado de pagar el precio sin importar cual fuera (v. 21-22; Deut. 2:26-29).
Derrota de Sehón y de Og
El rey Sehón envió a los mensajeros israelitas de regreso con una respuesta contundente de que Israel no tenia permiso de pasar por la tierra bajo ninguna circunstancia (Núm. 21:23; Deut. 2:30.).
Moisés se dio cuenta de que el rey amorreo probablemente no estaría satisfecho sólo con negar el paso a Israel. Era más probable que aprovechara esta oportunidad para atacar a los israelitas con el fin de tomar sus posesiones.
"Te ayudare a ganar las batallas que están por venir en esta tierra", el Señor dijo a Moisés. "Además, voy a acabar con las naciones malvadas que ocupan este territorio, e Israel será la espada por la que se llevará a cabo" (Deut. 2:24-25 - 31-32).
Sehón reunió a todo su ejército y marcho hacia el desierto contra Israel. En Jahaza peleó con Israel. Sin embargo, Israel lo paso por la espada y se apoderaron de su tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, pero sólo hasta los amonitas, porque la frontera estaba protegida. Israel capturó todas las ciudades de los amorreos y las ocupo, incluyendo Hesbón y todos los asentamientos a su alrededor.
Hesbón era la ciudad de Sehón rey de los amorreos, que había luchado contra el anterior rey de Moab y había tomado toda su tierra hasta el Arnón. Así que Israel se estableció en la tierra de los amorreos.
Dios hace justicia
Los Israelitas se habían movido velozmente sobre la tierra para tomar el control de cada ciudad y cada pueblo, mataron violentamente a las personas y tomaron los animales y cualquier otra cosa de valor que pudieron ser tomadas. Dentro de sólo algunos días se convirtieron en los conquistadores y destructores de esta pequeña nación (Núm. 21:24-26; Deut. 2:33-36).
Muchos podrían preguntarse por qué Dios le había pedido a Israel que arrasara ciertas naciones. La razón es que eran tan pecaminosas que estarían mejor muertos. En el tiempo de Abraham, su iniquidad no había alcanzado tal colmo (Gén. 15:16). Para cuando los Israelitas llegaron, sin embargo, Dios dijo que los Amorreos ya no deberían vivir. Esto no significa que se pierdan eternamente. Ellos, como las personas de Sodoma, Gomorra, y el resto del mundo, entraran en un período de juicio en la Segunda Resurrección después de los 1,000 años del Milenio, y tendrán una oportunidad para la salvación (Mt. 12:41-42; Mrc. 6:11; Apo. 20:11-13).
Por algún tiempo, después de conquistar a los Amorreos, los Israelitas descansaron en la tierra conquistada; luego continuaron moviéndose hacia el norte.
A pesar de que los Israelitas se habían ganado rápidamente una reputación por la tremenda fuerza en combate, un rey de la región al noreste del Mar de la Sal salió con su ejército para atacarlos. Su nombre era Og, y era un hombre de estatura gigantesca - probablemente casi doce pies de altura. La Biblia menciona que la cama en su palacio tenia aproximadamente dieciocho pies de largo y ocho pies de ancho (Deut. 3:11).
Og era uno de los últimos de la cepa de los gigantes del este de Canaán. Algunos de sus soldados eran también muy grandes, y presentaron un espectáculo aterrador, ya que cargaron hacia Israel.
La victoria dada por Dios
Después de que Moisés había enviado espías a Jazer, los israelitas capturaron sus asentamientos circundantes y expulsaron a los amorreos que estaban allí. Luego volvieron y subieron a través del camino hacia Basán, y Og rey de Basán y todo su ejército marcho a su encuentro en la batalla de Endrei.
El Señor dijo a Moisés: "Dile a tus soldados que no tengan miedo de estos hombres de aspecto feroz. Recuérdales que los soldados de Israel no puede fallar porque yo estoy con ellos para ayudarles a destruir a sus enemigos"(Núm. 21:33-34; Deut. 3:1-2).
