La limpieza interna
Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu (Hebreos 4: 12).
LA FUENTE DE BRONCE a la entrada del santuario indicaba cuán importante para Dios era la limpieza. También hoy Dios desea que sus hijos sean limpios y vivan de manera higiénica. La limpieza física era un símbolo de la limpieza espiritual que Dios demanda de sus adoradores. Por lo tanto, la limpieza física no era el único motivo de la existencia de la fuente de bronce. Debe haber tenido un profundo significado espiritual tanto para los sacerdotes como para el pueblo en general. El término «fuente» que se usa en el Antiguo Testamento es usado dos veces en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo nos dice lo siguiente, hablando de la relación de Cristo con su iglesia: «Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Efe. 5: 26, 27). Esta es una alusión a las costumbres nupciales del Oriente antiguo. Se bañaba y arreglaba cuidadosamente a la novia antes de que fuera presentada a su novio. En este pasaje, Cristo es quien purifica a la iglesia con el lavamiento del agua por la Palabra salvadora. La Palabra de Dios limpia la vida de las personas. Jesús lo dijo en otros términos: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad» (Juan 17: 17). La Palabra de Dios tiene poder para transformar la vida de las personas. El cuerpo físico se limpia con agua, pero lo que la Biblia llama corazón, o sea, la mente, se limpia con la Palabra de Dios. Se nos dice que «La Palabra del Señor es vida y es poderosa, más aguda que cualquier espada de dos filos. Es poder cuando se la practica. La gran transformación que obra es interna. Comienza en el corazón y actúa hacia afuera» (Alza tus ojos, p. 28).
Limpieza interior
Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona (Marcos 7:21-23).
LA LIMPIEZA REQUERIDA en el santuario llega a ser un símbolo de la limpieza de la vida íntima, que se puede lograr por la lectura, aceptación y aplicación de la Palabra de Dios. Pero el apóstol aplica este concepto de lavamiento a la acción del Espíritu: «Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador» (Tito 3: 5, 6). Este pasaje nos dice que la regeneración y la renovación del Espíritu Santo en la vida es un tipo de lavamiento espiritual. El Espíritu de Dios es el agente divino en la renovación y limpieza del corazón humano. En realidad, el Espíritu es el que ha dado la Palabra de Dios e inspira al creyente a leerla, para que sus principios puedan producir una limpieza espiritual. El Espíritu primero limpia la vida interna, los pensamientos y las indicaciones del corazón. Quita los malos principios adquiridos o heredados, y establece los nuevos. Porque es el interior el que contamina lo exterior. Jesús lo dijo con claridad meridiana en nuestro pasaje de hoy. Quitar esos elementos malos de la mente y del corazón humano solo es posible mediante el poder de Dios. La ciencia moderna nos promete que la ingeniería genética podrá algún día manipular los genes humanos para eliminar todo lo malo que haya en ellos, a fin de producir personas buenas. Sin embargo, solo Dios limpia el corazón cada día. Permitamos hoy que el Espíritu Santo realice su obra en nuestra vida.
Que Dios te bendiga,
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