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De: morochopino (Mensaje original) |
Enviado: 23/11/2013 23:59 |
EL QUE VIGILA. (Jeanne De Salzmann). No vemos nuestro estado de sueño. En ese estado pensamos en el trabajo; pensamos «Yo quisiera estar presente». Pero el esfuerzo de estar presente es algo muy diferente. Es un esfuerzo en la dirección de la conciencia.
Uno debe llegar a saber si es consciente o no de sí mismo en un determinado momento y debe reconocer todos los niveles de esa conciencia. Su presencia o ausencia puede así ser probada por un acto interior de observación. Estoy frente a algo que no conozco. Estoy frente a un misterio, el misterio de mi Presencia. Debo sentir que no puedo pretender conocer ese misterio con mis medios ordinarios. Si comprendo, al menos mentalmente, lo que significaría estar presente, con todos los elementos de mi Presencia, y no sólo con mi cabeza, mi sensación o mis emociones, tal vez no estarían aún verdaderamente presente, pero estaría en busca de una dirección común. ¿Quién está presente? ¿Presente a quién? ¿Quién ve a quién? Ahí está todo el problema. Para observarse hace falta una atención diferente de la atención ordinaria. Emprender la lucha del que vigila. Buscar que haya en mí un vigilante estable. Alguien que vigile. Sólo el que vigila está activo. El resto de mí mismo está pasivo.
El que vigila debe recibir una impresión de mi estado interior, tratando de tener, al mismo tiempo, un sentido del todo. Debemos aprender a ver que el verdadero Yo no está allí, y que el personaje toma el poder y hasta pretende ser el único que existe. Uno tiene poder sobre el otro. Es necesario invertir los roles. El peligro está en que no nos damos cuenta de que los roles vuelven a cambiarse. Creo que necesito poner atención; pero, en realidad, lo que necesito es conocer mi falta de atención. La observación de sí enseña cómo concentrarse mejor y fortalece la atención. Me hace ver que no me recuerdo de mí mismo, que no veo mi estado de sueño. Estoy fragmentado; mi atención está dispersa y no tiene ninguna fuerza disponible para ver. Cuando despierto, hago un esfuerzo para liberar una atención suficiente, capaz de oponerse a esa dispersión y verla.
Es un estado más voluntario. Ahora hay alguien que vigila y ese vigilante es un estado diferente de conciencia. Sin embargo, debo recordar siempre que no sé lo que soy y que todo el problema es quién está presente. La observación de mí mismo por parte del pensamiento habitual, con la separación entre el observador y lo que es observado, no hace más que reforzar la ilusión del yo. Comenzamos a ver dos aspectos, dos naturalezas en nosotros mismos: una naturaleza superior, relacionada con un mundo, y una naturaleza inferior, relacionada con otro mundo. ¿Qué es lo que somos? No somos ni lo uno ni lo otro. Ni Dios ni animal. Participamos de una naturaleza divina y de una naturaleza animal. El hombre es doble. No se ha unificado. Es sólo una promesa de hombre hasta que pueda vivir con sus dos naturalezas presentes en sí mismo, sin retirarse a una u otra. Si se retira a su parte más elevada, se aleja de sus manifestaciones y no puede ya evaluarlas. Ya no conoce su animal. Si se desliza hacia la otra naturaleza, olvida todo lo que no es animal y no le queda nada para resistirlo: él es ese animal, no un hombre.
El animal siempre rechaza al ángel. El ángel le da la espalda al animal. El hombre es el que siempre vigila, aquel que se recuerda a sí mismo en las dos direcciones y tiene sus dos naturalezas siempre enfrentadas.
Jeanne De Salzmann |
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De: payg |
Enviado: 25/11/2013 22:09 |
hola que tal buenas tardes, quisiera hacer una preguna.
si el recuerdo de si es una alineacion de los centros ¿como hacer que mi recuerdo de si sea algo mas emocional, mas puro y con mas penetracion en el presente???
ya que siento que algunas veses no es nada emocional, solo es mas como de observacion y darse cuenta de si mismo!!!! |
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Los seres", decía Orage, "solo se convierten en individuos o individuums, indivisibles, tres en uno y uno en tres -con tres centros ya desarrollados- cuando lo activo, lo pasivo y lo neutralizante estan en su orden normal: una repetición del estado original de la creación.
