Hola mis amados:
Cuando compartimos lo que sabemos, lo que hacemos y nos damos cuenta que muchas personas son beneficiadas, eso nos da un aliciente para seguir adelante, no hay nada más bello que servir, colaborar y estar en el momento adecuado y con las personas que reciben todo esto con gratitud, brillemos y dejemos huella en cada una de ellas para que podamos decir que hemos vivido plenamente y cumpliendo el deber.
LA ARAÑA Y LA VIEJECITA
En una casita, en lo alto de una montaña, vivía hace tiempo una viejecita muy buena y cariñosa.
Tenía el pelo blanco y la piel de su cara era tan clara como los rayos del sol.
Estaba muy sola y un poco triste, porque nadie iba a visitarla.
Lo único que poseía era un viejo baúl y la compañía de una arañita muy trabajadora, que siempre le acompañaba cuando tejía y hacía labores. La pequeña araña, conocía muy bien cuando la viejecita era feliz y cuando no.
Desde muy pequeña la observaba y había aprendido tanto de ella que pensó que sería buena idea intentar que bajara al pueblo para hablar con los demás. Así aprenderían todo lo que ella podía enseñarles. Ella les enseñaría a ser valientes cuando estén solos, a ser fuertes para vencer los problemas de cada día y algo muy, muy importante, a crear ilusiones, sueños, fantasías.
Las horas pasaban junto a la chimenea y las dos se entretenían bordando y haciendo punto.
La viejecita, apenas podías sostener las madejas y los hilos en sus brazos. ¡Qué cansada me siento!, ¡Me pesan mucho estas agujas!. Decía la ancianita.
La arañita, la mimaba y la sonreía. Un día, la araña, pensó que ya había llegado el momento de poner en práctica su idea.
¿Sabes, lo que haremos? ¡Iremos al mercado a vender nuestras labores! ¡Así, ganaremos dinero y podremos ver a otras personas y hablar con ellas!.
La anciana no estaba muy convencida.
¡Hace mucho tiempo que no hablo con nadie!. Dijo: la anciana. ¿Crees que puede importarle a alguien lo que yo le diga?.
- ¡Claro que sí!. ¡Verás cómo nos divertimos!.
Se pusieron en marcha, bajaron despacito, como el que no quiere perder ni un minuto de la vida.
Iban admirando el paisaje, los árboles, las flores y los pequeños animalitos que veían por el camino.
Llegaron al mercado y extendieron sus bordados sobre una gran mesa.
Todo el mundo se paraba a mirarlos. ¡Eran tan bonitos! La gente les compró todo lo que llevaban. ¡Además hicieron buenos amigos!.
Enseguida, los demás, se dieron cuenta de la gran persona que era la viejecita y le pedían consejo sobre sus problemillas.
Al principio, le daba un poco de vergüenza que todo el mundo le preguntara cosas. Pero poco a poco descubrió el gran valor que tienen las palabras y cómo muchas veces una palabra ayuda a superar las tristezas.
Palabras llenas de cariño como:
- ¡Animo, adelante, puedes conseguirlo! . ¡Confía en ti, cree en ti!.
Ella también aprendió ese día, que las cosas que sentimos en el corazón, debemos sacarlas fuera, quizá los otros puedan aprovecharlas para su vida. La arañita le decía a la anciana: ¡Deja volar tus sentimientos, se alegre, espontánea, ofrece siempre lo mejor de ti!.
La viejecita y la araña partieron hacia su casita de la montaña. Siguieron haciendo bordados y bordados.
Trabajaban mucho y cuando llegaba la noche la araña se iba a su rinconcito a dormir. La anciana se despedía de ella y le decía: ¡Gracias por ser mi amiga!.
¡Un amigo, es más valioso que joyas y riquezas, llora y ríe contigo y también sueña!.
Mientras sentía estos pensamientos, la viejecita se iba quedando dormida, sus ojos cansados se cerraron y la paz brilló en su cara.
La luna les acompañaba e iluminaba la pequeña casita y nunca, nunca estaban solas. Más allá, muy lejos, sus seres queridos velaban sus sueños.
~ Anónimo ~
LA CONCIENCIA
Un indio americano visitó la casa de unos vecinos blancos para pedirles un poco de tabaco. El generoso vecino le dio un buen puñado y cuando el indio estaba haciendo cigarros, descubrió un cuarto de dólar entre el tabaco. De momento pensó que como se lo habían dado debía guardárselo, pero a la mañana siguiente compareció ante su vecino y le devolvió el dinero. Éste le preguntó por qué razón lo devolvía, si nadie se lo podía reclamar. El indio respondió señalando su pecho:
- Es que yo tengo aquí hombre bueno y hombre malo. El hombre bueno me decía:
- "Ese dinero no es tuyo; tienes que devolverlo a su dueño"
El malo respondía:
- "Tu vecino te lo dio y es tuyo ahora"
El bueno replicaba:
- "No es verdad; él te dio el tabaco, no el dinero"
El malo volvía a replicar:
- "No importa, ahora es tuyo, vete y compra alguna bebida"
El bueno respondía:
- "No lo hagas"
No sabiendo que hacer me fui a dormir, pero el hombre malo y el hombre bueno han estado discutiendo toda la noche y no me han dejado pegar un ojo. Por esto le devuelvo el dinero, y ahora me siento mejor.
~ Anónimo ~
Que definición mas acertada, la conciencia siempre no dirá lo que esta bien y lo que no, de nosotros depende hacer lo que en realidad agrada a nuestro amado Señor para que El se goce de ver que somos obedientes a Su Palabra, cuando actuamos bien podemos sentir paz, que hemos hecho lo correcto y seguimos gozosos por nuestro camino, hagamos siempre caso a la conciencia cuando nos exhorte hacer el bien.
Los amo y bendigo en Jesucristo
MAGNOLIA
MÉTELA EN TU CORAZÓN
Según un predicador escocés, guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin. Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo. Lo que necesitan es tenerla en el corazón. -D.L. Moody-
"En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti"
Salmo 119:11
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