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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: M´ery  (Mensaje original) Enviado: 12/11/2011 18:53
La tranquilización, el relajamiento, la sensación de sí y el tratar de recordarse a sí mismo    (J. Vaysse)     Puede que las ideas consideradas hasta el momento nos hayan mostrado cuán superficiales eran aún los "conocimientos" que teníamos sobre nosotros mismos y sobre la vida; y, si realmente queremos vivir nuestra vida, tal vez sintamos ahora la necesidad de profundizar en su comprensión.  Esto nos coloca ante una necesidad nueva para nosotros, algo que nunca habíamos considerado de esta manera hasta ahora. Las razones precisas por las cuales nos sentimos impulsados a un estudio como éste son sin duda algo diferentes para cada uno, la meta que más especialmente tenemos en la mira puede no ser aparentemente la misma para todos y tenemos formulaciones diferentes para ella. Sin embargo cada uno de estos aspectos particulares tiene finalmente relación con la misma demanda interior: dar a nuestra vida un sentido y un significado que con toda honestidad no le hemos encontrado aún o, en todo caso, sólo de manera muy incompleta.     Casi todo lo que hemos hecho hasta ahora ha estado volcado hacia el exterior: la vida exterior ha absorbido la casi totalidad de nuestra vida. El tiempo consagrado a volvemos realmente hacia nosotros mismos y nuestra vida interior es ínfimo en comparación. En el transcurso de nuestra instrucción, nuestros estudios, nuestras actividades en la vida, casi todo ha estado volcado hacia el exterior. Nos hemos volcado hacia un saber exterior a nosotros, hemos aprendido a mirar u observar alrededor nuestro y a actuar sobre la gente, las cosas, las circunstancias exteriores. Aun nuestras "oraciones", la mayoría de las veces, han estado volcadas hacia el exterior, hacia un Dios exterior. Muy poco hemos aprendido a volvemos hacia dentro de nosotros mismos: sólo en ciertos momentos y de modo episódico. Si, no obstante, queremos alcanzar en nuestra vida unas metas que sean nuestras, si deseamos una vida cuyas obras y cualidades sean aquellas que nos sentimos llamados a hacer vivir y cuyas obras lleven el sello de las verdades que reconocemos, cierto es que ello no será posible mientras la vida exterior nos arrastre en todo momento.  Necesitamos desarrollar en nosotros mismos una presencia fuerte, lúcida, estable, capaz, para alcanzar sus metas, de servirse de las fuerzas que le ayudan  y de resistir a las atracciones contrarias de la vida: Necesitamos primero ser plenamente nosotros mismos frente a la vida y a través de ella.  Todos, más o menos, hemos hecho intentos en este sentido, pero vemos que, casi siempre, han quedado dispersos, sin coordinación ni continuidad y enteramente insuficientes; en el mejor de los casos, cierto dominio de sí y cierta "voluntad" se han desarrollado a costa de una lucha y de una división interior que llevan a la sumisión o el rechazo de las partes opuestas en nosotros. Aun este dominio es precario y continuamente cuestionado. No podemos decir que nos haya conducido a ser plenamente nosotros mismos ni a realizar la síntesis y armonía dentro de nosotros mismos, como tampoco entre nosotros y la vida: lo que se podría llamar la primera etapa de una realización de sí, o mejor todavía, la realización de esta presencia lúcida y estable que hemos comprendido que necesitábamos. Si queremos llegar, en este sentido, a algo realmente válido, sentimos ahora que nos hace falta emprender un trabajo de otro orden, un trabajo mucho más estructurado.  Una sola cosa es hoy cierta: no podemos ir más allá en la búsqueda de una presencia mejor a través de la vida sin antes volvemos hacia nosotros mismos, sin adquirir en primer lugar una experiencia y comprensión mejores de lo que somos y desarrollar en nosotros cualidades que todavía nos faltan: es, en efecto, en nosotros ya través de nosotros que todo cuanto puede dar un sentido a nuestra vida se percibe y se hace.    Pero no hemos aprendido a volvemos hacia nosotros mismos; lo ignoramos todo acerca de lo que puede ser un trabajo interior para el despertar a sí mismo y el desarrollo de sí. Así como hemos aprendido a actuar para nuestro trabajo exterior, asimismo nos damos cuenta de que tendremos que aprender lo que es un trabajo interior y qué clase de acto o de actividad implica.   