Hola mis amados:
Marcar las vidas de los demás solo se obtiene al obrar como lo haría nuestro amado Salvador, El desea que todos los hombres sean salvos y conozcan Su amor para que le amen a El sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, por eso al seguir Sus pisadas somos diferentes, procedemos como Él lo haría y los demás lo notan, por tanto que seamos hacedores de Su Palabra para que Su luz brille en nosotros.
SIENDO DIFERENTE
Sé que este correo son pocos los que van a poderlo comprender.
Sé que al escribirlo arriesgo perder muchos lectores, pero también sé que hay vidas sintiéndose solos, viviendo en un mundo extraño, creyendo como Elías que no hay nadie más. Y esas vidas necesitan este correo. Para ellos lo escribo.
Hoy quiero hablarte de sentimientos, pero no de cualquier sentimiento, sino de esos que imitan al corazón de Dios.
APRENDIENDO A PERDODNAR
El perdón no es un sentimiento que nace en la tierra. Cuando Dios creo al ser humano, el hombre no tenía necesidad de perdonar. El perdón es un sentimiento que nace del amor de Dios. El hombre en si no tiene esa capacidad. Lo disfraza, lo habla, lo aparenta, pero para sentirlo, hay que sentirlo con el corazón de Dios.
La razón que muchas personas no pueden perdonar, es que el perdón no es un negocio o un arreglo de conveniencia. Al perdonar no se está ganando, se está dando. El verdadero perdón es un regalo donde el que lo da se está dando a sí mismo. Es una forma de decirle al que te lastimo, no temas, porque aunque tú me has golpeado, yo no te golpeare, yo te besare. Y este concepto no tiene lógica. Es algo insólito.
El que dice, yo perdono pero no olvido, está diciendo, yo no sé perdonar.
Pero somos algunos que aprendemos a perdonar aun antes de ser golpeados. Algunos que nos atrevemos a aprender a perdonar. A decirle a la vida, no temas, no te preocupes de tu pasado, no temas de aquel día o de aquel momento. De lo que sucedió, ya no tienes que pedirme perdón, porque ya yo te he perdonado. Ni siquiera tenemos que volver a hablar de ello. Pero esto no lo hacemos en nuestras fuerzas, pero tampoco lo hacemos por teatro o por las apariencias, o por un deseo de conseguir algo. Lo hacemos porque hay un sentimiento que viene de arriba, un sentimiento sembrado en nuestros corazones que da fruto, y lo da, no lo inventa. Lo hacemos por amor de quien perdonamos, no lo hacemos por nosotros.
Y en el caminar de nuestros días, unos se burlan, dicen, ganamos, mira a ese perdedor. Y al oír esas palabras, al ver esas acciones, deseamos cambiar, deseamos no perdonar, pero hay algo mayor, algo que no se explica con palabras de hombre, porque no nace de palabras, nace de sentimientos, que solo el alma sabe entender y explicar.
Y es una fuerza mayor, una fuerza que va más allá de nuestros pensamientos, porque al mirar al culpable, no sabemos odiar, mas deseamos perdonar. Buscamos una excusa para poder amarle.
AMANDO
Amar al que te ama, todo el mundo lo puede hacer, aun los que no conocen a Dios.
Jesús dijo que no había mayor amor que este, que el dar tu vida por la de tu amigo. Y yo me he preguntado, Jesús quienes de los que estaban contigo eran tus amigos. Todos te abandonaron. Huyeron como cobardes. Más tu diste tu vida por ellos.
Amigo no es el que te escoge a ti, mas es a quien tu escoges con el propósito de entregarte para su bien. De gastarte para su bien. Es aquella vida que tú decides bendecir, no por lo que te vaya a dar, sino por lo que tú le quieres dar.
Sabes, muchas, pero muchas veces, he tratado de entender el porqué de este amor. He tratado de ponerlo en algún orden. Pero no he encontrado respuesta. Solo he podido llegar a la conclusión que hay sentimientos que no caben en un corazón. El sentimiento de Dios se tiene que desbordar, y para desbordarse tiene que ser más grande que uno mismo. Estoy seguro que ni el mundo ni el universo completo pudo contener el amor de Dios cuando llevo a su Hijo unigénito a la cruz del calvario. Tuvo que ser un amor tan grande, tan poderoso, con tanta intensidad, que ni toda la maldad, ni todo el odio del mundo lo pudo detener.
