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De: Ceciliak59  (Mensaje original) Enviado: 14/05/2010 18:19
EL TRABAJO Y EL AMOR EQUIVOCADO

El Trabajo debe convertirse en una realidad para ustedes. A no ser que llegue a ser real para ustedes, no los podrá ayudar. Es preciso dejar lugar para el Trabajo. Si una persona permanece llena de sí misma, el Trabajo no tiene lugar donde ubicarse. Si no renuncia a cosa alguna, nada le dará. Si no renuncia a nada por amor al Trabajo, éste nunca creerá en ella, y si nunca cree en ella, dicha persona nunca lo querrá. Si nunca quiere el Trabajo, nunca lo hará. Nunca creerá en él si nunca lo reconoce y nunca lo querrá si nunca cree en el Trabajo. Si nunca cree en él permanecerá en sus creencias presentes, las cuales no son creencias, si son creencias de los sentidos u opiniones. Si dicha persona no cree en el Trabajo éste no creerá en ella. No entrará en ella ni conversará ni le mostrará lo que tenga que hacer y adonde tenga que ir. Nunca conocerá el extraordinario placer de esas conversaciones que en mi caso fueron primero externas y ahora son internas —el placer de saber que el Trabajo es nuestro, no una cosa en el mundo que puede ser robada ni tampoco una propiedad exclusiva que puede ser envidiada, sino algo que nos es per¬mitido—. No recojo ni me demoro en esos pensamientos cuyos modelos están formados por emociones tales como los celos, la envidia y el odio, porque pro-vienen del amor de sí o egoísmo que es exclusivo. El placer de entregarse al egoísmo ya no es más placer sino más bien el sentimiento de ahogarse. Ya no es más el amor de sí lo que me hace buscar la prosecución de este Trabajo. Si lo fuera, no podría proseguir. Si la meta hacia la cual apuntamos en este Trabajo es el amor de sí, nos enfrentaremos con una barrera. ¿Cómo podría ser de otro modo? Si no tenemos lugares placenteros en nuestro corazón sino los del triunfante egoísmo, ¿cómo se puede amar el Trabajo? Se es uno mismo el objeto del amor. Es cosa sabida, pero ello no significa que hemos justi¬preciado la calidad de nuestro amor. ¿Cómo puede lograr una persona un significado más grande si el más grande de los significados consiste en salirse con la suya, que es lo que el amor de sí siempre desea y busca? Cuando se llega a la barrera construida por el amor de sí algo tiene que ceder, es cosa que todos sabemos. Algo tiene que llorar, es cosa que todos sabemos. Sí—pero después está la liberación. Ya no estará más dominada por el resentimiento como antes. En lugar de tener el corazón dominado por el amor de sí, y de este modo sentirse siempre herida, habrá algo más delicado y encantador. En vez de ser conducida por el amor de sí, lo será por el Trabajo. Dejará penetrar algo que, quizá, no se había dado cuenta que lo dejaba afuera. No se puede alcanzar el pensar sobresensual —esto es al pensar psicológico (o espiritual)— por medio del amor de sí. El pensar sensual y el amor de sí están unidos.

