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EL CUARTO CAMINO DE GURDJIEFF-BENNETT
 
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General: ENERGIA - SI.12 - SEXUAL
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: LUISWAYUU - ASHSHUA  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2018 14:30
Incluso sin un esfuerzo consciente la “maquina humana”, es decir nuestro cuerpo, es capaz de producir un tipo muy sutil de “energía creadora”, una energía que no obstante podemos darnos cuenta de su poder en todas las actividades ordinarias de un hombre.
El Sr. Gurdjieff denomino a esta sutil energía como (Si 12). Esta sutil “materia-energía” es el resultado final de la transformación del alimento, y es la energía con la cual trabaja el “centro sexual”, y representa la unión de los activos “masculino” y “femenino”.
Gurdjieff decía que esta energía es indispensable para la transformación de un hombre ordinario, que utilizándola en forma correcta es capaz de crear “nuevos cuerpos”, pues es la que tiene las condiciones específicas para “cristalizar” en el mismo organismo de un hombre, célula a célula un nuevo cuerpo.
El poder de «si 12» se nos hace evidente en la experiencia y los propósitos de la unión sexual. Pues directamente tiene relación con la conservación de la especie. En un hombre ordinario esta energía guarda una directa y gran relación con los diversos comportamientos inconscientes.
En el funcionamiento errado de los centros se desperdicia constantemente está energía sutil y se vuelve una constante de su funcionamiento. Podemos darnos cuenta del mal uso de esta energía por la identificación extrema y descontrolada que se imponen a actividades que no lo requieren, que se manifiestan con una enérgica vehemencia, o una pasión desmesurada.
La energía del centro sexual, que debería ser utilizada en el beneficio del desarrollo de un hombre, es desperdiciada y robada constantemente por el resto de los centros inferiores.
(M.O.N.).


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: LUISWAYUU - ASHSHUA Enviado: 11/02/2018 15:21

Existe una fuerza entre el hombre y la mujer, algunas veces de atracción, otras de

Repulsión. El mero hecho de estar juntos convoca una fuerza que no es una

Relación en sí misma, aunque el hombre y la mujer se atraigan mutuamente para

Encontrarse. Debe intervenir algo más; esto puede ser el acto sexual, aunque sea

Real solo en el momento.

En esta relación podemos observar un ejemplo del dinamismo presente cuando

Tres elementos se juntan en una acción. Todas las relaciones verdaderas se

Reducen a la combinación de tres elementos independientes que representan

Entre sí la influencia afirmativa, la negativa o receptiva y la reconciliadora. Así,

Nos referimos a la acción como triádica, porque una relación necesita estos tres

Elementos si va a formar parte de la experiencia.

El acto sexual, que es una unión genuina, pero momentánea cuando es apropiada

en esencia, transmite la tercera fuerza, la reconciliadora. Es común considerar que

el acto sexual reconcilia la fuerza afirmativa del hombre y la fuerza receptiva de la

Mujer; sin embargo, esto es una visión parcial. Desde una perspectiva objetiva,

Tanto el hombre como la mujer son receptivos y la afirmación proviene de la

fuerza creativa que busca penetrar en la Naturaleza.

El hombre y la mujer son capaces de representar sus respectivos papeles

afirmativo y receptivo solo cuando hay una creación genuina entre ellos. La

relación arquetípica es la de la concepción y gestación de un niño, aunque la

verdadera relación de hombres y mujeres no acaba allí. El niño es el portador o

transmisor de la tercera fuerza, la reconciliadora.

En cualquier relación, la tercera fuerza tiene la característica de ser capaz de

unificar las naturalezas dispares de la afirmación y la receptividad. No es un

medio para conectar las dos. Es aquello en lo que pueden fusionarse en uno, en

una creación nueva.

A pesar de que es común considerar a la «reconciliación» como la resultante del

encuentro de lo «activo» y lo «pasivo», esto no es exactamente así. La tercera

fuerza es independiente y libre, y por esa razón, por lo general, es imperceptible o

irreconocible. Si observamos cuidadosamente la concepción de un niño, es obvio

que los padres no «hacen» al niño, sino que permiten que este entre a la

existencia. Hay un encuentro de los tres actos en uno que, en esencia, es eterno.

En el acto de la concepción, el hombre y la mujer se convierten en padre y madre.

Son algo más que los polos entre los que existe la fuerza del sexo.

La manifestación primordial está en la fuerza materna. Para convertirse en

madre, la mujer tiene el poder de la atracción sobre el hombre y es esto lo que

despierta en él su facultad paterna. Si se mira desde esta perspectiva, es la madre

la que inicia el acto de concebir: sin embargo, no lo hace desde su afirmación, sino

desde su receptividad, atrayendo al hombre hacia sí. De la misma manera, desde

nuestra receptividad atraemos al poder creativo que se precisa para

transformarnos y concebir un alma. Así, primero es la madre; luego, el hombre

atraído por ella, y de su unión viene un nuevo ser al mundo. Este es un ejemplo

de una tríada de evolución o concentración 12. Este nuevo ser es un potencial

nuevo. Algo nuevo ha entrado al mundo, con todo tipo de posibilidades para la

transformación. Esto es lo que ve o siente la madre al mirar a su hijo, mientras se

pregunta en qué se convertirá. La emergencia de un potencial nuevo es una de las

manifestaciones características de la tercera fuerza.

Desde el punto de vista del padre, la acción es diferente. La concepción es un acto

de transmisión. Es muy importante comprender que el hombre juega el papel de

transmisor de la simiente y que no es el origen de esta. El poder creativo de

gestación trabaja a través de él y lleva el patrón del padre al hijo, en especial si es

un varón, que luego se convierte en el representante del padre que continúa su

linaje, e incluso completa el trabajo de este. El padre es afirmación, y ve en la

madre, lo receptivo, un medio de satisfacer y renovar y un modo de extenderse y

abrirse al futuro. Esto es una tríada de Involución o Expansión. A su vez, el niño

puede convertirse en transmisor de la fuerza afirmativa, formando así una

cadena de generación. Sin la tercera fuerza del niño la transmisión finaliza y

entonces hablamos en verdad de un matrimonio estéril.

Ante todo está la realidad de la concepción como un acto iniciado por el niño en

sí. Por lo general no podemos comprobar que el niño es quien inicia su propia

procreación, ya que no podemos ver más allá de los hechos tangibles de la

concepción. Sin embargo, es el niño preconcebido el que despierta en la mujer la

fuerza atrayente de la madre. Robert Louis Stevenson lo describe

maravillosamente en su fábula El pobrecito 13, donde el niño que será concebido

se comporta de tal manera que la madre está obligada a moverse en el sentido de

su concepción. En La República, de Platón, se cuenta la misma historia; en su

relato de Er, el hijo muerto de Armenio regresó al mundo cuando comprendió

qué se hacía para volver y el momento de elección que ello involucra.

Antes de ser concebido, el niño no existe. No es material, ni tampoco pertenece al

mundo espiritual de las energías. Existe en el mundo espiritual 14, simplemente

como la voluntad de ser. Es la tercera fuerza, incorpórea. No se puede

comprender esto sin que los centros más elevados trabajen en nuestro interior, ya

que son capaces de percibir fuera del espacio y del tiempo. Es esta condición

espiritual la que nos otorga la libertad antes de existir. En la tradición musulmana

se enseña que antes de nacer elegimos esta vida. Esto es un misterio que no debe

aceptarse a ciegas. Sin embargo, hasta su posibie verdad tiene implicaciones

profundas para nosotros. Debemos intentar formarnos alguna intuición de este

estado de voluntad pura, sin forma o límites, en el que se hace una elección para

nacer, del que proviene el acto de despertar la facultad materna y de liberar las

fuerzas gestadoras del padre. Este es un ejemplo de una tríada de Libertad.

Sin embargo, no se elige libremente dónde nacer, con qué padres y con qué

herencia. Debe aceptarse una cierta limitación al entrar en la existencia a través de

una combinación de un hombre y una mujer en circunstancias particulares.

Cuando el esperma del padre penetra en el óvulo de la madre se escribe la carta de

herencia que prevalece a través de toda la vida del niño. También existe la carta

conocida como sino, el patrón que gobierna las caracteristicas psíquicas y las

relaciones, proveniente de las influencias planetarias que se configuran en el

momento de la concepción.

Al sino se le denomina a veces herencia astral, porque se aplica al aspecto

psíquico o «ser» del niño, como el carácter y la disposición, mientras que la

herencia física se aplica a las características corporales y funcionales. El sino

proviene del mundo espiritual y es casi tan difícil de cambiar en la vida como la

herencia física, a menos que haya algún elemento de trabajo consciente.

Estas cartas se inscriben en la célula fertilizada en el útero materno a través del

padre y gobiernan el desarrollo del feto, así como el patrón de hechos externos en

la vida futura. Su lugar en la concepción constituye un ejemplo de la tríada del

Orden, que significa que el nuevo ser no puede entrar al mundo sin atenerse a

ciertas reglas, porque debe entrar a través de la acción de ese padre sobre esa

madre.

Eso no es todo. Existe una ley que proviene del más allá, de Dios, la ley del

destino. El destino de un niño es único para él e independiente de sus padres y

pertenece a su naturaleza espiritual o voluntad. Existir significa convertirse en

agente de intencionalidad, algo que carece de significado en un mundo

puramente espiritual. Esta intencionalidad debe reconocerse libremente y hay que

elegir obedecerla, ya que se origina en el mundo incondicionado.


CORTESIA DE: LUIS GONZALEZ



 
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