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EL LEGADO DE MARÍA MAGDALENAEl éxito de la novela El Código Da Vinci ha convertido en tema de moda la cuestión de si existió una descendencia de Jesús. El autor de un libro de reciente aparición, titulado “El legado de María Magdalena”, ha realizado una fascinante investigación iconográfica que se saldó con importantes descubrimientos inéditos. En este artículo extractamos algunos de sus hallazgos. Mi fuente de información me había emplazado a realizar un enigmático viaje que me llevaría a descubrir aspectos insólitos y desconocidos sobre la figura de María Magdalena, el nombre que la tradición cristiana dio a la Myriam Migdal o Myriam de Magdala en el judío original, que desempeña un papel tan relevante en el Nuevo Testamento. Mucho se ha escrito sobre Jesús “el Nazareno”, nombre que algunos atribuyen a la aldea de Nazareth. En cambio, otros autores sostienen que indicaba su pertenencia a la secta judía de los nazaritas o nazareos, entre cuyos votos se incluía no cortarse el cabello ni la barba. Sin embargo, muy poco sabemos con certeza sobre su vida. Los cuatro Evangelios canónicos recogen algunos momentos fundamentales de la existencia de Jesús. Pero sólo hacen referencia a su vida pública, con el objetivo de demostrar que era el Mesías prometido a Israel, y únicamente aluden de manera muy escueta a su vida privada. Sin embargo, en los evangelios apócrifos obtenemos una información complementaria. Entre éstos destacan los descubiertos en 1945 en Nag Hammadi (Alto Egipto). En dichos apócrifos de cuño gnóstico se habla de un Jesús íntimamente vinculado con María Magdalena, e incluso se afirma que Pedro mostraba hostilidad hacia esta mujer, negándose a aceptar que, tras su muerte, Cristo resucitado le hubiese confiado sus enseñanzas secretas y el liderazgo sobre la comunidad de sus seguidores. Según alguno de estos apócrifos, como el Evangelio de Felipe, Magdalena era la compañera o consorte de Jesús, e incluso se menciona la existencia de una descendencia de ambos en términos aparentemente claros: “existe el misterio del Hijo del Hombre y el misterio del hijo del Hijo del Hombre”. Más aún: este evangelio sostiene que Cristo tenía la capacidad de crear y también la de “engendrar”, para culminar sugiriendo que su unión con Magdalena fue un “matrimonio sagrado”, al que califica de “auténtico misterio” y lo diferencia del “matrimonio de poluciones” o profano. En este tema es importante que el navegante que desconoce el tema de la sexualidad sagrada visite el espacio, que está en esta misma Web, “Más allá de la materia”. No cabe duda de que estos textos –perseguidos y destruidos por la Iglesia desde los años que siguieron al Concilio de Nicea en el siglo IV d.C.– dieron lugar a una leyenda que circuló ampliamente durante la Edad Media. Pero, ¿hasta qué punto era posible documentar la persistencia de esta tradición? Mis primeros hallazgos se situaron en el Camino de Santiago, al que considero más apropiado llamar de Prisciliano, el “Obispo hereje”. Nacido en Galicia en el año de 340 d. C. Prisciliano predicaba una doctrina gnóstica que tuvo un notable éxito en el norte de Hispania y en el sur de la Galia. Muchos lugares relacionados con el Camino en el sur de Francia y el norte de España están salpicados de referencias que lo vinculan con María de Magdala y el secreto del Grial en el Languedoc, situándonos en el entorno de Rennes-le-Chteau, una de las claves de esta tradición apócrifa. Fue en el Monasterio de Santa María de Oia, en su iglesia monacal cisterciense del siglo XII, donde encontré la primera pista. Allí se halla un retablo que reproduce la venida del Espíritu Santo. Por un lado, llamó mi atención su gran parecido con el sello de los caballeros templarios de la abadía de Nuestra Señora del Monte Sión. Por otro, la figura central representa a Magdalena rodeada por los apóstoles, mientras el Espíritu Santo en forma de paloma desciende sobre ellos. Muy cerca de donde yo vivía descubrí otro elemento significativo. Se trataba del Reial Monestir de Santes Creus, perteneciente a la orden del Císter, situado en Aiguamurcia, provincia de Tarragona (España). Al margen de la indudable calidad artística de los diferentes estilos representados en esta iglesia monacal, atrajo mi atención una de las dos capillas dispuestas en los laterales del templo, junto a la puerta de la entrada principal. Esta capilla, denominada de San Juan Evangelista, me iba a deparar grandes y gratas sorpresas ya que, en la imagen central del retablo, aparece la figura de un San Juan con aspecto señaladamente femenino, de largos y rizados cabellos pelirrojos, labios de color carmesí carnosos y sensuales, sosteniendo una copa o grial con la mano izquierda, a la altura del pecho. Conforme fui contemplando con más detenimiento el retablo, realizado en madera policromada y pintada al óleo, descubrí que había siete iconos adicionales en la parte inferior del mismo y, al observarlos de cerca, vi que reproducían diferentes pasajes bíblicos sobre Jesús y María Magdalena. Aunque la figura central del retablo pretende ser la de San Juan Evangelista, demasiados detalles contradicen esta atribución. Tradicionalmente a éste se le representa con aspecto varonil, barba poblada y edad madura, casi siempre con un libro en las manos. Baste recordar los lienzos sobre San Juan Evangelista de pintores como El Greco, Tiziano o Velázquez. En cambio, la imagen central del retablo es indudablemente femenina. Yo la identifiqué como María Magdalena, por la larga melena de color cobre-rojizo y el tipo de vestimenta y colorido más utilizado en las representaciones de esta santa. También por el hecho de sujetar con la mano izquierda la urna donde se guardan los óleos con que ungió a Jesús, un dato inequívoco, pues así es como se la ha representado mayoritariamente. Como hemos mencionado, debajo de la imagen central hay siete iconografías de