Los "Yo" que han ayudado a una persona a lograr su posición en la vida no la ayudarán necesariamente en el Trabajo. No se puede tomar este Trabajo con los "Yo" que nos sirven para andar por la vida ni con aquellos que nos son útiles en nuestra carrera. Algunos "Yo" de vida suelen ser útiles, no como dirigentes sino para ocupar un lugar secundario. Nuestros "Yo" de vida per¬tenecen a las partes de los centros que la vida ha desarrollado en nosotros —los "Yo" que están vinculados con nuestras tareas—. Pero en nosotros son otras las partes que han de llegar a ser receptivas. ¿Creen ustedes que han tenido éxito en la vida? Entonces no vayan a imaginarse que esos "Yo" les procurarán el mismo éxito en el Trabajo. Los "Yo" que nos procuran el éxito en la vida no están adaptados para captar el significado del Trabajo. Pertene-cen a lo habitual, a lo que se conoce, a nuestra calle principal. Las semillas del Trabajo no pueden crecer allí. Sólo crecen a cierta distancia de la orilla del camino —en nuestro campo—. Es por eso por lo cual no se puede tomar el Trabajo en nuestro andar por la vida, lo que sorprende a tanta gente. Asi¬mismo, por la misma razón, el Trabajo nos enseña que debemos despojarnos de la ropa —de todas las capas formadas por la vida— para llegar a ser lo que es más uno mismo. Las semillas del Trabajo que se siembran en el egoísmo no echan raíces. Aunque puedan crecer de un modo formatorio en el lado del Conocimiento, no lo harán en el lado del Ser. El Trabajo se pro¬pone abrir una cosa que ayuda a la comprensión y que antes estaba cerrada. El egoísmo no cede ante el amor. Esto es siempre así en todas las cosas y en todas las direcciones, porque el amor vive a expensas del egoísmo. Así se llega a una barrera que muchos alcanzaron, una barrera que alcancé y ante la cual me detuve hasta que presencié la estatura del Trabajo y la mía, y algo cedió. Por mucho tiempo deseaba ser el primero ante los ojos de mi maestro. Lo deseaba más que el Trabajo. Es preciso que comprendan claramente lo que quiero decir aquí. Deseaba que recompensaran mi egoísmo. El egoísmo o amor de sí siempre quiere estar en primera fila y suele ser muy mezquino. Cuando esto no tenía lugar me enfurruñaba o me entregaba a la ira. ¿No se dan cuenta que debía ser tratado con imparcialidad9 ¿Cuál era la razón? No cabe suponer que el Trabajo llegue a convertirse en una realidad para nos¬otros si le anteponemos otros motivos, intereses y amores, o lo ponemos al servicio de ellos. No cabe suponer que nos ayude en nuestros pesares o temores, por recurrir a él como último resorte. Sus mensajeros no nos prestarán aten¬ción. Puesto que el egoísmo no puede pensar con rectitud psicológica, o espiritualmente, debido a que no admite nada que sea superior a sí mismo, nos mantendrá encadenados a la mente sensual. Significa ello que nos entrega¬remos al poder exterior o inferior, y no al interior o superior. Será nuestra propia culpa. Nos dejaremos gobernar por los sentidos. Pero lo superior puede establecerse fuera de toda duda, porque sólo esto invierte la Personalidad y la vuelve pasiva para que pueda crecer la Esencia. Porque esto produce en nosotros una inversión correcta. El amor de sí hace que todo siga un camino equivocado e imposibilita que se pueda captar qué es el Trabajo y el por qué de su existencia. Lo literal, que es estrecho, exigente, quebradizo y carente de gracia, por lo tanto crucifica diariamente lo psicológico. Los senti¬dos crucifican todos los días al espíritu. El amor de sí permanece intacto.


