Capítulo 7
Toma de consciencia de los auténticos deberes eserales. Una vez que el capitán se hubo retirado, Belcebú lanzó una mirada a su nieto, percibiendo su alterado estado, por lo cual le preguntó solícito y no sin cierta ansiedad:
—¿Qué te pasa, querido nieto? ¿En qué piensas tan profundamente?
Levantando la vista hacia su abuelo con los ojos llenos de tristeza, Hassein respondió pensativo:
—Ignoro exactamente lo que me sucede, querido Abuelo, pero tu conversación con el capitán de la nave ha despertado en mí pensamientos en extremo melancólicos. Se me han ocurrido cosas en las cuales jamás había pensado antes.
Gracias a tu conversación, se ha ido haciendo poco a poco cada vez más clara en mi consciencia, la idea de que en el Universo de NUESTRA ETERNIDAD, no siempre han sido las cosas tal como ahora las veo y las comprendo.
Antes de esta conversación, por ejemplo, nunca habría permitido que se hilvanaran tales
Pensamientos asociativamente en mi cerebro, como el de que la nave en que ahora navegamos no había sido siempre igual a lo que es en este momento.
Sólo ahora comprendo bien a las claras que todo cuanto poseemos y usamos en el presente — en una palabra, todos los artículos contemporáneos necesarios para nuestro bienestar y nuestra comodidad— no siempre han existido y no hicieron su aparición con tanta facilidad.
No parece sino que ciertos seres, en el pasado, han trabajado y sufrido durante largo tiempo para lograrlo, teniendo que realizar una serie de sacrificios que quizás pudieron haber sido inútiles.
De hecho, trabajaron y sufrieron sólo para que nosotros pudiéramos luego disfrutar de todo ello y utilizarlo para nuestro bienestar personal.
Y todo esto hicieron esos seres, ya sea consciente o inconscientemente, nada más que para nosotros, es decir, para seres desconocidos y completamente indiferentes para ellos.
Y ahora, no sólo no les estamos agradecidos sino que ni siquiera los conocemos, recibiendo sus conquistas como la cosa más natural del mundo y sin detenemos a considerar todo el trabajo que éstas requirieron.
Yo, por ejemplo, hace ya muchos años que existo en el Universo, y, sin embargo, nunca se me había ocurrido todavía que quizás hubiera habido un tiempo en que todas las cosas que ahora veo no hubieran existido; pues siempre había creído, por decirlo así, que todo había llegado al mundo tan sencillamente como mi nariz.
De modo pues, mi querido y bondadoso Abuelo, ahora que, gracias a tu conversación con el capitán me he dado cuenta gradualmente con toda mi presencia, de todo esto, se me ha impuesto paralelamente, al mismo tiempo, la necesidad de aclarar a mi Razón por qué poseo personalmente todas las comodidades de que ahora disfruto y cuáles son las obligaciones que por ellas deberé cumplir.
Ha sido precisamente por ello, y no por otra cosa, por lo que en este momento se ha producido en mí un «proceso de remordimiento».
Una vez dicho esto, Hassein dejó caer la cabeza guardando silencio; entonces Belcebú, mirándolo afectuosamente, comenzó a hablarle en la forma siguiente:
—Te aconsejo, querido Hassein, que no te plantees todavía estos problemas. No seas impaciente. Solamente cuando llegue aquella época de tu vida apropiada para que te descuenta de estas cuestiones esenciales y reflexiones activamente acerca de ellas, podrás comprender lo que tú, a su vez, debes hacer.
La edad que actualmente cuentas no te obliga todavía a pagar en retribución por los bienes de los que gozas.
No has alcanzado todavía la edad necesaria en que habrás de pagar por tu existencia, sino que por ahora debes prepararte para el futuro, es decir, para satisfacer cumplidamente las obligaciones que entonces caerán sobre tí como todo ser tricerebrado responsable.
Por ello, mientras tanto, deberás vivir como hasta ahora. Sólo hay una cosa que no deberás olvidar y es ésta: que a tu edad es indispensable que todos los días, al salir el sol, mientras observes la reflexión de su esplendor, establezcas un contacto entre tu consciencia y las diversas partes inconscientes de tu presencia general. Tratarás entonces de hacer que este estado dure y de convencer a las partes inconscientes —como si fueran conscientes— de que si ellas impiden tu funcionamiento general, una vez llegado el período de tu edad responsable, no sólo les será imposible realizar el bien que deben, sino que tu presencia general de la cual son ellas parte, no podrá constituir un buen servidor de nuestro INMORTAL CREADOR COMÚN, de modo que no podrás siquiera pagar por tu nacimiento y tu existencia.
Te repito una vez más, querido nieto, que debes tratar mientras tanto de no pensar en estas cuestiones, para cuya consideración no te hallas todavía lo bastante maduro.
¡Todo a su tiempo!
Ahora puedes pedirme que te cuente lo que quieras, que tendré mucho gusto en complacerte.
Como el capitán no ha vuelto todavía, es muy posible que esté ocupado con sus tareas y que no regrese aún hasta dentro de cierto tiempo.
G.I. GURDJIEFF