menor tamaño, cuatro de cuyas figuras se identifican con María Magdalena, y otras tres centrales, que representan episodios de la vida de Jesús: el nacimiento, la crucifixión y el descendimiento de la cruz. Exponer y describir en detalle lo representado en todos los iconos resultaría imposible en el presente artículo. Pero como la principal evidencia a la que nos hemos estado refiriendo se encuentra precisamente en algunos de estas imágenes, vamos a abordar en concreto este tema resumidamente. En el central aparece la escena de la crucifixión de Jesús, junto a los dos ladrones, y a los pies encontramos la mayor de las sorpresas: ¡María Magdalena embarazada! Contemplé la escena desde todos los ángulos posibles para excluir la posibilidad de una ilusión óptica. Pero no se trataba de ningún error de apreciación. La Magdalena representada a los pies de la cruz de Jesús, totalmente desolada, con el cabello suelto y el pañuelo en la mano izquierda enjugándose las lágrimas, había sido evocada como una mujer embarazada, con sus pechos hinchados y su vientre abultado de forma característica. Es un vientre muy bajo, a punto de parir, en la posición que adoptaban antiguamente las mujeres de Oriente para dar a luz. Junto a ella aparece una calavera, símbolo tradicionalmente asociado con Magdalena en la iconografía cristiana. Para no dejar ninguna duda respecto de su embarazo, el autor del icono pintó una especie de cíngulo –tal como se hacía entonces para remarcar los pechos en las embarazadas, según me indicó Manuel de Perea, pintor, orfebre y escultor–, que va desde el hombro hasta la cintura, remarcando el pecho hinchado de Magdalena. En esta imagen sólo aparecen las dos mujeres que, tradicionalmente, son identificadas con María la Virgen (madre de Jesús) y María Magdalena, lo que despeja cualquier duda sobre la identidad y el estado de embarazo de la segunda mujer. El tercer personaje representado es el apóstol Juan. Esta era la prueba o evidencia definitiva que había estado buscando. ¿Sería posible que nadie antes lo hubiese advertido? ¿Durante cuánto tiempo había permanecido oculto el mensaje del retablo? Ahora empezaban a encajar todas las piezas del rompecabezas. Pero necesitaba observar con atención el resto de la iconografía. No tocar a los muertosEn la siguiente escena, correspondiente al icono de la derecha, podemos ver el descenso de la cruz de Jesús ya fallecido, rodeado de varios personajes. De izquierda a derecha aparecen María, esposa de Cleofás y prima de la madre de Jesús; José de Arimatea, con barba y el turbante que llevaban algunos fariseos; Magdalena, quien aparece con la urna de los óleos en sus manos; Juan, sujetando por los brazos a la Virgen María; Juana, hermana de la Virgen María y tía de Jesús, quien aparece arrodillada, recogiendo los pies del crucificado; y por último y subido en la escalera que hay apoyada en la cruz, un personaje que bien podría ser Nicodemo. En las imágenes del descenso de la cruz, el autor nos da un detalle de suma importancia: todos los personajes que aparecen en esta escena, por fuerza tenían que ser parientes de Jesús. Según la Ley de Moisés no estaba permitido tocar a los muertos, a menos que fuesen parientes, como podemos confirmar en Números 19,11: “El que tocare un muerto, el cadáver de un hombre cualquiera, será impuro por siete días”, un tabú de contacto con el cadáver reiterado en Números 19, 14 y 19, 16. En Levítico 21, 1-3, tenemos una mayor precisión: «Yahveh dijo a Moisés: ‘Habla a los sacerdotes, hijos de Aaron, y diles: Ninguno se contamine con el cadáver de uno de los suyos, excepto si es de alguno de sus parientes más próximos: su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano. Podrá también hacerse impuro por el cadáver de su hermana, todavía virgen, si, por no haber pertenecido a ningún hombre, era su pariente próxima’». Un pasaje que también corrobora Ezequiel 44, 25: “No se acerquen a una persona muerta para no contaminarse, pero por el padre, la madre, el hijo, la hija, el hermano, la hermana que no tenga marido, si podrán contaminarse”. Como vemos, sólo estaba permitido tocar a los muertos a los familiares más cercanos. En este caso, el autor del icono dejaba claro una vez más la relación de pariente próximo que ostentaba María Magdalena con respecto a Jesús, aunque cabe objetar que entre los familiares que pueden tocar el cadáver la Biblia no menciona a la esposa. En cualquier caso, el resto de las imágenes también hace referencia a la relación entre ésta y Jesús. De hecho, vuelve a insistir en la misma idea, como podemos ver en la imagen en la cual aparece ella con los signos inequívocos del embarazo. Finalmente, la posible descendencia de Jesús y María Magdalena queda testimoniada por el autor del retablo en otra de las figuras, en la cual podemos observar a esta mujer acompañada ya por sus dos vástagos, en este caso dos niñas gemelas. Por tanto, el retablo dejó constancia de una tradición antiquísima que, a pesar de la hostilidad de la Iglesia y de su notoria heterodoxia, se transmitió a lo largo de toda la Edad Media. Básicamente, dicha tradición comunica el mensaje siguiente: - El estatus social de María Magdalena, representada como princesa y acompañada con la inscripción de IVSTICIA. - Esposa de Jesús, vestida de luto tras la crucifixión, con la palma de martirio, igualmente testigo del martirio al que fue sometida su memoria, al ser presentada como una prostituta, cuando no existe ninguna base firme para relacionarla con el personaje de la pecadora evangélica. Esta arbitraria identificación se consolidó en los siglos V y VI. - Grial viviente, en calidad de portadora de la sangre de Jesús a través de su descendencia (imagen que la presenta embarazada, soportando la cruz, la carga). - Confirmación de la descendencia (icono con los dos niños gemelos en brazos, mostrando claramente su parecido con los progenitores). No es posible detallar en un artículo