Publicado en el año 2020, el filósofo francés Mark Alizart nos presenta un trabajo donde analiza el origen y desarrollo de la más famosa de las criptomonedas, el bitcoin, con el fin de explicar y justificar por qué en el software libre blockchain se encontraría la clave para cumplir el objetivo político de Marx: destruir el Estado y crear una sociedad comunista, pero fundada en la criptografía y no en la lucha de clases.
Mark Alizart es un filósofo francés contemporáneo que desde hace aproximadamente una década viene publicando obras en las que discute temáticas contemporáneas desde su particular óptica filosófica: entre sus trabajos destacados está Teología Pop (2015), donde afirma que la sociedad del entretenimiento, el ocio y el consumo debe su forma a la religión, y más específicamente a la ética protestante que Max Weber y su interpretación del capitalismo; en Golpe de estado climático (2020) denuncia la voluntad política de que el clima esté en crisis debido a que vivimos en un golpe “carbofascista” contra la humanidad y la única salida es pensar las condiciones de una revolución en favor de un verdadero “ecosocialismo”. Finalmente llegamos a su último trabajo que vamos a analizar en este artículo Criptocomunismo, un libro donde abundan las tesis, afirmaciones y criticas al marxismo de toda forma y color (sin mucho fundamento) pensando en la tecnología blockchain como herramienta emancipadora y salvadora de la humanidad frente a las crisis económicas (pasadas y venideras).
Apropiación colectiva de los medios de producción monetaria
Corría el año 2008 cuando en los Estados Unidos de Norteamérica estalló la “burbuja inmobiliaria”, o la crisis más importante de la historia contemporánea del capitalismo; el gobierno norteamericano, para evitar la caída y posterior crack financiero de su país, decide socializar las pérdidas de la banca privada absorbiendo sus deudas con fondos públicos y generando una situación de crisis económica y social en la población trabajadora que se tradujo en la expropiación (lisa y llana) de ahorros particulares y viviendas hipotecadas.
El 1.° de noviembre del 2008 un usuario con el seudónimo de Satoshi Nakamoto subió a la red una publicación titulada: “Bitcoin: un sistema de efectivo electrónico de usuario a usuario”. En dicho texto se sientan las bases de los protocolos de programación que dan por resultado el modelo criptográfico que da nacimiento a la primera criptomoneda: el bitcoin. En respuesta al rescate financiero de la banca privada por parte de la Reserva Federal de los EE. UU., Satoshi propone la creación de una cyber-moneda que sirva de resguardo y protección de los ahorros particulares ante una nueva amenaza de rescate de los bancos privados por parte del gobierno federal usando fondos públicos.
Para Alizart, el “bitcoin fue concebido para proteger el ahorro privado, para salvarlo de la voracidad de los gobiernos, aún en el caso de que se tratara de participar en un esfuerzo colectivo, incluso sobre todo en el caso de que se tratara de ‘socializar’ las perdidas” [1].
Cripto la solución
Según Alizart, en el software libre bitcoin se encuentra la clave para destruir al Estado y lograr una representación individual lo más directa y menos mediada posible. Todo un programa político revolucionario en el código de un software: “Bitcoin es un algoritmo de fe. Al permitir librarse matemáticamente de los ‘terceros de confianza’, bitcoin es una máquina de producir fe y libertad” [2].
En ese sentido Alizart nos plantea que en la filosofía blockchain del bitcoin se encuentran elementos de corte político que permitirían lograr un nuevo tipo de organización social comunitaria nunca antes vista por la humanidad, “una nueva ley, una nueva Iglesia y un nuevo Estado”, pero no de cualquier tipo ni de cualquier forma: esta será una revolución histórica más austera que las “reformas de Lutero” y con una voluntad general más fuerte que la “república de Rousseau”.
Entonces llegamos así a la tesis principal del libro: “el régimen teológico-político que la Cripto finalmente establecerá no es el ‘criptoanarquismo’. Por el contrario, es un régimen conocido precisamente por hacer que las personas reconozcan que viven en comunidades y no como átomos separados” [3]; es a partir de este uso de las criptomonedas que nacerá el “Criptocomunismo”.
