Hola mis amados:
El dolor es algo inherente al ser humano, nadie esta exento de el y al haberlo experimentado es ahí cuando podemos entender al prójimo, pero lamentablemente el corazón del hombre hoy en día está más duro que en años anteriores, que permitamos que cuando llegue el dolor a nuestra existencia, seamos más humildes, comprensivos y sensibles, que cuando alguien requiera de nuestra ayuda estemos presto a hacerlo.
LA SABIDURIA DEL DOLOR
Todos de alguna forma u otra sufrimos en la vida, nos guste o no.
Cuando aparece el dolor, cuando llega el sufrimiento por pequeño o grande que sea, es necesario aceptarlo con paz.
Decimos que el mejor maestro es el dolor y sabe por qué, amigo lector?
Porque nos hace más sensibles y comprensivos ante el dolor ajeno, quien ha sufrido, siempre sabrá escuchar, comprender, disculpar.
El dolor nos madura, humaniza, nos hace humildes, nos hace capaz de pedir ayuda y dar consuelo.
Dicen que los ojos que han llorado ven mejor y es muy cierto, las lágrimas limpian el alma y no le impiden la entrada a Dios en nuestro corazón.
Al maestro dolor debemos tomarlo como una parte de la vida y aprender que es una forma de irnos madurando, nos hace crecer espiritualmente si sabemos sacarle provecho.
Cuando en nuestra vida todo es plenitud, salud, viajes, etc., no se elevan los ojos al cielo, todo al suelo, a lo terrenal.
Pero cuando se sufre de soledad, enfermedad, tristeza, vacío del alma, aprendemos a elevar los ojos hacia nuestro padre Dios.
La alegría fabricada es mala.
Es como una copa de alcohol que embriaga y hace olvidar por un ratito la realidad en que vivimos.
Es necesario aceptar la realidad aunque sea dolorosa, esto siempre será mejor.
El dolor nos enseña a amar, a perdonar, a ser humildes. El dolor es parte de la vida y es el mejor método para madurar.
Artículo publicado por Maria Julia Lafuente
ORAR CON AUTORIDAD
Leer | 1 Reyes 18:19-39
Dios ha dado a Sus hijos el privilegio de acudir a El para todas sus necesidades, al igual que ha prometido responderles. También ha incluido el derecho que tenemos de hacerle peticiones en favor de los demás. La Biblia nos dice que la oración del justo puede mucho (Stg. 5:16).
Para ser considerados justos a los ojos del Padre, tenemos que haber aceptado Su oferta de salvación. Antes de ser redimidos, éramos personas injustas bajo condenación (Ef. 2:1, 3). Pero, por la fe en Cristo como nuestro Salvador, somos hechos nuevos y declarados santos delante de El. Entonces, para que nuestras peticiones sean poderosas y eficaces, tienen que estar de acuerdo con Su voluntad (1 Jn. 5:14, 15). El secreto para hacer peticiones que se ajusten a Su plan, es conocer el carácter y las prioridades del Padre celestial.
Elías es un buen ejemplo de alguien que oraba con autoridad. El Señor lo envió a enfrentarse al impío rey Acab y a los 450 profetas de Baal. Se trataba de un conflicto espiritual para demostrar quien era el Dios verdadero: Baal o el Señor de Israel. Las armas de Elías eran su conocimiento del plan del Padre celestial, y la autoridad que tenía en la oración como profeta de Dios. Su petición, hecha públicamente delante de sus adversarios, armonizaba con la voluntad del Señor: que supieran quien era Dios (1 R. 18:37). Cuando Dios respondió la oración de Elías, el pueblo declaro: El Señor es el Dios, El Señor es el Dios (v. 39 NVI).
Es usted un hijo de Dios? Si lo es, puede orar con autoridad y poder espiritual, seguro de que sus peticiones están de acuerdo con la voluntad del Señor.
No hay excusa entonces para no orar cada día, Él nos ha dado la autoridad y por medio de Su Espíritu es que El obra con poder en cualquier situación o momento de la vida, esta comunicación Gloriosa con nuestro Padre nos da el privilegio de ser Sus hijos y de invocarle, creerle y mantener la comunión cada día con nuestro amado Salvador y Rey, por eso que El sepa que confiamos y dependemos de El para todo.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA
MÉTELA EN TU CORAZÓN
Según un predicador escocés, guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin. Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo. Lo que necesitan es tenerla en el corazón. -D.L. Moody-
"En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti"
Salmo 119:11
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