toda la información que recabé respecto al autor del retablo –tarea que abordo en mi libro–, pero baste recordar que el Monasterio de Santes Creus pertenecía al Císter, fundado por San Bernardo de Claraval, quien a su vez intervino decisivamente en la creación de la Orden de los Caballeros Templarios. Posteriormente, éstos llegaron hasta el Monasterio de Santes Creus, a través de la Orden Militar de Santa María de Montesa, fundada en 1319 por el monarca Jaume II de Aragón para acoger a los caballeros de la Orden del Temple que consiguieron huir de la persecución de Felipe IV “el Hermoso”. Los caballeros templarios que lograron escapar de Francia, también se refugiaron en otras órdenes, como la de Calatrava. Con ellos llegarían los conocimientos secretos de la Orden, por los cuales habían sido acusados de herejes. Entre estos secretos se ha destacado el de la existencia de una sangre real (Santo Grial) que reivindica una ascendencia sagrada y se remonta a Jesús y Magdalena. El retablo que hemos examinado fue realizado en el año 1603, según consta en el mismo, utilizando el lenguaje oculto de los iniciados para transmitir de forma encubierta una tradición considerada herética, cuyos depositarios en Europa occidental habían sido los caballeros templarios y, antes, los cátaros. Las evidencias hablan por sí solas. Más si tenemos en cuenta que se trata de un retablo de principios del siglo XVII y que, con anterioridad a esa época, ya existían diversas iconografías sobradamente conocidas de San Juan Evangelista que presentan una imagen acusadamente viril de esta figura, excluyendo que este personaje pueda corresponderse con la imagen femenina representada en el Monasterio de les Santes Creus. Me parece increíble que aparentemente aquel retablo no hubiese llamado la atención de nadie con anterioridad. Pero como dijera “Hermes” (mi enigmático informante): “Todo tiene su momento”. Y quizá ahora había llegado el momento propicio.
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Fue en el Monasterio de Santa María de Oia, en su iglesia monacal cisterciense del siglo XII, donde encontré la primera pista. Allí se encontraba un retablo que describía la venida del Espíritu Santo. Por un lado, llamó mi atención su gran parecido con el sello de los Caballeros Templarios de la abadía de Notre Dame du Mont Sion. Por otro, la figura central representaba a Magdalena rodeada por los apóstoles, mientras el Espíritu Santo en forma de paloma descendía sobre ellos. IZQUIERDA: Retablo de Maria Magdalena con los apóstoles. CENTRO: Sello templario de la abadía du Mont de Sión. DERECHA: Monasterio de Santa María de Oia (Pontevedra). Muy cerca de donde yo vivía descubrí otro elemento significativo. Se trataba del Reial Monestir de Santes Creus, perteneciente a la orden del Císter, situado en Aiguamurcia, el Alt Camp, provincia de Tarragona. Al margen de la indudable calidad artística de los diferentes estilos representados en esta iglesia monacal, atrajo mi atención una de las dos capillas dispuestas en los laterales del templo, junto a la puerta de la entrada principal.
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: El Legado de María Magdalena ¡La evidencia física definitiva! https://mysteryplanet.com.ar/site/el-legado-de-maria-magdalena-la-evidencia-fisica-definitiva/ |
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Prisciliano predicaba una doctrina gnóstica, que tuvo un notable éxito en el norte de Hispania y en el sur de la Galia. Casi todos los lugares relacionados con el Camino están salpicados de referencias toponímicas a Oc.
No es casual que una a Compostela con María de Magdala y el Secreto del Grial, en el Languedoc francés, situándonos en el entorno de Rennes le Chteau, una de las claves del enigma. Fue en el Monasterio de Santa María de Oia, en su iglesia monacal cisterciense del siglo XII, donde encontré la primera pista. Allí se encontraba un retablo que describía la venida del Espíritu Santo.
Por un lado, llamó mi atención su gran parecido con el sello de los Caballeros Templarios de la abadía de Notre Dame du Mont Sion. Por otro, la figura central representaba a Magdalena rodeada por los apóstoles, mientras el Espíritu Santo en forma de paloma descendía sobre ellos.
IZQUIERDA: Retablo de Maria Magdalena con los apóstoles. CENTRO: Sello templario de la abadía du Mont de Sión. DERECHA: Monasterio de Santa María de Oia (Pontevedra).
https://revistavocesdelmisterio.wordpress.com/2014/02/07/el-legado-de-maria-magdalena-la-evidencia-fisica-definitiva/ |
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Descripción
El Monasterio de Santa María de Oia, monumento principal del municipio, comenzó a construirse a mediados del siglo XII, durante el mandato del rey gallego Alfonso VII. En el interior de sus muros se reunieron monjes que previamente habitaban distintos puntos de la comarca. En 1185 pasó a formar parte de la Orden del Císter. Cuenta con elementos románicos, góticos y barrocos, fruto de las reformas y modificaciones que sufrió hasta finales del siglo XVIII. La iglesia presenta tres naves dispuestas en planta de cruz latina. El coro es del S. XVII y la fachada de estilo barroco de fines del S. XVIII. Gracias a su estratégico emplazamiento (está situado justo a la orilla del mar), Santa María de Oia jugó un importante papel en la defensa de la costa. En 1624 los monjes lograron desbaratar un ataque de la flota turca, lo que llevó al Felipe IV a conceder al monasterio el título de "Real". Tras la Desamortización de 1835 pasó a ser de propiedad privada, aunque la iglesia funciona como templo parroquial.
https://www.turismo.gal/recurso/-/detalle/4605/santa-maria-de-oia?langId=es_ES&tp=8&ctre=33 |
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Entre 18 mil postulantes, la NASA eligió 12 nuevos astronautas: 7 hombres y 5 mujeres
07/06/2017-20:21Vida
El proceso de elección tuvo el mayor número de solicitantes de la historia.