Así que los israelitas mataron a Og junto con sus hijos y todo su ejército, sin dejar sobrevivientes. Y tomaron posesión de la tierra de Og (Núm. 21:35) y todas las ciudades de su reino. Todas estas ciudades estaban fortificadas con muros altos, con puertas y cerrojos, y también había muchas ciudades sin muros. Los israelitas destruyeron completamente todas las ciudades, y todos los hombres, mujeres y niños como lo habían hecho con Sehón, rey de Hesbón. Pero todo el ganado y el saqueo de sus ciudades se lo llevaron para sí mismos.
Sesenta ciudades fueron tomadas. Estos centros de habitación no eran simples aldeas rodeadas por muros bajos y estrechos. Eran centros de población bastante grandes cuyos edificios bien construidos de piedra y las calles eran grandes y anchas. Sus sólidos muros de piedra eran de casi cuarenta y cinco centímetros de espesor, y se construyeron de piedra de la región casi tan dura como el hierro (Núm. 21:35; Deut. 3:3-11.).
Si Dios no hubiera querido que Israel tuviera su ayuda en la tarea de tomar estas tierras y su botín, los israelitas hubieran sido totalmente arrasados por los ocupantes de mentalidad militar. Dios protegió a Israel y los llevó a su herencia. La eliminación de las tribus que amenazaban a Israel era parte del plan de Dios.
Con Dios como su campeón, requirieron sólo unos pocos días para que los israelitas arrasaran sobre la tierra al este del Jordán. Los soldados de Israel se sorprendieron aún más de lo que habían hecho que las mismas víctimas. Las Fuerzas Armadas del pasado nunca habían distribuido tal destrucción veloz y mortífera en contra de tales ejércitos fuertes y tantas ciudades bien fortificadas. Fue un milagro que impresionó por lo menos a una parte de Israel además de ciertos milagros que Dios había causado en otras veces.
En este punto, una pregunta, probablemente va a plantearse en la mente de algunos lectores cuando leen de soldados israelitas matando mujeres y niños de naciones enemigas. Sería natural concluir que toda esta matanza masiva de seres humanos era nada menos que un desprecio al Sexto Mandamiento, que dice claramente que no debemos matar o, más exactamente, que no debemos asesinar a nadie.
Dios no es ni cruel ni malvado. Él se ha referido a sí mismo como alfarero y a los seres humanos como arcilla. El alfarero decide cómo utilizar la arcilla y qué parte de ella va a ser desechada.
Dios escogió deshacerse de las naciones impías, idólatras al este del Jordán, porque eran tan malvadas que no podían llevar una vida normal y feliz. Además, la tierra no era de ellos de todos modos. Él podía haberlos desaparecido con plagas o terremotos. Pero como Israel también había pecado, Dios escogió hacerles experimentar la consecuencia del pecado. Así que eligió hacerlo a través de Israel como sus instrumentos. ¿Quién debería cuestionar por qué Dios en su infinita sabiduría, decide hacer algo?
Dios nos ha dicho que no debemos asesinar. Muchos siglos después de que Israel entró en Canaán, Cristo explicó la ley más detalladamente al afirmar que incluso el deseo de asesinar significaba romper la intención del sexto mandamiento.
En el caso de la destrucción de los enemigos de Israel, Dios le dijo a Israel que los matara. Fue una cuestión de obediencia, como lo fue cuando los levitas mataron a los adoradores del becerro de oro. Como autor de todas las leyes espirituales y físicas, Dios es el único que tiene la sabiduría para decidir cuándo una persona o una nación cometen un pecado tan grande en el cual la muerte es en realidad una bendición.
Después de conquistar a los amorreos, las tribus de Israel se reunieron y acamparon durante varias semanas de paz en una zona a pocos kilómetros al noroeste de Hesbón, la antigua capital amorrea.
(La Nueva Biblia de Estudio Internacional fue utilizada como fuente de referencia en varias partes en este papel)
http://www.ccg.org/spanish/s/cb048.html