Great Amwell House, San Miguel, 29 de septiembre de 1951
VOLUNTAD Y DELEITE


Es especialmente a través de nuestro estado emocional como nos relacio¬namos con los lugares malos o buenos en nuestro mundo interior. Es mila¬groso el cambio que una emoción puede producir. Del cielo, por así decir, somos echados de súbito al infierno. Un momento de celos lo logra muy fácil¬mente. La imagen de una persona de quien se tienen celos se convierte en la de un diablo que nos lleva a la cámara de torturas; pero no lo vemos así. No vemos que somos en realidad las victimas de nuestros celos y que estamos celosos de nosotros mismos. No, por cierto, no lo captamos por años y años, y no puede ser explicado en palabras. El discernimiento viene con la expe¬riencia y la memoria del Trabajo, y entonces lo veremos muy confusamente. Y porque somos mecánicos y vemos todo como si estuviese fuera de nosotros mismos, puesto que nuestros cinco sentidos nos persuaden de que es así y en consecuencia sólo podemos culpar a los otros y somos impotentes para com¬portarnos de otro modo, seguimos siendo nuestras propias victimas. Llegamos a ser nuestro propio castigo. Ahora bien, si no permitiéramos que algo es¬cape de nosotros, todo esto no sucedería. Si permaneciéramos en nosotros mismos, no podría suceder. Pero algo sale de nosotros y se aterra a la otra persona y nuestros rasgos y hasta nuestros dedos se cubren de celos. Perde¬mos nuestra forma. Algo que debiera quedarse dentro nos es arrancado y esto sucede cada vez que nos identificamos y nunca sucedería si nos recordá¬ramos a nosotros mismos. En rigor, ¿no es asombroso reflexionar acerca de las extraordinarias y grotescas formas que nuestro cuerpo psicológico adopta continuamente, para un Ser que sólo ve ese aspecto de nosotros? Le costaría mucho ver, me imagino, un ser humano con esa forma, por lo cual es preferible que tengamos un cuerpo físico para iniciar nuestra carrera. Por cierto no vería cosa alguna organizada en una forma definida y permanente —la cual de paso, es la tarea que nos incumbe—. Porque buscamos hacer otro cuerpo, otra forma, además del cuerpo que nos fue dado y similar a él a tal punto que cada parte es necesaria para otra parte y para el todo, y el todo el esoterismo y todo lo que se refiere a este Trabajo sin quererlo jamás tantas ideas, tantas enseñanzas, tantas facetas, todas ellas organizadas en un lodo. Y por eso igualmente el Trabajo debe ser mantenido por nosotros y penetrar en nuestra voluntad y no debemos abandonarlo en el umbral. El agua que ofrece debe ser bebida porque el agua significa la verdad espiritual —esto es, la verdad psicológica— y no ha de ser negada despreciativamente. Ha de ser bebida por la mente y convertirse psicológicamente en nosotros, tal como el sacramento del Vino y el Pan significa la asimilación de la verdad y gracia de Cristo en uno mismo. Porque este Trabajo tiene el poder de hacer ese cuerpo psicológico que necesitamos, y la disposición de sus ideas es más clara que en los Evangelios donde las cosas no están puestas en orden. Pero es impotente si lo negamos internamente, porque entonces ¿cómo podría tener poder, ya que no puede usar el poder de la compulsión exterior? No se puede entrar en el Trabajo a fuerza de latigazos ni por temor a dragones religiosos. Porque para que el Trabajo entre, hay que invitarlo y estar de acuerdo con él y quererlo, y tratarlo internamente con la mayor consideración y cortesía y con verdadero deleite. Les he dicho en otro lugar que VOLUNTAD ES DELEITE.
¿Creen acaso que cuando el hombre en una de las parábolas acerca del Reino de los Cielos (que es el Círculo Consciente de la Humanidad) encontró un tesoro en el campo, vendió todo cuanto poseía y compró el campo, creen acaso que no sintió deleite? Se dice expresamente en el texto "y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo". ¿Lo habría hecho acaso si todo ello fuera desagradable o lo aburriese de muerte o pensara que no era la cosa convencional que debía hacer? Creo que no. Creo que su deleite era inexpresable al hallar 1) que había realmente un tesoro, y que 2) renunciando a muchas cosas carentes de valor que hasta entonces había creído valiosa, podía ganar el tesoro. ¿O suponen que el "mercader que busca buenas perlas" y halló una "perla preciosa" y "fue y vendió todo lo que tenía, y la compró" —suponen que no se sintió deleitado ni que su voluntad y su deleite no eran una y la misma cosa? No se puede concebir que la voluntad sin goce conduzca a otra cosa que no sea los estados negativos.
No hemos de pecar contra el espíritu del Trabajo; contra una persona si —pero no contra el Trabajo mismo—. No será perdonado fácilmente "en este o la próxima vida", o tal vez no lo será en muchas vidas. Le hicieron la observación a Cristo que Él arrojaba los diablos por medio del diablo. Explicaban las cosas en el nivel más bajo. Daban una mala interpretación a cada buena acción y a cada palabra de verdad expresada: y esto fue llamado el pecado imperdonable, las cosas que no serán perdonadas fácilmente. No lo sé muy bien, pero a veces sospecho que el gozar de las emociones negativas se acerca a esta condición y puede llegar a ser lo bastante atrevida como para atacar el Espíritu del Trabajo en un hombre o una mujer y así destruir su alma. Al mismo tiempo, sé perfectamente que se puede ser negativo hacia una persona durante mucho tiempo y con todo no ser negativo hacia el Trabajo o el espíritu del Trabajo, lo cual es notable e indudablemente da cuenta de los tres pecados especificados por Cristo en estas palabras:

"Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero"
(Mateo, XII, 31-32).

