Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Hebreos 13:8.
Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano. Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas! Hechos 26:28-29. Un día antes del fin
Un incendio había destruido varias casas de la aldea y hundido a algunas familias en la desolación. Se ignoraba la causa del siniestro. Pero se sabía que la bomba del agua del municipio no había funcionado, a pesar de que el alcalde había hecho fijar un cartel con una enérgica proclamación: «Se ruega limpiar la bomba antes de cada incendio». Por cierto, esta ingenuidad nos hace sonreír. Pero esto me recuerda el consejo de un viejo maestro de escuela dominical, quien urgía a sus alumnos a aceptar a Jesucristo como Salvador, a fin de estar listos para encontrarse con Dios. – ¿Cuándo debemos prepararnos?, preguntó uno de ellos. – Bastaría un día antes del fin de su vida. Pero como nadie puede predecir el día de su muerte, ponga este asunto en regla hoy mismo… ¡en seguida! Hoy es el término de Dios. Hoy soy pecador. Jesús quiere salvarme ahora mismo. ¿Mañana? Es el término de la despreocupación, de la indiferencia, de los proyectos… “No sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14). “No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día” (Proverbios 27:1). Si no lo ha hecho, acepte ahora mismo a Jesús como su Salvador.
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