Cuando se pierde a un ser querido nos planteamos muchas preguntas y vamos entendiendo los ciclos de la vida, inevitablemente aceptamos que las cosas ocurren independientemente de lo que nosotros deseábamos o esperábamos.
Pienso que lo natural es nacer y morir pero cuando a un ser querido le llega la hora, sea como fuere, parecemos no estar preparados, como si fuera algo que nunca pudiera ocurrir, como si estuviera ajeno a nuestra condición de humanos.
Cierto día pasa y entonces pensamos en porque no disfrutamos de esa persona, porque no aprendimos de ella, porque…. Muchas preguntas pero la respuesta está muy clara: vive con plena conciencia cada segundo, disfruta cada paso de la vida, y acepta todo lo que ocurra con alegría y buen carácter.
Hay otros mecanismos de respuesta, la culpabilidad, la depresión, el suicidio etc… pero son opciones alejadas del sentido común y que nos pueden llevar por caminos de sufrimiento que son innecesarios.
No deseo la muerte de nadie y menos de un ser querido, pero si deseo que hasta que esa hora llegue seamos capaces de vivir la vida, sin pensar tanto en lo que pasará y siendo más conscientes del presente, de lo que acontece en cada instante, por muy cotidiano que parezca.
Para entender esto solo hay que quitarse “el traje de romano” y abrir un poco nuestro corazón, sin miedo y aceptar a los que nos rodean, disfrutando de ellos sin tantos prejuicios.
En realidad pienso que la muerte no existe, sino únicamente en un plano físico y ello me provoca una pérdida del miedo a vivir la vida, sin tapujos, aprovechando cada respiración hasta que por suerte, por que Dios quiera o por que simplemente tenga que ser así, muera.
Por ello no hay que preocuparse. No me cabe duda que tras la muerte, para las grandes personas están reservados los grandes lugares.
Ese gran lugar es un regalo y ese regalo es permanecer en los corazones de los que te han querido. Eso significa ser eterno y la eternidad es inmortal.