Volvamos al ejemplo de los celos y de algo que sale de nosotros y se aterra a la otra persona. Esto es, desde luego, el identificarse. Cada vez que nos identificamos, algo que no debiera salir sale de nosotros. Si pudiéramos sellarnos no saldría, y así no sucedería. Pero no podemos sellarnos y así sucede. Está siempre sucediendo. Pero creo según mi experiencia que podemos observar la llegada de una emoción negativa y detener el identificarse con ella a tiempo. Si no lo hacemos, nos pone en la cámara de torturas. Hasta nos suele ocurrir sonar que la persona de quien tenemos celos nos lleva a una verdadera cámara de torturas, lo cual nos demuestra hasta qué punto son inteligentes los sueños. Pero les dejo a ustedes la solución. Sólo les volveré a decir que algo ha salido de ustedes y que ustedes lo han dejado ir y los tortura y que es ustedes mismos y así ustedes están celosos de sí mismos. Todo esto no sucedería si nos recordáramos a nosotros mismos, porque esto nos sella.

Great Amwell House, 6 de octubre de 1951
LAS EMOCIONES QUE CIERRAN


Con respecto al Centro Emocional y su poder sobre nosotros para el bien y el mal. hemos hablado la última vez cómo un cambio de emoción puede cambiar una situación cualquiera. Como ejemplo, nos ocupamos de los celos. Una oleada de celos cambia todo al instante. Ocurre como si una puerta se cierra de golpe dentro de nosotros y deja fuera todo lo placentero. Hablando psicológicamente, estamos ahora en una prisión. ¿No ven ustedes cómo por doquier, en cualquier lugar del mundo en todo momento, puertas similares se cierran de golpe y millones de personas se encierran en una prisión? El goce de los celos nos ciega al parecer y nos impide ver el lugar donde nos encierra y pesa más que todas las incomodidades de la prisión. Posee el atractivo fatal del opio, y sus efectos suelen ser igualmente destructivos. Sin freno alguno —esto es, identificándose al extremo— anuda y retuerce la madeja de la vida y sus efectos son a veces irreparables. El rostro de aquellos que se aban¬donaron libremente a los celos en el pasado son a menudo horribles y siempre desagradables. La emoción no hace por cierto a la gente más bella. Pero se puede llegar a una etapa en la que se ruega ardientemente —y tanto— ser liberado. En esta etapa ya no se goza más de la emoción. Lo que aquí ayuda es una creciente conciencia de la prisión y su escualidez, y por cierto la mugre de toda la condición de ser celoso.
Todo progreso en el desarrollo emocional está marcado por el disgusto de las emociones anteriores. La emoción, el sentir el disgusto de los celos; el goce de estar libre de ellos y su malvada cárcel, puede llegar a ser lo bas¬tante fuerte como para dominarlos. Porque es sabido que una emoción sólo puede ser conquistada por otra y más fuerte emoción. El Centro Intelectual no lo puede realizar por sí mismo. El razonamiento suele ayudar, pero no es suficiente.
¿Cuáles son las clases de celos que se pueden observar y arrastrar lenta¬mente, por así decir, luchando como serpientes, a la luz de la conciencia que las mata? Estos son los celos del sexo. Esto nos lleva a la cuestión de la rela¬ción de los celos con la violencia. Entre los animales en el momento del celo los celos y la violencia coexisten. Los machos intentan matarse unos a otros.
Luego hay los celos de la ambición. Por ejemplo, los hombres que buscan empleo pueden estar intensamente celosos unos de otros, y la rivalidad suele llevar al crimen, como nos los muestra abundantemente la historia. Luego hay los celos de las posesiones —la casa mas grande, el coche más amplio, más joyas, el lujo insolente—. A primera vista no parece llevar tan fácilmente a la violencia, pero donde tiene que ver con el dinero, no deja de hacerlo. Asimismo hay otra clase de celos. Ahora bien, el Trabajo enseña que todas las emociones negativas llevan por último a la violencia, y los celos son una emoción negativa. Diré simplemente que todos los estados negativos nos llevan al infierno y dejan fuera todo lo demás. Las influencias que descien¬den por el Rayo de Creación y son recibidas por los Centros Superiores, ca¬paces de cambiarnos, no pueden pasar. Ahora bien, si no se cree en otra cosa, se puede admitir que a veces se está en un mejor estado y otras en uno peor. Sabemos que hay estados mucho peores que los que experimentamos común¬mente. Se puede experimentar el infierno en la tierra de muchas maneras, externa e internamente. Esto, lo repito, debe admitirse aunque no se crea en cosa alguna, y para aquellos que tienen dificultades con su negativa interior y alimentan torpes dudas puede dar lugar a un punto de partida que está más allá de toda discusión en lo que respecta a la recepción del Trabajo. Ahora bien, ponerse a limpiar los establos de Augias de las emociones negativas haciendo correr el río de la verdad de la enseñanza del Trabajo es dar prueba de una verdadera inteligencia. Y, claro está, esta tarea nos hace ver un án¬gulo completamente nuevo sobre la vida y lo que se tiene que hacer. Los resultados, hablando idealmente, estriban finalmente en erradicar la violen¬cia; porque todas las emociones negativas conducen a la violencia y se arrai¬gan en ella. Nadie puede elevarse en la escala de ser a menos de dejar la violencia tras sí. En el propio desarrollo la violencia debe eventualmente desaparecer.
Agregaré aquí el relato de una experiencia que tuve hace algún tiempo en relación con este particular. Está en la forma de un sueño, y es como sigue:

