Cuentos de Idiotas
Tradición Sufi
El Talismán
EL TALISMÁN
Se
cuenta que un faquir que quería aprender sin esfuerzo, abandonó después
de un tiempo el círculo del sheikh* Shah Gwath Shattar. Cuando Shattar
se estaba despidiendo de él, el faquir dijo:
"¡Tienes
fama de poder enseñar toda la sabiduría en un abrir y cerrar de ojos y,
sin embargo, pretendes que yo pase mucho tiempo contigo!"
"Todavía no has aprendido a aprender cómo aprender; pero descubrirás lo que quiero decir", dijo el sufí.
Aunque
el faquir había anunciado su marcha, se deslizaba a hurtadillas en la
tekkia todas las noches para escuchar lo que decía el sheik. No mucho
tiempo después, una noche, vio cómo Shah Gwath sacaba una joya de un
cofre de metal tallado. Sostuvo la joya sobre las cabezas de sus
discípulos diciendo: "Éste es el receptáculo de mi conocimiento, y no es
otro que el Talismán de la Iluminación."
"Así que éste es el secreto del poder del sheikh", pensó el faquir.
Avanzada
la noche, entró en la sala de meditación y robó el talismán. Pero en
sus manos la joya, por mucho que lo intentó, no producía ni poder ni
secretos. Se llevó una amarga decepción.
Se
estableció como maestro y consiguió discípulos. Con la ayuda del
talismán, intentó una y otra vez iluminarse a sí mismo y a sus
discípulos, pero sin resultado alguno.
Un
día estaba sentado en su santuario, después de que sus discípulos se
hubieran acostado, concentrado en sus problemas, cuando Shattar
apareació ante él.
"¡Oh,
faquir!", dijo Shah Gwath, "siempre puedes robar algo, pero no siempre
puedes conseguir que funcione. Podrás robar incluso el conocimiento,
pero tal vez te resulte inútil, como le pasó al ladrón que robó la
cuchilla del barbero, que estaba fabricada con el conocimiento del
forjador, pero que carecía del conocimiento del barbero. El ladrón se
estableció como barbero y murió en la miseria porque no fue capaz de
afeitar ni una barba, pero, sin embargo, sí cortó varias gargantas."
"Pero yo tengo el talismán, y tú no", dio el faquir.
"Sí,
tú tienes el talilsmán, pero yo soy Shattar", dijo el sufí. "Yo, con
mis facultades, puedo hacer otro talismán. Tú, con el talismán, no
puedes convertirte en Shattar."
"¿Entonces, por qué has venido?, ¿sólo para torturarme?", gritó el faquir.
"Vengo
para decirte que si no hubieras sido tan ingenuo como para pensar que
tener una cosa es lo mismo que poder ser transformado por ella, habrías
estado preparado para aprender cómo aprender."
Pero
el faquir pensó que el sufí sólo estaba tratando de recuperar su
talismán, y como no estaba preparado para aprender cómo aprender,
decidió continuar con sus experimentos.
Sus
discípulos continuaron haciéndolo: y sus seguidores, y los seguidores
de sus seguidores. De hecho, los rituales que se originaron en sus
incansables experimentaciones, constituyen hoy en día la esencia de su
religión. Nadie podría imaginar, tan santificadas están por el tiempo
estas prácticas, que su origen se encuentra en los hechos que acabamos
de relatar.
A los ancianos practicantes de esta fe, además se les tiene por tan venerables e infalibles, que estas creencias nunca morirán.
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