Mientras no comprendamos la base justa donde aflora el amor,
las palabras sólo perpetuarán nuestros malentendidos...
Por ejemplo, muchas veces juzgamos los actos de una madre hacia su hijo como no
siendo amor, sino otro tipo de sentimiento menor. Si recordáramos aquellas
veces, y hasta este día si es que nuestra mamá aun vive, que ella siempre se
olvidaba de ella misma para estar vigilante y atenta tanto para saber qué
necesitabas tú, aun antes de que tú mismo sintieras o aflorara en ti esa
necesidad, para dejar de lado todo lo que estuviera haciendo y de inmediato
ayudarte a subsanar tu necesidad; comprenderías la base justa del amor real...
El amor real significa que el amado se olvida y renuncia totalmente a él mismo
y sus propias necesidades para permanecer atento y dispuesto hacia la persona
amada...
El que ama no existe ya, sólo existe la cosa amada; totalmente pendiente de lo
necesita el otro...
Si algún día has podido olvidarte totalmente de ti mismo y de todas tus
necesidades e intereses particulares, y permaneces totalmente abierto y
receptivo para captar las necesidades del otro, sea un objeto inanimado, una
planta, un animal o una persona, conocerías lo que el amor real significa...
Pero mientras tú mismo quieras ayudar, socorrer o soportar las necesidades de
otra persona, y si esas cosas nacen en ti de acuerdo a lo que sientas tú
importante, el amor se alejará, y simplemente será una acción a partir de lo
que en ti nace, y no de lo que nace en la otra persona...
Una madre sabe distinguir muy bien entre una necesidad real de su niño y los
simples pataleos, y lo sabe distinguir porque en ella ya hay una gota o muchas
de la substancia real del amor...
Una madre puede estar charlando con el Presidente Busch, totalmente involucrada
en el protocolo, pero si en ese instante escucha o siente el lloro de su hijo,
abandona todo para salir en su búsqueda y estar dispuesta a ayudarlo le cueste
lo que le cueste...
Sobre esa base justa es donde el amor un día puede arribar a nuestro
interior...
"Tanto amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito . . ."
El día que seamos capaces de alejar de nosotros lo más querido, valorado e
importante para nosotros, nuestro amor propio o ego, o nuestro propio ser, lo
demás se salvará.
¡Dichosos los invitados a este banquete!
Aportado por Carlos de la Garza P
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