Ese es un amor que no viene de esta tierra.
Ese es un amor tan intenso que el que lo siente está dispuesto a literalmente dar su vida hasta por un desconocido.
Mi mente se confunde cuando veo a las personas pensando en sí. Cuando las iglesias se vuelven campos de batalla, cuando ministros se gozan del mal de otros ministros, cuando hay vidas que solo critican al que busca de Dios, al que sacrifica tiempo para Dios, realmente me confundo. No lo entiendo. Mi capacidad de ver se nubla. Porque ese amor nunca hubiera llegado a la cruz.
Como se puede vivir sin sacrificar, como se puede vivir sin poner al de necesidad primero, como, quisiera entenderlo, mi corazón se da vueltas, busco toda explicación, pero no entiendo. Miro la cruz, miro la vía dolorosa, y no entiendo.
SU SANTA PRESENCIA
Hay un lugar, donde lo importante no es el yo. Hay un lugar donde Su Presencia lo llena todo.
Hay momentos en esta tierra donde hemos podido acariciar ese lugar por solo un ratito, y quisiéramos nunca salir de ahí. Es un lugar donde las lágrimas fluyen, donde se siente su Presencia de tal manera que quisiéramos abrazarlo y no dejarlo ir. En esos momentos el yo no importa, ni siquiera queremos gastar tiempo pensando, es un momento demasiado hermoso, pero con una hermosura que no se encuentra en esta tierra. En esos momentos lo daríamos todo. Porque en esos momentos nos parecemos tanto a EL.
REAVIVAR EL FUEGO.
Juan 10.10
El Señor nos creó para vivir apasionadamente para El. De ese modo, disfrutamos de las bendiciones de una relación íntima con Dios. Pero hay otros beneficios también. Así como el calor y la hermosura de una llama atraen a las personas a la chimenea, Dios utiliza también nuestra pasión para atraer a otros a Él.
Por tanto, no solo por nuestro propio bien, sino también por el bien de los demás, debemos tener cuidado de no dejar que nuestro fervor a Dios se debilite. Afortunadamente, el Espíritu Santo que mora en nosotros inquieta a los creyentes que comienzan a dirigirse en la dirección equivocada. Si usted siente que este es su caso, puede dar varios pasos para volverse hacia Él.
Primero, evalúe su condición espiritual; pregúntele a Dios si su fuego se ha reducido. Segundo, reconozca cualquier distancia que se haya permitido poner entre usted y el Padre celestial, y arrepiéntase. Tercero, reenfoque su atención en Jesús; medite en la forma que El enseña a sus seguidores a vivir. Consagre tiempo regular a la Biblia, y pídale al Señor que le hable por medio de Su Palabra. Ore utilizando palabras sencillas, clamando a Él con fervor, y buscando el rostro del Señor. Cuarto, confíe en que el Espíritu Santo le guiara a tener otra vez una relación íntima y apasionada con el Padre celestial. Por último, ame y sirva a Dios adorándole y ayudando a los demás.
Que es lo que ocupa su tiempo y su atención? Tienden sus pensamientos y su conversación a girar en torno a temas mundanos o a las cosas de Dios? Si su fuego por Cristo se ha reducido, tome las medidas necesarias para renovar su pasión. Vivir en estrecha relación con El, bien vale cualquier esfuerzo y disciplina.
Vivir apasionados por el Señor es algo maravilloso, como es la fuente del Amor, vamos a beber cada día hasta anegarnos y así mantener la pasión por Su presencia avivada, porque habitando allí tenemos delicias a Su diestra para siempre y nos satura de Su gracia para seguir gozosos el camino, vuélvete a El si estas sin arder por Su Espíritu, El hará que en tu interior la flama no se apague y goces de los privilegios de ser Su hijo amado.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA