UN COMPARTIR DE UN MIEMBRO FUNDADOR EN ABRIL DEL
2003
Estimado Carlos:
Efectuando una tarea de observación, de pronto me fue tremendamente claro el
sentir que tanto mis "yoes" malos, como los "buenos", me
alejan de la Verdad, o en otras palabras, me impiden acercarme a percibirla.
Podría decir también, ambos me alejan de lo real en mí.
Sólo siento que no hay una segunda intención en la observación de mi, ya sea
ante mi mismo o ante mi actitud frente a los demás (lo que quiere decir un
intento de ofrecer o de cumplir con una imagen), cuando aparece una sensación
de "presencia" en mí. Esta se inicia con la sensación de mi cuerpo,
que se expande y luego se acompaña de una impresión de lucidez no teñida por
fluctuaciones emocionales. Ocasionalmente, la permanencia en ese lugar
despierta en el centro del pecho un sentimiento inmenso de tristeza o más bien
añoranza y de una tremenda calidez. Sentimientos, que sin embargo, no impiden
la permanencia de la lucidez previamente descrita.
Hay un juego muy sutil que puedo observar cuando presiento que ese estado se
acerca. Todo comienza con la percepción de la sensación del cuerpo, de mis
hombros, de la parte alta de la espalda, la frente y luego la coronilla. El
primer paso es poner atención a ello y a lo que esté haciendo en ese momento.
Si reconozco esa posibilidad, aparece el primer obstáculo o visto desde otro
ángulo, posibilidad:
- Hago todo lo posible por forzar su aparición. Sentir mi cuerpo, dividir la
atención, con la mente de ese momento, de esa condición forzar la sensación que
recuerdo acompaña a ese estado que se acerca. Con lo anterior, lo único que
logro es acrecentar la fuerza de ese "yo" que utiliza la imaginación
de un nivel mecánico para imitar otro estado que recuerdo y que cuando aparece,
es real.
La respuesta adecuada, es observar y mantener la sensación del cuerpo,
"sostener soltando", hasta llegar a una especie de hacer "no
haciendo". Dicho de otro modo, permitir que se haga desde otro lugar,
desde aquel que percibo está apareciendo y que progresivamente se funde o más
bien toma el lugar de aquel que se manifestaba hasta ese momento. Por eso es
que el término hacer el "no hacer", me parece adecuado. Equivale a
hacerse a un lado (lo que es activo), para dejar que otro actúe sin
"yo" intervenir (no hacer, receptivo).
- Luego cuando reconozco ese nuevo estado, otro problema aparece:
¿Me aíslo y disfruto de esa sensación abarcante, la dejo sólo para mí (lo que
en cierto modo se opone a la descripción de abarcante)? ¿O bien me arriesgo a
actuar y relacionarme desde ese lugar?
Ambas situaciones tienen un riesgo, que al final es el mismo, perder ese
estado.
Si me aíslo y me centro en las "delicias" de ese estado, un
"yo" que quiere para sí el disfrute, el premio, aparece con lo que el
estado alcanzado desaparece. Si me doy cuenta de ello y trato de forzar su
mantención, vuelvo al hacer voluntarioso, propio de otro "yo"
y...pierdo el momento.
Si tomo la segunda opción y me relaciono con otros desde ese nuevo estado, el
desafió está en un sutil equilibrio de no identificación y de sostener la
sensación. Cuando se está en Grupo de Trabajo, con otros manteniendo un
esfuerzo, la mantención de ese "estado" es mayor en tiempo e intensidad.
El siguiente desafío aparece cuando la energía que sostiene esa situación, se
agota o dejamos de contactarnos con ella. Entonces la demanda es de soltar, de
dejar ir el estado que ya nos abandonó y no transformar su recuerdo en
"una imagen virtual" que pretenda reemplazarlo y ser confundida con
lo real.
Oscar.
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