Hola mis amados:
Al pensar que Jesús murió por cada uno de nosotros es algo que nos debe llevar a ser agradecidos, a pensar que en vez de El allí deberíamos estar clavados porque nosotros somos los pecadores y Él es Santo, pero causa de amarnos tanto lo hizo sin abrir Su boca, en este ejemplo que nos dan a continuación vemos una muestra de amor hasta el final, si nos conmueven noticias como esto cuanto más el amor de Dios por un mundo perdido que nos dio a Su Único Hijo para que muriera en nuestro lugar.
¡EL MURIO POR MI!
William y Mary Tanner estaban cruzando los rieles del ferrocarril cuando sucedió. El pie de Mary resbaló y se encajó entre el riel y el cruce para peatones de madera. Ella trató frenéticamente de sacar el pie al tiempo que empezó a escuchar el ruido de un tren que se aproximaba. Sólo quedaban segundos, pues el expreso venía a toda prisa hacia ella por una curva. Will Tanner le haló el pie desesperadamente tratando de liberarla.
Cuando el tren se acercó más, y el silbido sonó a todo volumen, y los frenos chirriaron, Will la tomó en sus brazos. Mientras la gente se estremecía horrorizada, el tren les pasó por encima. Un testigo dijo que justo antes de que la máquina los golpeara escuchó al valiente hombre gritar: «¡Me voy a quedar contigo Mary!» ¡Ese sí que es un gran amor!
Esta historia me recuerda a nuestro Salvador, el cual nos amó con un amor que puede salvarnos (Juan 3:16). La muerte se precipitó sobre Él mientras pendía en la cruz y asumió la pena completa que nosotros merecíamos. Escuchó a personas gritarle que se salvara a Sí mismo y que bajara de la cruz (Mateo 27:40). Pero para salvar a los demás, Cristo optó por no salvarse a Sí mismo (v.42).
Con amor divino y sacrificatorio, Jesús rehusó salvar Su propia vida. Murió para poder perdonar nuestros pecados. Nuestro Salvador se quedó en la cruz: por ti y por mí. -Doctor M. R. De Haan
LA GRACIA PERFECTA DE DIOS
Leer | 1 Corintios 2:1-5
El Señor nos promete darnos todo lo que necesitamos (2 P 1.3). Nunca va a faltar a Su promesa. Sin embargo, cuando estamos atravesando una dificultad en nuestra vida, nos sentimos tentados a dudar de Su Palabra. Si pensamos que estamos titubeando en lo que creemos, debemos recordar lo que ya ha hecho en nosotros anteriormente.
Recordemos que nos ha librado de la condenación del pecado. No tenemos ninguna deuda con El, gracias al sacrificio que Jesús hizo en la cruz. El Señor pago el precio necesario para que pudiéramos ser reconciliados con Dios. Fuimos hechos nuevas criaturas y recibimos la justificación de Cristo (1 Co 1.30). Estábamos destinados a pasar la eternidad separados de nuestro Creador, pero ahora tenemos la seguridad de la vida eterna. Y el Espíritu Santo mora en nuestro interior, para fortalecernos y consolarnos en nuestro diario andar.
También debemos recordar que, aun en los peores momentos, Dios obra de tal manera que Su propósito sea cumplido. José experimento la traición de sus hermanos al ser vendido como esclavo. Luego fue acusado injustamente y encarcelado por hacer lo correcto. Pero al final pudo darse cuenta de que Dios había usado todas estas situaciones para demostrar Su gracia, al salvar a su familia (Gen 45.5). De igual manera, el Señor usa la adversidad para fortalecer nuestra fe y dependencia de Él.
Es por la perfecta gracia de Dios que tenemos acceso a Su poder, sabiduría y dirección. Cuando clamamos en oración, el Espíritu Santo nos va a proveer las fuerzas que necesitamos para combatir la duda y mantenernos firmes en nuestra fe.
Cuan bendita es esa gracia divina que nos ha sido regalada, que inunda nuestro ser para que dependamos solo de Su inmenso amor y que nos conduce por la senda que transito Jesús, por eso depender de Él es lo más hermoso que podemos experimentar, la fe es algo que nos debe llevar a creer sin ninguna sombra de duda de que somos Sus hijos, coherederos y que está en nuestro corazón reinando para que vivamos conforme Él lo hizo.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA