Crónica Tema 10
Vacaciones, vacaciones,
alguien puede irse de este lugar? Amodorrarse al sol del Sí Mismo, en la playa
del Conocimiento? Alguien puede huir? Caminantes, descubridores,
expedicionarios, luchadores, todos, todos estamos en un eterno trabajo, hacia
arriba o hacia abajo, hacia allá o hacia acá, condenados a morir como perros o
como hombres conscientes. ¿A qué en algún misterioso lugar o dimensión le
importa? ¿Contra qué luchamos? Contra la pesada carga que somos nosotros
mismos, nos justificamos, nos excusamos, rehuimos la lucha, sangramos nuestra
vida por las heridas que la vida nos deja, sangramos nuestra conciencia. Pero
aquí el compromiso enarbola su cruel substancia, y nos hurga en cada paso, en
cada pensamiento, en cada acto, cada movimiento nos exige compromiso, cada
mirada, cada instantes de nuestras miserables vidas y nosotros rehuimos el
verlo, escudándonos en los fantasmas de la falsedad, en las sombras del Velo de
Maya, en la borrachera de los sentidos, en las constantes repeticiones de
nuestras vidas, sometidas a relojes de 16 horas. Y nos quedamos tan campantes, tan frescos, de
verdad nos falta el poderoso esfuerzo de un adulto ya maduro, en la adquisición
de una afirmación real y objetiva, de un si posesionado de la Fe necesaria para
lograr un hombre en nosotros, semillas caídas en buena tierra, esperando la
lluvia bienhechora que nos ayude a germinar. Pobre de nosotros, la lluvia está
aquí, pero la hemos esperado tanto y la hemos imaginado tanto que no la
reconocemos. ¿Qué se necesita para que recapacitemos? ¿Qué se hace necesita
para sacudirnos el personaje? Caminamos, vaya que si caminamos, selva lúgubre y
pantanosa, al menor descuido caímos y nos atrapa la ponzoña, el olvido y nos
incrusta contra la hierba nauseabunda, si no nos levantamos rápido, nos
simulará placer y recompensa intentando hacernos selva y aquí vamos pedazos de
selva pútrida, aquí vamos con nuestros pequeños pasos, haciendo reseña de otros
más grandes, cargando nuestra cruz hacia un Gólgota que se nos cruza
constantemente pero rehúye la cita, solazándose en nuestras penurias e
intentos, en nuestra vanidad humana, en nuestra propia complacencia de nosotros
mismos, vaya consideración que nos tenemos, vacaciones y selva, selva y
vacaciones.
Y escucho a un “compañero” quejándose de sí mismo, busca palabras,
verbos, busca salir del atolladero de la manera más simple posible,
justificándose, es lo más fácil, justificar, es que no puedo, es que tal vez,
es que no sé. Sigues tan atrapado como cualquiera de nosotros.
Y allí a su lado otro clama el mismo discurso, mirándose al mismo espejo,
¿Cómo es que de pronto me veo atrapado en mi propio mañana? ¿Cómo es que la
misteriosa Isis vela mis días y sus ancho soles al punto de hacerlos pequeños e
intangibles? Mis días, puntos oscuros que no sé resolver, su voz cargada de
penas y excusas resuena en las semi-sombras, al sonido de nuestros pasos, que
no quisiéramos dar.
¿Qué hago aquí? Sé donde estoy, sé cómo voy, sé muchas cosas y cuando no
sé, me sostiene la fe y en ella me refugio es mi lámpara, mi brújula en esta
selva llena de engaños e inciertos. Voz clara, matices seguros, certezas,
confianzas, desprende pequeños diamantes que causan admiración en mis oídos.
Digo que es una playa, va y viene, péndulo, ley al que estamos sometidos
todos, antónimos y sinónimos, ha venido mi pasado, me ha traído cosas que había
dejado en el ático del tiempo, allá, en el altillo de la edad, pero aquí están
de nuevo, quemantes y ponzoñosas. Pero hoy no estoy en soledad, algo en mi “ve”
y ve como se manifiestan e intentan tomarse el fuerte, les dejo venir, pero
solo hasta las murallas, tengo ojos para ver y oídos para oír, no puedo
dilucidar todo lo que oigo, pero sé que están ahí. Su voz suave y firme llena
la distancia que nos separa, percibo las miradas admiradas de los demás
caminantes, aunque está dicho, dada la espesura, no podemos vernos.
No estuve, no vine, dormí, plácidamente me entregué al sueño y ahora que
el calendario ha recorrido lo que estaba señalado me lamento de no haber
invertido mis talentos, los sollozos estallan a mi lado. Se escuchan murmullos
de pena por el dormido, murmullos que se desvanecen en la espesura.
Trocador, cambiar esto por lo otro, vaya obrero este, su magnetismo atrae
mosquitos y libélulas, atrae miradas y ceños fruncidos, uno que hizo la tarea,
uno que cumplió, uno que descubrió su potencial y lo hizo resplandecer uno que
invirtió bien sus talentos, habla mesurado y seguro, su voz se escucha entre
las plañideras constancias de los demás, cómo bálsamo y auroras, aún así
plantea desafíos, plantea sentirse capaz de otro nivel, allá él, piensa que se
lo merece, algunos pensamos que cuando el discípulo está listo, aparece el
nivel, que es un estadio de comprensión más profundo que el anterior, leerás el
mismo libro, pero lo comprenderás diferente.
Me descubro débil, me descubro falto de energía y fortaleza, me descubro
necesitada de los unos y los otros. Y decía el señor G. sin una Escuela no
somos nada y la escuela de vacaciones corrobora cuánta razón tenía el señor
Gurdjieff.
Descubro que las quejas y excusas en general son las mismas o muy
parecidas, no hay diferencias notables en nosotros, somos gotas de agua del
mismo jarrón, discurriendo por nuestros días aludiendo a un compromiso que no
sabemos si es con nosotros mismos, con el grupo, con la vida, con la naturaleza
o con el miedo al “terror de la situación”. Nos quedamos impávidos ante dos
meses de poca exigencia, cuánta razón tenía el señor G. cuanta falta nos hace
una buena tunda, unos buenos azotes, aquí estamos desperdiciando un tiempo
precioso, tiempo que podría ser dedicado a algo mejor que nuestras excusas y
nuestras comodidades, ¿Qué es lo que hace falta para que realmente avancemos y
podamos segregar nuestra propia DMT? Despertar a la certeza del eterno que
somos. ¿Nos necesita el grupo, alguien nos necesita, alguien se alimenta de
nuestros fracasos, nuestras excusas y nuestros aciertos? Creo que si, alguien o
algo necesita de nuestros miserables esfuerzos… nosotros mismos.