LA ZANJA DIFÍCIL DE CRUZAR

La zanja difícil de cruzar situada en la cima de la colina está llena de huesos de animales prehistóricos —los restos de cosas violentes, de bestias de presa, de monstruos, de serpientes—. Están hundidos en el abismo. Hay un tablón para cruzar la zanja, pero el aire parece lleno de un poder restric¬tivo, como la influencia invisible de algún imán, y esto, con el temor de cruzar ese hoyo —aunque el ancho no es grande— me impide moverme. No sé cuánto tiempo duró esta situación porque en todo ello el tiempo ordinario no cuenta. Luego crucé —me encontré del otro lado—. ¿Qué extraordina¬ria visión voy a contemplar? Veo a alguien que está enseñando o adies¬trando a algunos reclutas. Es todo. A primera vista nada hay de maravilloso. El sonríe. Indica de alguna manera que no espera necesariamente lograr resultado alguno de lo que está haciendo. No parece importarle. No de¬muestra señal alguna de impaciencia cuando son groseros con él. La lección está casi terminada, pero para él esto no hace diferencia alguna. Es como si dijera: "Había que hacerlo. No se puede esperar mucho. Hay que prestar ayuda, aunque no la deseen." Lo que me sorprende es su invulnerabilidad. No lo hieren ni lo irritan las burlas o la falta de disciplina. Posee un curioso poder pero apenas si lo usa. Paso de largo, maravillado por lo que hace. Yo no podría ocuparme de una tarea tan ingrata. Llego a un lugar, tal vez un taller, donde hay botes almacenados. Más allá está el mar.
Cuando despierto, pienso en ese hombre. Hacer lo que está haciendo es tan contrario a lo que yo pudiera hacer. Necesitaría una nueva voluntad para hacerlo.
Quiere decir que tendría que seguir un rumbo que hasta ahora no seguí. Pensé detenidamente en ese rumbo. ¿Cómo podría definirlo para mi mismo? No tenía voluntad de violencia. Parecía purificado de toda violencia. Este es el secreto. Era la fuente de un curioso poder que descubrí en él. Un hombre sin violencia. Y luego reflexioné que para allegarme a él tenía que cruzar al otro lado del profundo hoyo lleno de huesos de bestias prehistóricas, donde los no violentos vivían y enseñaban —el país de los no violentos, donde se enseñaba a los reclutas—.
Había casi terminado su lección. Más allá estaba el mar, y había barcas almacenadas cerca del océano. No caben dudas que una vez que había con¬cluido su lección se iba a ir, quién sabe adonde. En cuanto a mi, sólo se me había dado un atisbo del significado de una nueva voluntad —una voluntad no basada en la violencia ni en salirse con la suya—. Lo repito —tan sólo un atisbo—. Porque sabía que no había cruzado el profundo golfo lleno de las osamentas de un pasado violento y que no lo había dejado finalmente tras de mí. Para mí no había reclutas y ninguna de las barcas que esperaban era mía. Pero ese atisbo me enseñó mejor lo que es seguir un nuevo rumbo y lo que significaba una nueva voluntad purificada de toda violencia. Supe asimismo que las posibilidades de seguir esa nueva voluntad y nuevo rumbo están en cada momento de nuestra vida.


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