Cada 'querer' del que somos conscientes deriva de uno de nuestros tres centros, y para los otros dos centros este es una aparición, una interrupción. Cuando los tres centros tienen el mismo 'querer', a eso lo llamamos Voluntad. Entonces un hombre puede decir 'Yo quiero', con todo su ser. Este es el estado de 'yo soy". Cuando los tres centros están ocupados en un 'querer' uno no esta consciente de un 'querer'; todo el ser lo consiente.
El sufrimiento psicológico cesa, pero el esfuerzo continua, a menudo con un sentimiento de decepción debido a la frustración de la Voluntad. Con el crecimiento del ser viene un aumento de las dificultades; al mismo tiempo viene un aumento de fuerza". "Una de las metas del Método de Gurdjieff es la obtención de un estado de conciencia de si que ahora asumimos poseer, sin evidencia. Gurdjieff no asume, como lo hacen los métodos místicos y ocultos, que somos conscientes de nosotros mismos. El hombre ha perdido el camino, ha caído en el presente estado de conciencia de vigilia patológica, y a menos que pueda recuperar el camino, esta condenado. Este Método esta concebido para ayudarlo", Todas nuestras manifestaciones físicas y psicológicas son interrelaciones de nuestro organismo y su entorno, desprovisto de voluntad; es decir, del poder de actuar por iniciativa propia.
Así, tenemos la definición gurdjieviana de hombre: “Un hombre es un ser que no puede hacer”. De aquí se desprende que en general no conocemos a ningún hombre, sino solo a “hombres” entre comillas. Si la carencia de voluntad pertenece al orden natural, la pregunta es, ¿Qué tipo de actividad es necesaria para desarrollar la voluntad? Es difícil convencernos a nosotros mismos, darnos cuenta, del hecho de que todos los fenómenos psíquicos y psicológicos son del mismo orden que los fenómenos fisiológicos. El proceso de pensar que se esta produciendo en mi ahora que estoy hablando y el de ustedes cuando no están hablando, cuando están escuchando, esta tan desprovistos de voluntad como el sentido del tacto en el contacto físico. No hay más voluntad involucrada que lo que habría en figuras oníricas que se desplazaran a lo largo de estos movimientos. No suponemos que la figura onírica ha iniciado su propia actividad; tampoco somos nosotros los iniciadores de las figuras oníricas. Ni siquiera son títeres, pues esto implicaría un titiritero. Nuestro estado es tal que nosotros somos más o menos figuras oníricas -sobre “el telón pintado que llamamos vida". No sorprende que el hombre no tenga voluntad; sorprende que crea que la tiene. Esta convicción del hombre de que tiene voluntad, contra toda evidencia, contra el análisis científico, es uno de los efectos del Kundabuffer. Uno de los primeros resultados del recuerdo de si y de la observación de si seria desprenderse de esta ilusión de voluntad.
En cierta etapa de la practica del Método aparece la convicción de la carencia de voluntad, la convicción de la propia nadidad y mecanicidad, de la desesperanza de la expectativa de algo verdadero en la vida ORDINARIA. Esta experiencia psicológica era necesaria antes de que un ser pudiera alcanzar la voluntad . Asumiendo que la toma de conciencia de la carencia de voluntad haya sido experimentada, el problema, ahora, es si es posible nacer de nuevo y entrar en la vida verdadera, y por cual medio. Y aquí, en el umbral, se levanta la palabra VOLUNTAD. Se dice que el problema de la VOLUNTAD es el misterio de los misterios. La Voluntad Verdadera, la fuerza que crea, preserva y destruye el Universo es ininteligible para el pensar ordinario. Dios, el Absoluto, creo el gran universo con un acto de voluntad consciente, superando la inercia, la materia inerte.
A medida que nosotros, a nuestra pequeña escala, desarrollamos una voluntad verdadera, así, de ese modo, llegaremos a ser como Dios, llegaremos a ser Hijos de Dios. ¿Como empezamos? Nuevamente, vuelvo a citar a Gurdjieff: “tomen algo pequeño que deseen hacer y que ahora no pueden hacer, y oblíguense a hacerlo". "El capricho es el comienzo de la voluntad. El capricho es una mosca, la voluntad un elefante. El esfuerzo de San Patricio para cambiar el curso de la historia humana, para civilizar Irlanda, es un ejemplo de voluntad de elefante". Se asume, por supuesto, que uno ha estudiado el Método. Cada esfuerzo para recordarse de si mismo y para observarse a si mismo de manera imparcial es un acto, un pequeño acto hacia el estado de voluntad verdadera; de hecho, el primer paso. |
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