"Bienaventurados (felices) los que lloran, porque recibirán consolación" (Mateo 5:4)
A simple vista pareciera una afirmación absurda decir que una persona pueda conseguir la felicidad a través del llanto, pero si esta afirmación proviene de Dios, debe movernos mínimamente a una seria consideración.
¿A qué tipo de llanto y motivo de ese llanto se refiere Jesús?
Seguramente no el causado por motivos caprichosos, egoístas o interesados. Tampoco podemos esperar que el llanto producido por diferentes pérdidas de carácter material, emocional, afectivo, o moral, implique la bendición de la bienaventuranza, aunque esto no significa que el consuelo de Dios no esté disponible en estos casos.
El llanto que lleva implícito no sólo el consuelo divino sino la felicidad, es el que nos hace derramar lágrimas de arrepentimiento por nuestra condición de pecadores y que descubre nuestra condición de "pobres en espíritu" ante Dios y ante el prójimo.
Ese llanto producido por el dolor de no poder dejar de hacer todo lo que sabemos que es malo, y no poder hacer todo lo bueno que también sabemos que nos corresponde hacer .
El llanto por nuestra extrema pobreza espiritual es el que nos lleva a la Cruz de Cristo para recibir de sus horadadas manos el perdón de todos nuestros pecados y todas las riquezas de su gracia, que si bien a nosotros nos es gratuito, a él le costó la cruz.
Si estas son las lágrimas que surcan nuestras mejillas, somos bienaventurados porque sólo falta que nos echemos en los amorosos brazos de Jesús quien dió su vida en la Cruz para remediar todo lo irremediable y si quedaran algunas lágrimas.
"Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor..." ~Apocalipsis 21:4~
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