Selfie. Los 12 nuevos astronautas seleccionados por la NASA. AFP
La NASA seleccionó a siete hombres y cinco mujeres como sus nuevos astronautas, en un proceso de selección que tuvo el mayor número de solicitantes de su historia.
Los 12 nuevos astronautas seleccionados por la NASA. (Michael Ciaglo/Houston Chronicle via AP)
El anuncio de la promoción de astronautas del 2017 se hizo en el Centro Espacial Johnson, en Houston, que contó con la presencia del vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence.
“
Ustedes son lo mejor de nosotros. Con el presidente Donald Trump, Estados Unidos liderará en el espacio una vez más y el mundo se maravillará.
Mike Pence, vicepresidente de los Estados Unidos
http://eju.tv/2017/06/entre-18-mil-postulantes-la-nasa-eligio-12-nuevos-astronautas-7-hombres-y-5-mujeres/
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Pentecostés (el Greco)
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Pentecostés es una obra de El Greco, realizada entre 1597 y 1600 durante su último periodo toledano. Se exhibe en una de las salas del Museo Nacional del Prado en Madrid, España. Pertenecía al conjunto pintado para el retablo de doña María de Aragón.
En 1596, El Greco se comprometió a realizar el retablo de la iglesia del colegio de doña María de Aragón, un seminario de la orden agustina. El nombre popular alude a doña María de Aragón, la mecenas que pagó las obras. El Greco recibió el encargo del Consejo de Castilla, que se había hecho cargo de las obras después de la muerte de doña María. Existen documentos que atestiguan que debía realizarse en tres años y se valoró el trabajo en algo más de sesenta y tres mil reales, el precio más alto que consiguió en su vida. Sin embargo no hay referencias del número de cuadros que lo formaban, ni de la estructura del retablo, ni de la temática tratada.
Esta obra formaba de la parte superior del retablo. En ella, como en muchas de las demás piezas, El Greco organizó la composición a base de un triángulo invertido. La escena gira en torno a la Virgen María, María Magdalena y los Apóstoles. Al fondo se encuentra la paloma del Espíritu Santo, que irradia una luz que ilumina todo el escenario e incide en el vestuario de los personajes.
La escena, basada en un pasaje relatado en los Hechos de los Apóstoles, utiliza figuras alargadas que se alejan del tradicional estereotipo de belleza clásica. No existe una sensación de perspectiva, mientras que los tonos fuertes de ciertas secciones son herencia directa de Tintoretto y Miguel Ángel.
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Himno en Tono I
Guardando Sus mandamientos y leyes santas, oh Santa María Magdalena, seguiste a Cristo quien por nuestra causa nació de la Virgen, Y celebrando tu santa memoria hoy, ¡Nosotros recibimos el perdón de nuestros pecados y transgresiones por tus oraciones!
Fondo de Escritorio
Equiapostolica Santa María Magdalena.
4 de agosto (22 de julio según el calendario eclesiástico).
Santa María Magdalena, Mirófora (portadora de la mirra), nació en la cuidad de Magdala a orillas de lago Genesaret, en la región norte en la Tierra Santa. Esta pintoresca tierra es rica por sus frutas y pescado. Sus habitantes se distinguían de otros palestinos por su espontaneidad, por carácter fogoso y por su espíritu abnegado. Estas cualidades también eran propias de María Magdalena.
Desde su juventud María sufrió una posesión demoníaca. Por una coincidencia de circunstancias, o mejor dicho, por la misericordia divina, María tuvo un encuentro con nuestro Señor Jesucristo, cuando El, predicando el Evangelio, visitó sus tierras. El Señor se compadeció y expulsó a 7 demonios que la invadían, brindándole, de esta manera, una curación tanto física, como espiritual. Desde este momento María abandonó todo y se convirtió en una discípula de Cristo, sirviéndolo con otras virtuosas mujeres.
Cuando Cristo fue llevado ante Pilatos para ser injuriado, los discípulos vacilaron en su fe y huyeron, pero María no abandonó al Señor; estuvo junto a la cruz al lado de la Purísima Madre de Dios y el apóstol Juan, el discípulo mas querido. Fue ella quien acompañó el cuerpo del Salvador cuando fue llevado a Su tumba en el jardín de José de Arimathea y allí untó el Cuerpo con el precioso mirra y las sustancias aromáticas. Por ello fue llamada portadora del mirra. Los funerales del cuerpo del Cristo fueron realizados de una manera muy apresurada, ya que era un viernes, y dentro de algunas horas, al anochecer, debía comenzar la festividad de la Pascua Judía.
Al día siguiente después de la Pascua, un domingo en la temprana mañana, cuando la oscuridad cubría todavía la tierra, María fue la primera en llegar a la tumba, para finalizar el rito de la sepultura del Cuerpo del Salvador. Durante su camino a la tumba, pensaba como iba a poder mover la roca a la entrada de la tumba que era muy pesada. Cuando llegó a la cueva, vio que la roca ya estaba apartada. Entonces, se apresuró a regresar al lugar donde estaban los apóstoles y les contó a Pedro y a Juan lo que había sucedido. Los Apóstoles fueron corriendo a la sepultura. Al encontrar los velos funerarios, los apóstoles se fueron. María llegando después de los apóstoles, entró en la cueva donde estaba la tumba y comenzó a llorar. Entonces vio a dos jóvenes vestidos en blanco. Eran dos ángeles. Uno de ellos preguntó: "Mujer, porque lloras? a quien buscas?" María respondió: "Se llevaron a mi Señor y no sé donde le han puesto." Al pronunciar estas palabras volvió la cabeza y vio a Jesucristo. Pero no lo reconoció. Pensando que era el hortelano, le dijo: "Señor, si tu lo has llevado, dime donde lo has puesto..." Jesús le dijo: "María!" y reconoció ella Su voz familiar y vió que era el Salvador que había Resucitado. En un ímpetu de alegría se postró María a Sus pies.
Ese mismo día por tercera vez, María fue digna de ver al Salvador Resucitado, cuando, junto a otras mujeres portadoras del mirra, volvió a la sepultura. Les contó a los apóstoles sobre las apariciones del Salvador, pero ellos no le creyeron. Después de la Ascensión de Señor, María, junto a los apóstoles fue digna de la Gracia de Dios del Espíritu Santo en el día del Pentecostés. María, testigo de la vida y de los milagros del Salvador, recorrió numerosos países predicado el cristianismo.
Se dice que, predicando en Roma, fue al palacio del emperador Tiberio. Durante la audiencia le habló al emperador del Señor Jesucristo, de Sus enseñanzas y de Su Resurrección de la muerte. El emperador dudó de la Resurrección y pidió alguna evidencia de ello. Entonces María tomó un huevo cocido que estaba sobre una mesa y entregándoselo le dijo: "Cristo resucito!" Mientras pronunciaba estas palabras, el huevo blanco, que tenia en sus manos el emperador, se puso de color rojo vivo.(Este acontecimiento esta muy bien representando en la pared oriental del altar del hermoso templo de Santa María Magdalena que se encuentra en el jardín de Gethsemani y que fue construido por el emperador ruso Alejandro III en el año 1886. La Santa esta humildemente vestida de blanco al estilo apostólico, frente al emperador Tiberio, el cual se encuentra rodeado de guardaespaldas. En su extendida mano, ella sostiene un huevo rojo). En el día de su conmemoración, en el jardín Gethsemani, después de la Santa Misa, a los peregrinos les ofrecían huevos rojos pascuales con las palabras: "Cristo resucito!"
Después de Roma, María Magdalena fue a Efes y allí ayudo en la predicación al apóstol Juan Teólogo. Las circunstancias de su muerte son desconocidas. Durante el gobierno del emperador León (886-912)sus imperecederas reliquias fueron llevadas a Constantinopla. Los soldados de las cruzadas fueron los que llevaron las reliquias de la santa a Roma. El Papa Honorio II (1216-1227) las depositó debajo del altar de San Juan Letran (uno de los mas antiguos templos de Roma).
http://www.iglesiaortodoxa.cl/especiales/santa%20maria%20magdalena.htm |
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Arribada de María Magdalena a les Stes. ... Organización de las diócesis VS seguidores de María Magdalena en las Galias:… ... Prisciliano, el obispo hereje:…
Prisciliano daba enseñanza oral a sus seguidores. Les alentaba a leer ... priscilianistas. La Iglesia las prohíbe enseñar; es decir, las aísla como a la Magdalena.
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16 jun. 2010 - Prisciliano cuestionó muchas cosas, y le tocó perder” (Luis Racionero) .... Hoy mismo podria ser otro Miret Magdalena, Rahner o Torres ...
8 may. 2019 - Subido por caminando el sendero
Rastreamos las huellas del apostolado de María Magdalena en Francia, así como revelamos la verdad oculta ...
María Magdalena: Falsa prostituta I - Colección de artículos sobre prehistoria, ... en la iglesia es la decapitación, condenado por hereje, de prisciliano el cual, ...
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Después del artículo de julio seguimos profundizando en el personaje de María Magdalena, en este caso nos centramos en los materiales con que se ha construido su leyenda, en cómo y cuándo creemos que se ha ido forjando como arquetipo y en la manera en que este pudo estar presente en Doñana.
Desde el s. iv en adelante, hemos visto como el personaje de María Magdalena ha ido creciendo en contenido, cómo ha ido aglutinando descontentos y recogiendo pacientemente muchos de aquellos valores que nuestra sociedad actual ha ido marginando por considerarlos en general “poco valiosos”. El desprecio por lo no medible, por lo no fácilmente objetivable, Ha ido arrinconando muchos saberes antiguos… María Magdalena, como virgen negra, parece que se ha convertido poco menos que en la patrona de todos ellos.
Rastros inéditos de María Magdalena en Doñana
Por Taíd Rodríguez Septiembre 2015
María Magdalena, junto con su hermano Lázaro, su hermana Marta y Máximo, uno de los sesenta y dos discípulos elegidos por Jesús, desembarcaron hacia mediados del siglo i en las playas de la actual población de Les Saintes Maries de la Mer, muy cerca de Marsella, huyendo de la persecución desencadenada contra los seguidores del ajusticiado en la cruz. Allí, en Provenza, en la desembocadura del Ródano, llevaron a cabo una intensa labor de predicación de las enseñanzas aprendidas junto a aquél. Lázaro en Marsella, Máximo en Aix, Marta en Tarascón y María Magdalena partout, como dirían los franceses, por todos lados. Como recuerdo de aquella misión quedan en Provenza infinitud de leyendas, documentos y monumentos que fueron en el pasado y siguen siendo en el presente objetos de una devoción singular. Pero, como si fuera en un pequeño espejo, también en Doñana podemos encontrar ecos de esa devoción.
- Rasgos de María Magdalena como símbolo
En los momentos de mayor auge de la secularización, sólo la figura de María Magdalena parece no perder fuerza dentro del cuadro de la religión cristiana. Sólo la figura de María Magdalena (aparte de la figura del Papa y de la de Jesús) sigue despertando el interés de todos, sólo sobre ella se escriben cada año uno o dos libros en cada país, sólo ella protagoniza novelas de intriga, sólo su figura da pie a las más atrevidas y disparatadas conclusiones que, ciertamente, y a menudo no sin razón, atentan contra la integridad de la iglesia como institución, pero que a la vez sostienen la existencia de la iglesia como comunión (como común-unión), identificándonos unos con otros en nuestro interés por ella más allá de dogmas, jerarquías y fronteras. Pero tras este vivo interés por la figura de María de Magdala se trasluce algo más que el simple interés por la biografía histórica, parece que hay, mucho más allá, un interés por lo que simboliza, por lo que evoca. Y lo que simboliza, entre otras cosas, es la enseñanza privada (no pública) que Jesús trasmitió a sus discípulos y, en general, simboliza toda enseñanza transmitida pero no publicada. Es bastante humilde en este sentido, porque sabe, pero no revela. Por eso se la ha representado en muchas ocasiones como una virgen oscura, una virgen negra.
Por esta vía bien puede María Magdalena llamarse con plena razón la verdadera apóstol de Provenza. Quiero decir que, más allá de que como personaje histórico haya o no haya existido (por lo menos tal y como nos lo cuentan), y que haya o no haya venido físicamente a Provenza, lo que es innegable es que la idea que más tarde simbolizaría con toda su fuerza y con todo su esplendor en los siglos xii y xiii debió llegar a la desembocadura del Ródano hacia la fecha referida, puesto que ya en el siglo iv esa misma idea se encontraba muy notable y notoriamente desarrollada. No es sencillo definir qué es “eso” que vino, y que después fue asociado íntimamente con María de Magdala, pero desde luego tenía que ver con un reconocimiento más menos explícito de que la mujer no había venido a este mundo tan solo para atender a su marido. Tenía que ver más bien con reconocer que la mujer tenía capacidad por sí misma (y no delegada por su marido, su padre, su hermano o su hijo), no sólo para acudir a las reuniones públicas sino para hablar en ellas, e incluso para predicar públicamente lo que del mundo por su experiencia hubiera conocido. De ahí a que ese reconocimiento social pasara a ser un reconocimiento jurídico sólo había un paso. Un paso que ni la iglesia cristiana de occidente ni la de oriente estuvieron dispuestas a facilitar por aquellas fechas.
Pero además de tener que ver con eso hay en el personaje de María Magdalena un eco mucho más profundo, una resonancia lejana que nos dice que hay algo sustancial que se está tapando, que hay algún camino que estamos cerrando. De María Magdalena como símbolo nos queda mucho por descubrir, pero de lo poco que se ha destapado ya se puede entrever qué se echaba en falta entonces y qué se echa en falta todavía hoy. Actualmente existe ya un reconocimiento jurídico de la mujer, sin embargo su éxito y su reconocimiento social pasan todavía por seguir como mujer el camino marcado por el hombre. No tiene su propio modelo, o bien su modelo está basado en el modelo de éxito masculino, o incluso calcado del mismo. El varón, a su vez, tampoco tiene un modelo alternativo.
El modelo de éxito social es por tanto único (esta es una de las características principales de nuestro sistema social, y lo era ya en época romana), y la ausencia de otros modelos de éxito y de otras vías que otorguen un reconocimiento social es patente. La razón por la que el modelo es único está más o menos clara: hemos caminado durante demasiado tiempo, como sociedad, por la cuerda floja de la competitividad. Nos hemos hartado de beber en un lema olímpico mal comprendido: “más rápido, más alto, más fuerte”.
Para que la sociedad pueda ser competitiva tiene que organizarse de manera que todo se pueda medir, para poder ser comparado después. Así, nos pasamos la vida midiendo, comparando, midiendo, comparando. Esas mediciones, a su vez, tienen que ser, claro está, objetivas. Nos tenemos que poner todos de acuerdo en qué tonos del blanco son blanco, cuáles son hueso y cuáles son perla. En qué es un centímetro, y qué es en relación a una pulgada. Es decir, un tremendo lío y un esfuerzo tremendo de análisis y medición constante del entorno físico ¡e incluso sentimental! Esta necesidad de objetivarlo todo, hasta los sentimientos más recónditos, es lo que nos hace sensibles a una imagen oscura como la de María de Magdala. Porque ésta simboliza todo lo contrario. Simboliza que todo lo oculto, lo no visible, lo no objetivable, lo no medible, está ahí, y está actuando queramos aceptarlo o no. Y si el símbolo de esto es una mujer tal vez sea porque la mujer, por su propia naturaleza biológica distinta a la del hombre, es mucho más sensible a estos cambios “ocultos”, por ejemplo a los cambios de ciclo, y su personalidad, por lo tanto, es mucho más variable, mucho más voluble, mucho más subjetiva, infinitamente más compleja e imprevisible.
Una reivindicación del papel social de la mujer, por una parte; una reivindicación del papel de lo que está tapado u oculto, por otra. Ambas nociones se asociaron a la perfección en las diversas tradiciones y leyendas que alumbraron, por lo menos a partir del s. iv, la imagen y el arquetipo de María de Magdala.
- Rastros históricos del desarrollo de este ideal en Hispania y el sur de Galia
Fue Prisciliano, en el s. iv, quien por primera vez trató de generar un modelo alternativo al propuesto por el Imperio Romano, aprovechando la franca decadencia y la cada vez más notable falta de fuerzas y recursos de éste. Se basaba, además de en todo esto que hemos venido diciendo, en la recuperación de una parte de lo que de los cultos celtas e iberos había sobrevivido. En este intento, la recuperación de las creencias sobre los ciclos de siete (común a iberos y hebreos), sobre la influencia de los astros sobre las plantas, los animales y las personas, sobre la existencia de diversos tipos de corrientes telúricas, sobre las diferentes propiedades de los minerales y de las piedras preciosas, así como de los distintos tipos de alimentos, etc…, – parte todo ello de un mundo bastante opaco y desconocido para las tradiciones romanas, mucho más prácticas -, no tardó en chocar con la forma de ver las cosas del envejecido patriciado que rodeaba no sólo al emperador, sino también al Papa. Y pareció chocar en particular con la forma de ver las cosas que tenía por aquel entonces un alto funcionario imperial, luego obispo, llamado Ambrosio de Milán.
Sin embargo, el priscilianismo caló tanto, tan rápido, y supo ver tan profundamente dónde radicaban las necesidades de las gentes, que pronto surgieron rivalidades con los obispos vecinos, quizá temerosos de verse faltos de clientes, y se produjeron los primeros enfrentamientos y las primeras denuncias. Pero Prisciliano resultó ser un rival de una erudición formidable, con un conocimiento de las Escrituras poco común, bebiendo de muchos tipos de fuentes cristianas distintas (no existía en aquellos tiempos un índice de Evangelios apócrifos, la necesidad de crearlo se vio, precisamente, entonces), por lo que resultaba en extremo difícil refutar teológicamente lo que él enseñaba. También su forma de vida era intachable: austera, sobria, siempre buscaba el diálogo con quienes le atacaban antes que el enfrentamiento directo o el recurso a las autoridades afines para que resolvieran a su favor. Esto molestaba aún más a sus enemigos, porque públicamente los dejaba en bastante mala posición. Su dominio de la palabra, de la oratoria, fue uno de los rasgos que más huellas documentales ha dejado.
Por otro lado, los obispos de su tiempo eran más bien una extensión de los funcionarios romanos de carrera de antaño (véase el mismo Ambrosio de Milán), sucedáneos o simplemente sustitutos de éstos en las ciudades. Eran, por tanto, muy legalistas, muy conocedores de los códigos, enormemente aficionados a las reglas fijas e inflexibles que rigen toda burocracia estatal, pero muy poco partidarios de llevar una vida austera y, desde luego, “muy poco dados a llevar la Palabra más allá de las pocas calles bien asfaltadas de su ciudad”. Hay que decir que en aquella época, el s. iv, el cristianismo estaba en Hispania, en Galia y en Italia muy limitado al ámbito urbano, donde moraban las familias ligadas a la administración imperial, que eran quienes lo habían acogido con más énfasis como consecuencia de que su propio jefe, el emperador, lo acogiese primero. El resto, el inmenso territorio rural dependiente de la ciudad, organizado en pagus, permanecía “pagano”, prácticamente ajeno al cristianismo, anclado todavía y durante mucho tiempo más a la infinidad de supersticiones de todo tipo en que habían derivado las creencias antiguas, toda vez que Roma había acabado con sus pontífices y sus jefes y superpuesto sobre ellas su propio culto imperial.
Este unir su destino al poder de que hizo gala la Iglesia cristiana (siguiendo la vía abierta por Pablo de Tarso) dio lugar a situaciones desconcertantes y curiosas, sobre todo en la parte occidental del imperio: así como el emperador de turno mudaba de parecer, o era sucedido por un emperador de distinta fe, al instante toda la administración imperial romana mudaba también de parecer Si el emperador decidía pasarse al arrianismo, la administración imperial, incluido los obispos, se hacían arrianos. Si le daba por volver a la fe que a partir del 325 se llamó nicena, toda la administración imperial, incluidos los obispos, dejaban al instante de ser arrianos para hacerse nicenos. Y los obispos que en el camino no habían podido o no habían querido renegar de su fe, se encontraban a menudo apartados de sus sedes y de las comunidades que los habían elegido (las comunidades cristianas elegían por entonces a sus propios obispos). Y éstas apartadas de aquellos. De manera que muy pronto abundaron la duplicidad y hasta triplicidad de obispos por sede, lo que generó infinidad de problemas y rivalidades.
En medio de este caos el priscilianismo, con su firmeza, con su vocación evangélica, con su estilo de vida impecable, alejado de los vaivenes del poder imperial y muy crítico con ellos, se hizo rápidamente con la adhesión de muchos fieles descontentos con la actitud de sus obispos. Pero por la propia naturaleza sincrética de su cristianismo, muy cercano a las creencias tan arraigadas de las gentes que moraban en los pagos, en los campos, en los montes, daba lugar a que esos mismos obispos rivales pudiesen acusarlo de practicar un cristianismo extraño y heterodoxo, desde luego con variantes del culto no vistas antes.
