Hola mis amados:
Si somos íntegros y siempre nos mostramos
como somos sin hipocresías, notaran que
somos sinceros, que aunque tengamos
defectos deseamos dar lo mejor de nosotros,
dejemos huella en los demás para que nos
imiten más adelante y veremos porque ha
valido la pena vivir, porque todo fue con amor.
¿TU..?
Si eres lo que eres, sirve, ama, da;
pero nunca digas que eres más que los demás.
Si eres sabio, calla.
Que el mundo descubra en ti la sabiduría.
en esa sonrisa que das a la anciana,
en ese saludo que das al amigo,
en esa caricia que haces al niño,
¡entrégate!
El mundo está cansado de oír:
"yo soy", "yo hago", "yo sirvo".
Pregúntate desde ahora:
"¿Quién soy?",
"¿Qué hago?",
"¿A dónde voy?";
..y sé tan sabio para enseñar a los demás
en tu acción más pequeña que, dándolo todo,
parezca que no das nada.
EL BIGOTE DEL TIGRE (Leyenda Coreana)
Una mujer joven llamada Yun Ok fue un día a
la casa de un ermitaño de la montaña en busca
de ayuda.
El ermitaño era un sabio de gran renombre,
hacedor de ensalmos y pociones mágicas.
Cuando Yun Ok entró en su casa, el ermitaño,
sin levantar los ojos de la chimenea que estaba
mirando dijo:
- ¿Por qué viniste?
Yun Ok respondió:
- Oh, Sabio Famoso, ¡estoy desesperada! ¡Hazme
una poción!
- Sí, sí, ¡hazme una poción! ¡Todos necesitan
pociones! ¿Podemos curar un mundo enfermo
con una poción?
- Maestro -insistió Yun Ok-, si no me ayudas, estaré
verdaderamente perdida.
- Bueno, ¿cuál es tu problema? -dijo el ermitaño,
resignado por fin a escucharla.
- Se trata de mi marido -comenzó Yun Ok-. Tengo un
gran amor por él.
Durante los últimos tres años ha estado peleando
en la guerra.
Ahora que ha vuelto, casi no me habla, a mí ni a nadie.
Si yo hablo, no parece oír.
Cuando habla, lo hace con aspereza. Si le sirvo
comida que no le gusta, le da un manotazo y se va
enojado de la habitación.
A veces, cuando debería estar trabajando en el campo
de arroz, lo veo sentado ociosamente en la cima de la
montaña, mirando hacia el mar.
- Si, así ocurre a veces cuando los jóvenes vuelven a
su casa después de la guerra -dijo el ermitaño-, Prosigue.
- No hay nada más que decir, Ilustrado. Quiero una poción
para darle a mi marido, así se vuelve cariñoso y amable,
como era antes.
- !Ja! Tan simple, ¿no? -replicó el ermitaño-. ¡Una poción!
Muy bien, vuelve en tres días y te diré qué nos hará falta
para esa poción.
Tres días más tarde, Yun Ok volvió a la casa del sabio de
la montaña.
- Lo he pensado -le dijo-. Puedo hacer tu poción. Pero el
ingrediente principal es el bigote de un tigre vivo.
Tráeme su bigote y te daré lo que necesitas.
- ¡El bigote de un tigre vivo! -exclamó Yun Ok-. ¿Cómo
haré para conseguirlo?
- Si esa poción es tan importante, obtendrás éxito -dijo el
ermitaño.
Y apartó la cabeza, sin más deseos de hablar.
Yun Ok se marchó a su casa. Pensó mucho en cómo
conseguiría el bigote del tigre. Hasta que una noche,
cuando su marido estaba dormido, salió de su casa con
un bol de arroz y salsa de carne en la mano. Fue al lugar
de la montaña donde sabía que vivía el tigre.
Manteniéndose alejada de su cueva, extendió el bol de
comida, llamando al tigre para que viniera a comer.
El tigre no vino.
A la noche siguiente, Yun Ok volvió a la montaña, esta
vez un poco más cerca de la cueva. De nuevo ofreció al
tigre un bol de comida.
Todas las noches Yun Ok fue a la montaña, acercándose
cada vez más a la cueva, unos pasos más que la noche
anterior. Poco a poco, el tigre se acostumbró a verla allí.
Una noche, Yun Ok se acercó a pocos pasos de la cueva
del tigre.
Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo.
Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo
ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca
que Yun Ok pudo hablar al tigre con una voz suave y
tranquilizadora.
La noche siguiente, después de mirar con cuidado los
ojos de Yun Ok, el tigre comió los alimentos que ella le
ofrecía. Después de eso, cuando Yun Ok iba por las
noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.
Cuando el tigre había comido, Yun Ok podía acariciarle
suavemente la cabeza con su mano. Casi seis meses
habían pasado desde la noche de su primera visita. Al
final, una noche, después de acariciar la cabeza del
animal, Yun Ok dijo:
- "Oh, Tigre, animal generoso, es preciso que tenga uno
de tus bigotes. ¡No te enojes conmigo!" Y le arrancó uno
de los bigotes.
El tigre no se enojó, como ella temía. Yun Ok bajó por el
camino, no caminando sino corriendo, con el bigote
aferrado fuertemente en la mano.
A la mañana siguiente, cuando el sol asomaba desde el
mar, ya estaba en la casa del ermitaño de la montaña.
- ¡Oh, Famoso! -gritó-. ¡Lo tengo! ¡Tengo el bigote del
tigre!
Ahora puedes hacer la poción que me prometiste para
que mi marido vuelva a ser cariñoso y amable.
El ermitaño tomó el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues
realmente era de tigre, se inclinó hacia adelante y lo dejó
caer en el fuego que ardía en su chimenea.
- ¡Oh señor! -gritó la joven mujer, angustiada- ¡Qué hiciste
con el bigote!
- Dime como lo conseguiste -dijo el ermitaño.
- Bueno, fui a la montaña todas las noches con un bol de
comida.
Al principio me mantuve lejos, y me fui acercando poco
cada vez, ganando la confianza del tigre. Le hablé con
voz cariñosa y tranquilizadora para hacerle entender que
sólo deseaba su bien.
Fui paciente. Todas las noches le llevaba comida,
sabiendo que no comería. Pero no cedí. Fui una y otra
vez.
Nunca le hablé con aspereza. Nunca le hice reproches.
Y por fin, una noche dio unos pasos hacia mí.
Llegó un momento en que me esperaba en el camino y
comía del bol que yo llevaba en las manos. Le acariciaba
la cabeza y él hacía sonidos de alegría con la garganta.
Sólo después de eso le saqué el bigote.
- Sí, sí -dijo el ermitaño-, domaste al tigre y te ganaste su
confianza y su amor.
- Pero tú arrojaste el bigote al fuego -exclamó Yun Ok
llorando-.
¡Todo fue para nada!
- No, no me parece que todo haya sido para nada -repuso
el ermitaño-.
Ya no hace falta el bigote. Yun Ok, déjame que te pregunte
algo:
¿es acaso un hombre más cruel que un tigre? ¿Responde
menos al cariño y la comprensión?
Si puedes ganar con cariño y paciencia el amor y la
confianza de un animal salvaje y sediento de sangre,
sin duda puedes hacer lo mismo con tu marido.
Al oír esto, Yun Ok permaneció muda unos momentos.
Luego avanzó por el camino reflexionando sobre la verdad
que había aprendido en casa del ermitaño de la montaña.
~ Anónimo ~
Seamos comprensivos con los demás, todo en la vida
requiere paciencia y amor, por eso no seamos afanosos
ni desesperados, porque si a nosotros nos soportan
como somos, porque no hacerlo con el prójimo? Y más
cuando puede ser nuestro cónyuge o los hijos? Ellos
son los más cercanos, cuanto más nos necesitan porque
cuentan con nuestro apoyo.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA