Muchas mujeres que tienden a desaparecer en una relación sentimental perciben a otros como buenos o malos. Idealizan a otros y los ponen en un pedestal. Pero cuando esas personas actúan como seres humanos normales que se equivocan los sacan de sus vidas.

Cuando las personas te hieren, te decepcionan, o hacen algo que parece injusto para ti, inmediatamente los ves como todos mal, careciendo de cualidades redentorias. Pero en realidad, todos somos buenos y malos. Nadie es perfecto, todos cometemos errores, todos decepcionamos a alguien o herimos a alguien.

Muchas mujeres que desaparecen en las relaciones mantienen este pensamiento de todo o nada, blanco o negro, porque precisamente no pasaron a través de un proceso desarrollo normal durante su infancia. Se quedaron congeladas en alguna parte al percibir la realidad.

Un bebé no hace distinción entre la mamá y él mismo. Son un solo. Eventualmente el niño crece y se separa de su madre, pero la madre se queda "como todo buena" para que el niño se sienta seguro. Por eso, aún si la mamá no fue tan buena, aún si no lo atiende por horas o no le da de comer al bebé cuando tiene hambre, el niño no puede percibir a su madre como "mala" porque es todo lo que tiene. Ni tampoco puede percibir a su mamá como "algunas veces mala" (cuando no cubre sus necesidades) y "algunas veces buena" (cuando le da de comer y le da cariñitos) porque el niño aún percibe al mundo de "todo o nada". La niña deduce por eso que ella es la mala y no la mamá.

En el curso normal de desarrollo, la mayoría de los niños supera este paso de "todo o nada" y empieza a reconocer la diferencia entre madre "buena y mala". Lamentablemente, si una niña fue abusada o ignorada, nunca llegará a alcanzar este estado de desarrollo y por eso continuará viendo otros, y así misma, ya sea "todo buena" (cuando ella no hace nada malo) o "toda mala" (cuando lo hace).

Esta forma de pensar no solo es ingenua e infantil sino además peligrosa. No todo es malo ni todo es bueno. Todos en algún momento sentimos avaricia, rabia, envidia, lujuria, celos en nuestros corazones. Y todos somos capaces de dejarnos llevar por estas emociones.

A manera de negar estas cualidades dentro de nosotros mismos, hacemos dos cosas. Primero ponemos a otros en un pedestal, atribuyendo a ellos aquellas cualidades que admiramos despojándolos de aquellas cualidades que no admiramos. Segundo, proyectamos todos nuestros llamadas cualidades malas en aquellos que decimos que son unos "monstruos" -aquellos que han hecho lo que hemos hecho o lo que desearíamos hacer.

Cuando mi paciente Sara empezó a explorar su lado obscuro en terapia, encontró que había tratado fuertemente ser lo opuesto a su madre -una mujer muy egoísta- que su necesidad normal y saludable de estar lejos de su familia la había transformado en un material de su propia sombra. Su necesidad de ser toda buena le había conducido a ser una media persona. Una vez que se dio cuenta que no tenía porque estar todo el tiempo a merced de su familia y que algunas veces se enojarían por eso, dejo de tomarse tan en serio y recupero su buen humor. Empezó repentinamente a tener más energía y más vitalidad en otras áreas de su vida, incluyendo la vida sexual con su esposo.

Como Sara, muchas personas pasan por la vida intentando ser toda buenas. Negando su lado obscuro, también pasan por alto las cosas hermosas que el lado obscuro ofrece, pasión, profundidad, creatividad, placer sensual y por supuesto sentido del humor.

Cuando negamos nuestro lado obscuro nos sentimos menos vivos, menos inspirados. Solamente al descubrir y redimirnos de aquellos deseos y rasgos que crónicamente negamos en nosotros podemos movernos hacia nuestra sanación y ser más completos.