La batería de argumentos a favor del universo Cripto van desde la no existencia de mediadores, el refuerzo de los lazos comunitarios, la destrucción organizada del Estado, minando lo que Alizart identifica como el corazón del capitalismo en el monopolio de producir dinero fiduciario (se llama dinero fiduciario al que se basa en la fe o confianza de la comunidad, es decir, se respalda por una promesa de pago por parte del ente emisor). Alizart afirma (sin fundamentación histórica alguna) que la cripto-revolución socialista es posible y además pacífica, ya que a diferencia del modelo social marxista que exige cambios profundos y radicales, “el ambiente de la Cripto pretende ser pragmático. No cree más que en lo que funciona. Y pretende conducir una revolución pacífica, ya que solamente está hecha por ingenieros desprovistos de prejuicios filosóficos” [4].
Según Alizart, el bitcoin va a permitir todo un universo de reformas estructurales de tinte mesiánico y profético que van desde el debilitamiento progresivo del capitalismo internacional, que va a colapsar a partir del momento en que el bitcoin suplante al dólar como unidad de valor mundial [¡¿?!], hasta el fin de la guerras entre Estados, que será posible ya que no van a poder financiar sus conflictos bélicos debido a que al no tener el monopolio de la moneda no van a poder recaudar impuestos.
Qué es un blockchain y cómo funciona
Pero ¿qué es lo novedoso o vanguardista de todo este asunto de la criptografía y el blockchain? Para Mark Alizart la creación del software libre blockchain (cadena de bloques) representa un salto cualitativo, cuantitativo y evolutivo en la historia de la humanidad. Pero vamos por partes.
El blockchain o cadena de bloques es una teoría de encriptamiento que Satoshi Nakamoto subió a la red en el 2008, cuando se minó (programó) el primer bloque de bitcoins de la historia. Según Satoshi, el protocolo de programación del blockchain es la respuesta a una teoría de juegos llamada El problema de los generales Bizantinos en donde la solución que se busca encontrar es cómo manejar información de forma segura y descentralizada. La paradoja es la siguiente: el ejercito invasor amenazada la ciudad y el comandante defensor debe dar la orden de atacar, pero debe ser en simultáneo entre todos sus ejércitos, si no la defensa pierde efectividad. Hay varios generales apostados listos para atacar, pero sus ejércitos están en posiciones separadas e incomunicadas, el único nexo comunicador es el mensajero oficial que debe llevar la orden en forma y tiempo a cada general para que sepan a qué hora exacta atacar; y es aquí donde surgen los problemas: ¿cómo sabemos si llegó el mensaje? ¿Cómo sabemos si el mensaje fue capturado? Y ¿óomo sabemos que el mensaje no fue alterado por un general traidor? La solución que propone Satoshi a este dilema es el protocolo blockchain.
Podemos definir el blockchain como un protocolo de programación para compartir información en internet, un protocolo de interacciones virtuales descentralizadas que permite intercambio de información entre bloques de datos. O sea: es una sintaxis digital (como el “http://”), una forma de organizar la información que circula en la web.
El blockchain funcionaría como un tipo de libro contable online. La base de toda esta información no tiene un servidor central sino que es público. Los registros contables son distribuidos en miles de computadoras, llamadas nodos, conectadas a internet, que se actualizan con cada transacción. La cadena entera puede ser auditada por quien lo desee. Cada transacción es certificada mediante pruebas de trabajo y se encripta (no se pueden hackear), lo que significa que no se puede falsificar ni adulterar; la cadena se verifica constantemente en cada operación. Y funciona con un esquema de dos claves, una pública y una privada. La clave pública autoriza a recibir bitcoins, mientras que la privada autoriza a que uno mueva los propios. En definitiva, el uso de las claves autoriza que las transacciones queden registradas en la cadena de bloques, evidencia de que los bitcoins han pasado de mano y pertenecen a un determinado usuario.
Hablemos también con Satoshi
Como vimos, Alizar sostiene que el bitcoin es mucho más que una simple moneda, sino una manifestación social de valor, ya que según él los bitcoins son una relación social cuyo valor esta determinado por la energía/electricidad necesaria para crearlo: “Bitcoin es energía cautiva (la energía que se necesita para crackear el criptograma)” [5].
En ese sentido Alizart afirma que el bitcoin no puede caer en el fetichismo de las monedas debido a dos razones: la primera consiste en que su valor esta determinado por su costo energético, y por otro lado que no puede ser falsificado. Pero ¿cómo se estructura una cadena de bitcoins? Un bloque minado de toda una cadena, uno solo, contiene 50 bitcoins. Y de la misma manera en que 1 peso esta compuesto de 100 centavos, un bitcoin esta compuesto por 100 millones de satoshis –un satoshi es la unidad mínima de un bitcoin–. Y es acá donde está lo esencial del bitcoin, ya que cada satoshi es un hash o si se quiere: un código alfanumérico compuesto de 35 dígitos 1GZPvex89rBMtrvYfFiqWJBTp7WNU55Cs, y esto es lo infalsificable del criptograma del blockchain. El mismo Satoshi ilustra la cuestión de la siguiente manera:
La criptografía de clave pública depende del hecho de que es difícil factorizar números primos grandes. Todos saben eso. Si las transferencias de bitcoins se asignaron a una clave pública bien formada, y se requirió una firma de clave privada asociada para la futura transferencia, permitiría que las transferencias cifradas de bitcoins fueran completamente seguras.
Para validar una transacción, los nodos toman la clave pública de la firma y la usan para verificar la firma real. Si la firma es válida, habrá que ver luego los hashes de la clave pública para confirmar que coincide con la dirección de bitcoin asignada en la transacción. Actualmente el hash es de 35 caracteres de longitud, alfanumérico 26 (mayúscula) + 26 (minúscula) + 10 (números) = 62 posibles por carácter. Entonces tenemos 541,638,008,296,341,754,635,824,011,376,225,346,986,572,413,939,634,062,667,808,768 combinaciones posibles. Así que creo que no tenemos mucho trabajo por hacer en comparación con ir con fuerza bruta contra la clave privada/pública principal [6].
Cada hash es único e irrepetible dentro del universo Cripto, por lo tanto es ese el parámetro que sugiere Satoshi para determinar el valor de cada hash; no es el costo energético de su acuñación/programación/minado (contar hashes) lo que determina su valor (como sugiere Mark Alizart) sino su valor simbólico; para Satoshi Nakamoto, cada hash es una obra de arte criptográfica en sí misma, y por lo tanto su valor es socialmente determinable; no es inmune al fetiche tal como lo entiende Alizart, no son más que meras fichas intercambiables. El propio Satoshi lo definió así: “Los bitcoins no tienen dividendos o potenciales futuros dividendos, por lo que no son como una acción. Más como un coleccionable o producto” [7].
¿La tecnología logrará el comunismo?
Todas las tesis que plantea Alizart a lo largo del libro se fundamentan en dos críticas (muy superficialmente planteadas) a Marx y su visión económica, donde ataca la visión fetichista del dinero que tendría este, y un cruce mecánico y desprolijo entre el concepto de economía y termodinámica.
Según Alizart, “Marx pasó por alto el papel que juega el dinero en la economía porque pasó por alto el papel que juega la información en la termodinámica” [8]. Esta crítica de Alizart a Marx merece especial atención por dos razones: la primera es que solamente una persona que no leyó El capital (o lo miró muy superficialmente) puede sostener que Marx pasó por alto el papel que juega el dinero en la economía, ya que en todo caso Karl Marx mostró que el dinero es una relación social y no un signo, como sostenían exponentes de la economía política de su época o una “cadena de información”, como parece creer Alizart.