Colocados ante esta necesidad de profundizar primero en el conocimiento de nosotros mismos, nos damos cuenta en seguida de qué la empresa es inmensa; tan grande y tal vez mayor que el aprendizaje de nuestra vida exterior. Este es también un camino largo, fastidioso y a menudo ingrato; y desde el comienzo aparecen las dificultades: ¿por dónde empezar? Vemos que en verdad nos hace falta un trabajo mucho más intenso y de mayor duración que lo que han sido jamás nuestros intentos en esta dirección; y si queremos llegar a algo en esta dirección, haría falta también medios que no conocemos: nos hace falta un trabajo mucho más organizado.   Una estructura así no puede venir de nosotros: no tenemos los conocimientos suficientes hace falta alguien que los posea. y tal plan de trabajo no puede ser llevado a buen término por nosotros solos. Solos, no tendremos jamás la cantidad de tiempo, la cantidad de cualidades diversas ni sin duda la suma de valor para ello. La primera condición imperiosamente necesaria es que hayamos encontrado un grupo de buscadores, interesados en este trabajo, al cual las bases indispensables sean aportadas. Esto por sí solo es poco frecuente y muy difícil.   Suponiendo incluso que por un milagro esas condiciones se encuentren realizadas y que podamos unirnos a un grupo que emprende un trabajo de esta clase, jamás tendremos el interés que hace falta para emprenderlo si no tenemos una visión suficientemente clara de la dirección seguida y si no comprendemos el sentido de los primeros esfuerzos emprendidos.   Hemos reconocido que podíamos distinguir en nosotros tres niveles, tres modos de actividad muy diferentes: un nivel instintivo-motor, un nivel afectivo y un nivel intelectual. No carecemos de algunas experiencias en cada uno de estos campos y podríamos comenzar por estudiar cualquiera de ellos.             Así que podríamos comenzar por el nivel afectivo, es decir, todo lo que es, en nosotros, emoción o sentimiento. Pero aquellos entre nosotros que lo han intentado -y los demás pueden darse cuenta de ello muy rápidamente- saben que nuestras emociones y sentimientos son el campo donde probablemente somos más impotentes. Surgen, desaparecen, nos ciegan o nos arrastran sin que podamos hacer nada y no son ciertamente un terreno bien sólido ni muy favorable para comenzar un estudio de sí. Podríamos también comenzar por el nivel intelectual. Pero todos sabemos hasta qué punto nuestros pensamientos se encadenan, se asocian, fluyen a pesar nuestro y se nos escapan; también sabemos lo difícil que nos resulta "fijarlos": fijar nuestra atención sobre un trabajo intelectual. y no parece tampoco que sea, para el comienzo del estudio de sí, un trabajo fácil. Queda el nivel orgánico: nuestro cuerpo. El es sólido y concreto, con una forma aparentemente estable con la cual, en todo caso, podemos en cierta medida contar; es el instrumento a través del cual percibimos, y por medio del cual actuamos: permanece de buena gana en reposo y podemos observarlo mejor que a los otros niveles. Es relativamente obediente y en cierta medida (en todo caso mucho más que para el resto de nuestras partes) tenemos algún poder sobre él. Además, es en nosotros la base material más sólida. Y es una regla general que toda empresa terrestre, humana o no, debe apoyarse primero sobre una base sólida y concreta. En fin, es a través del cuerpo que se efectúan todos los intercambios de la vida y que nos llegan todas las energías que necesitamos. Por todas estas razones, puede ser prudente comenzar nuestro trabajo con él: y necesitamos ser prudentes, pues nuestra empresa es difícil: si no la conducimos inteligentemente, con astucia, sentimos sin lugar a duda que la estupidez puede conducirnos a amargas decepciones. Si queremos estudiar nuestro cuerpo o por lo menos, al comienzo, su parte motriz, el movimiento, nos hace falta antes que nada, estar relacionados con él. Lo que nos relaciona con él es la "sensación" que tenemos de él: la percepción interior de nuestro yo físico, la sensación física de sí. Pero la sensación tiene una importancia mayor aún, puesto que si nuestra meta es desarrollar algún día en nosotros una presencia estable, la sensación de nuestro yo físico es parte inherente a ella: es la parte más concreta y la más fácilmente controlable de ella.
 
 
aportado por Jquino.


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