Y aquí estamos de nuevo, entreverados en
esta selva que no por ser menos nauseabunda, no nos hipnotiza día a día. No
podemos ser objetivos excepto con la subjetividad y nos engañamos queriendo y
pretendiendo Ser. Aún así, el esfuerzo el intento ya es suficiente para
nosotros, descubridores. Vamos ciegos, vamos lerdos, ni siquiera sabemos dónde
nos llevan nuestros pasos o las voces que escuchamos delante de nosotros, muy
adelante.
Qué se necesita para descubrir en nosotros lo que es de nosotros?, si no
puedo sentir mis extremidades superiores
o inferiores, qué descubro hoy día? He tenido una jornada ciega, sin “ver” de
mi misma, más que unas migajas que no me llenan, la voz casi con pena, si no
indiferencia, nos cuenta que tan poco descubrió en este periplo.
Y me llevo mi sentir a mi vida, he
descubierto que estoy aquí, ocupando este vehículo que me permite la posibilidad
de la interacción con mi entorno, una vos refulgente, brillante, concisa
y segura, trabajé y trabajé, me encontré, a veces aquí, otras allí, en mis descansos
, en mis esfuerzos, un descubridor que se acercó al objetivo, “sentirse”.
Que implica el darse cuenta que en esta enmarañada selva que nos aplasta, nos
movemos y a cada movimiento podemos descubrir facetas desconocidas de nosotros,
como arqueólogos hurgando en nuestras propias reliquias.
A veces es posible hacerse un claro en
esta espesura, ya sea con la mano, ya sea con algún objeto, ya sea con las pretensiones
o con el esfuerzo, como sea que se logre, hacerlo es un premio, y un descubridor lo hizo, vio claramente su
propia nadidad, como en un dedal, por unos instantes zafó de la hipnosis diaria
y liberó al ser, descubrir esa liberación es premio, descubrir la espesura es
galardón y lo ha obtenido, ya sea un instante o un minuto, es suficiente porque
ha descubierto que ello está allí tras las tareas y los ejercicios.
Alguien tras nosotros comenta que ha
sido arrastrada por esta selva mañosa, vino a ella y se presentó bajo la forma
de circunstancia, y se la llevó, no descubrió su mala fortuna hasta hoy, cuando
tenía que separar su trigo de la cizaña y vio solo cizaña o muy poco trigo, ya
vendrán jornadas mejores.
La tarea lograda casi en su totalidad,
vas bien, descubriendo toda la falacia de esta espesura, todas sus
triquiñuelas; me vienen estos pensamientos al escuchar la suave y firme voz que
de uno de mis lados escucho, describiendo su jornada, jornada de escucha física,
corporal, de apretarse en las tareas y los compromisos por sí mismos, de
eternizar niñez, de atrapar instantes que se harán perennes en la medida que
acudan a su mente a sacudir los marasmos mohosos de la quietud y la insolvencia
hipnótica a que nos somete esta selva brutal, selva que no podemos descubrir
porque ese es el juego, si lo haces pierdes y para perder primero debes
extraviarte a ti mismo, ¿Has descubierto suave voz, Que estamos extraviados y
eso nos reconforta ?
No sabía lo bueno que podía ser esta
tarea, este trabajo asignado para esta jornada, he descubierto que me es grato
sentirme, he descubierto que poseo un maravilloso vehículo, que antes vigilaba
desde fuera y hoy puedo pensar que estoy un poco más dentro de mi. Así la voz
nos cuenta su jornada, compañero a nuestro lado, camina bajo la engorrosa y
apiñada maraña y en vez de entramparse con la espesura, se descubrió a sí mismo
en su propio viaje, ¿Cuánto va a durar? No lo midas en tiempo, mídelo en sarta,
cada vez que acuda a ti ese darte cuenta, colócalo en una sarta, cual si de
perlas preciosas se tratase.