“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré”
Salmo 28:7
Fortaleza, escudo y ayuda. Todo esto y mucho más era Dios para David. Una mirada a su agitada vida nos da la exacta dimensión de los problemas que tuvo que enfrentar. Persecución, amenazas, humillación e injusticias varias eran su pan diario. Pero él tenía un amigo fiel y poderoso al que le entregaba la defensa de su causa. Y ese era su Dios. Toda vez que la amargura asalto su corazón acudió presuroso a buscar el consuelo que el Señor le brindaba. Entonces su tristeza se convertía en alegría y sus lamentos en expresiones de júbilo y gratitud.
Amigo lector, ¿Qué vas a hacer con tus tristezas, vas a seguir soportando la pesada carga de la amargura? ¿Acaso pensás que esa es la vida que Dios eligió para vos? ¡De ninguna manera! Te animo que ahora mismo te acerques en oración a la presencia del Dios vivo, y en el nombre de su Hijo Jesucristo, derrames el dolor de tu alma, le cuentes todas tus penas. Te aseguro que experimentarás lo mismo que David. ¡Tus lágrimas serán cambiadas por risas, será quitada de tus hombros la pesada carga del dolor y cantarás alegre por tu liberación!
Fuente. Nueva Vida
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