La persistencia de sus enemigos logró finalmente que se convocasen dos concilios, primero uno en Zaragoza, luego otro en el sur de Francia. A ninguno de los dos fue invitado Prisciliano, ni acudió representante suyo alguno. Sus conclusiones, que resultaron, como era previsible, contrarias a los priscilianistas, y que en el caso del segundo concilio suponían su exclusión de la Iglesia y el embargo de sus bienes, fueron recurridas por Prisciliano en persona, ante el Papa primero y ante el Emperador después. Tuvo éxito y obtuvo la revocación de la orden de persecución. Sin embargo, la muerte del emperador a manos de un usurpador en el año 383 y la muerte del Papa al año siguiente dieron ocasión a que sus enemigos volviesen a la carga. Se retomó el edicto de persecución y embargo de los bienes de los priscilianistas y una segunda vez puso Prisciliano rumbo a Roma. En esta ocasión Ambrosio aconsejó al nuevo Papa no recibirlo, y ante el nuevo emperador, ya advertido, que se encontraba en Tréveris, no obtuvo el éxito esperado. Allí mismo fue apresado y llevado ante un tribunal imperial bajo la acusación de brujería o de practicar las artes mágicas, que conllevaba la pena de muerte. Fue hallado culpable y decapitado, y contra sus partidarios pesó de nuevo orden de persecución, captura y requisa de sus bienes, orden que esta vez fue ejecutada y que estuvo vigente hasta la intervención de Martín de Tours a favor de los priscilianistas. (Todavía se conserva en el pueblo de Frómista, en Palencia, la bella iglesia románica que coronaba el monasterio de San Martín de Tours erigido por la reina doña Mayor en honor de aquél, tal vez recordando, cinco siglos después, esta intervención).
En su lucha contra el priscilianismo la iglesia de la parte occidental del imperio hubo de emplearse a fondo. Se vio en la tesitura de tener que definirse a sí misma frente a aquél, dotarse de herramientas que definieran su posición y clarificar una infinitud de puntos referentes al culto que hasta entonces no habían sido claramente definidos. Se elaboró la lista de Evangelios canónicos y se encargó una nueva traducción de los mismos. Se definieron los sacramentos y la forma de impartirlos. Finalmente, se pusieron todas estas normas por escrito, se elevaron a la categoría de dogma y se ratificaron ante un gran concilio ecuménico reunido en Constantinopla, en el año 381.
Pero más allá de una heterodoxia cierta en la forma de ejecutar los ritos cristianos, lo que de verdad preocupaba a Roma era que el priscilianismo proponía un modelo social que en muchos aspectos recuerda a lo que después serían los grandes monasterios, un modelo social con un ideal de vida casi monástico. El problema es complejo, pero ayuda bastante a definir cómo y con qué elementos se construyó después en occidente el arquetipo de María de Magdala. El priscilianismo concebía dos grupos de personas: fieles y abades o maestros espirituales. Para los segundos el ideal de vida era de un rigorismo hasta entonces desconocido (el que tanto alarmó a muchos obispos). Los fieles, en cambio, tenían a su disposición otros ideales de vida. Sin embargo, resultó que a menudo éstos renunciaron al ideal de vida propio de su estado para aceptar el ideal de vida ascético. Se organizaron comunidades familiares en el entorno rural (origen seguramente de muchas villas rurales y de algún cortijo que otro) y se hacía traer a un “abad” que dirigiese la vida espiritual de la comunidad. Muchos bienes se poseerían en común, la renuncia a los bienes raíces de la persona promotora sería frecuente y, desde luego, era frecuente entregar los niños al obispo-abad para que él los educase. En la familia o familias principales que así se unían se incluían así mismo, los sirvientes, los colonos, etc…
La figura sacra del Pater familias y el modelo de familia único imperante se ponían abiertamente en cuestión, y Roma enseguida intuyó lo peligroso de esta posición. Decapitó ipso facto a Prisciliano, pero el sentido meramente procreador de la existencia y la finalidad casi exclusivamente económica de la familia habían sido ya puestos muy claramente en duda. Esto hizo mucho daño. A continuación, la marea de leyendas y vidas de María Magdalena que se sucedieron empezaron a hacer hincapié en aquella parte de su vida que la santa había dedicado a la contemplación y a la vida eremítica, mientras que con anterioridad las leyendas se habían centrado en su aspecto de pecadora y prostituta. El cambio de paradigma, radical, debe de estar relacionado con la difusión del ideal de vida transmitido por el priscilianismo.
Este ideal, como hemos visto, se refugió más que nunca en los potentiores, es decir, en las clases con posibles, donde había encontrado muchos de sus más firmes apoyos. Muchas pesquisas contra seguidores del priscilianismo en Provenza y en Cataluña fueron cortadas de raíz por los potentioreslocales, a cuyo cargo estaban las unidades militares de turno. A menudo, muchas de estas pesquisas les apuntaban precisamente a ellos o a sus familiares. Pero el poder del emperador, para entonces, se encontraba ya totalmente resquebrajado y no pasaba de la ciudad de Roma. Esto, y su fuerte penetración en los espacios no urbanos, fue lo que hizo que muchos de los ideales priscilianistas perviviesen y alimentasen muchos años después los del catarismo, que en su momento álgido se caracterizó, entre otras cosas, por ese doble ideal de vida propuesto, y por la enorme influencia social, política, religiosa y económica que alcanzaron las mujeres nobles occitanas y aquitanas, cuyo referente más espléndido son las de la casa de Foix.
En sus respectivas cortes tomó cuerpo definitivamente el ideal de la dama, ideal subjetivo donde los haya (y si no que le pregunten a Sancho Panza su opinión sobre la belleza de Dulcinea), se prestó oídos a los trovadores y a la poesía trovadoresca, se alimentó el ideal de nobleza vinculado a la capacidad y no a la herencia, se gestaron las leyes de caballería, y se dio cuerpo y forma al símbolo del grial, símbolo por excelencia de María Magdalena y de su iglesia.
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