En segundo lugar estaría la cruza mecánica de los conceptos: economía y termodinámica. Alizart considera al bitcoin como algo más que una simple moneda digital de cambio. Él ve una “criptomoneda viviente” que como tal produce no solo un valor de uso sino también relaciones sociales y estructuras políticas nuevas. Algo similar a lo que fueron las primeras máquinas a vapor del siglo XIX, que no solamente daban ganancias increíbles (en comparación con el sistema agrícola-artesanal) sino que literalmente esas máquinas permitieron que surja una clase social nueva que posteriormente se organizó políticamente en un partido y tomó poder por medio de la revolución de 1789, dando nacimiento a una sociedad nueva. El estudio de las leyes de la termodinámica aparecen a la par de las revoluciones industriales del siglo XIX con la llegada de la máquina de vapor; el estudio de las máquinas térmicas fue fundamental para hacer más eficientes los procesos de producción lo que, desde el punto de vista capitalista, significaba una mayor eficiencia y una mayor ganancia. Para Alizart, el bitcoin es un nuevo tipo de máquina a vapor cuya producción se mide no solo por su valor de uso y su valor de cambio, sino además por el valor en sí de la información política y social que puede producir el blockchain. Resumidamente podemos decir: la criptomoneda no solo es una moneda, tampoco es solo una máquina, sino que es una “cripto-moneda viviente” que además funciona como “una máquina de producir fe y libertad”.
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Alizart ve en el bitcoin un tecno-fenómeno inédito que por sí solo va a revolucionar el sistema productivo, pero en sus afirmaciones se refleja un optimismo técnico digno de los socialistas-utópicos del siglo XVIII como Saint-Simon. Y por otro lado una “tecno-ingenuidad” escandalosa, ya que sin sonrojarse Alizart afirma que la revolución bitcoin va a ser pacífica porque la impulsan “ingenieros desprovistos de prejuicios filosóficos”, cuando si hay una lección que nos dejó en claro el siglo XX y dos guerras mundiales es que la ciencia de ninguna forma es neutral y absolutamente toda técnica o máquina que fabrica el capitalismo destila ideología. El bitcoin no está exento a eso.
Sin ir muy lejos, el propio Satoshi Nakamoto (2010) expuso públicamente en la red sus intereses políticos y morales cuando se negó a permitir que WikiLeaks use bitcoin como forma de financiamiento, ya que los problemas legales de Julian Assange y su campaña contra los secretos diplomáticos burgueses e imperialistas de EE. UU. podían “destruir la pequeña comunidad beta que todavía está en su infancia” como es bitcoin [9].
Por último, una observación de tipo técnica política: como desarrollamos arriba, el plus sociopolítico del bitcoin Alizart lo ubica en el blockchain como algo en sí mismo (es el blockchain lo que hace posible el criptocomunismo). Pero ¿qué es concretamente un blockchain?: es una sintaxis digital que ordena la información en la web, por lo tanto podemos afirmar que no es un software ni un hardware; pero entonces, sin internet no podría existir el bitcoin, el blockchain y por elevación el criptocomunismo. En sus afirmaciones Alizart demuestra que termina siendo un fetichista del dinero y la información.
A modo de cierre
El manifiesto de Mark Alizart es un conjunto de tesis, afirmaciones y criticas tan abundantes como poco desarrolladas en profundidad; apunta sus armas de la crítica contra el marxismo y el comunismo, pero sus armas son de cotillón, ya que todas sus tesis son engendros conceptuales, violentamente unidos, que dan como resultado definiciones contradictorias que son más provocadoras que teóricamente útiles; lo podemos ver en conceptos como “comunismo de las cosas”, “criptomoneda viviente”, “ingenieros sin ideología”, “máquinas que producen fe y libertad”, “termodinámica de la economía”, etc., etc.
En ese sentido podemos definir al manifiesto de Alizart Criptocomunismo como un intento retórico de querer contrabandear el concepto de comunismo bajo la idea de que una moneda emitida de forma privada (sin control estatal) y con las cadenas de información como garantía (blockchain) bastaría para disolver las cadenas de producción del capital y planificar la economía. Alizart establece una relación mecánica y superficial entre la economía y la criptografía dejando en evidencia el extremo fetichismo de dinero o información que expresa acríticamente por el bitcoin.
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Podemos afirmar que su libro es el exponente de un intento de conciliar (sin anestesia ni fundamento) corrientes como el neorreformismo y el postcapitalismo bajo el eufemismo de criptocomunismo con la idea de que se puede “superar” el capitalismo tan solo con la apropiación de los medios de producción monetarios.