Quisiera acercarme al tema de una forma diferente, desde el punto
de vista de que perdemos en realidad debido al estado de identificación.
No verlo desde el punto de vista moral, sino en el sentido de
cómo podemos impunemente identificarnos constantemente o desde el punto
de vista superior, que es increíble y muy doloroso de sentir sobre qué
perdemos debido a la identificación. Como estamos es que estamos en
estado y vivimos en un mar, en uno océano de identificación
literalmente, no solamente el océano de la vida, sino dentro de un
océano de identificación y no nos damos cuenta porque nos resulta
natural. El trabajo práctico es una buena oportunidad porque me
identifico prácticamente en tres grandes campos: uno es el “hacer”, en
el “haciendo” algo físicamente o moviéndome. Este “hacer” es justamente
el estado de identificación por eso llamamos “hacer” entre comillas. Y
no hago nada libremente aunque por supuesto hay excepciones.
También identificación sintiendo, tanto en el sentido de lo que llamo
“positivo” entre comillas, riéndome en forma de placer, o negativamente,
en todas las emociones negativas, que tienen como condición sine qua
non identificación con mi salsa, o en mi pensamiento: identificarme
constantemente con mis asociaciones que inevitablemente surgen. En
ningún campo estoy prácticamente libre. Hasta en el centro instintivo
hay identificaciones, ya sea por la somatización de mis angustias, de mi
miedo, de mi consideración interna, de mi stress en el cual vivo. Pero
no me doy cuenta hasta que voy al médico y me quejo sobre los riñones o
sobre el hígado. En realidad esos son todos factores psicógenos que me
llevan a este estado; es decir factores que nacen en la psique y después
se somatizan, se corporizan. ¿Qué es en realidad este estado de
identificación? Los hindues tienen la palabra Shakta que es el
masculino de Shakti, energía pero también libido. Shakta es como un
participio que es libidinoso, algo cargado de libido, algo con carga,
algo donde pongo libido, no en el sentido sexual, sino en el sentido de
Jung como energía psíquica, mental, psíquica en general, así lo toma
Jung. Esto significa que pongo carga o libido en casi todas las cosas:
en mi manera de pensar, mi manera de sentir, mi manera de moverme, y
también en los bloqueos, pongo libido, por Ej.: es decir, que al poner
la cabeza así o siento así, pongo libido y está ayudando al bloqueo. La
líbido es negativa, no ayuda a lanzarse sino es una lívido invertida.
Esta obsesión, esta posesión por la líbido lo llamo identificación. Eso
tiene mil grados: mayor intensidad, menor intensidad, y en los centros
también, en mayor o en menor intensidad. ¿Cuál es en realidad la
situación del hombre identificado? Lo llaman mecánico, pero no es
justamente la palabra que caracteriza a esto, sino que la identificación
está más cerca de la idea del sueño, el sueño despierto. En el sueño de
la noche, en el estado onírico, a veces me puedo dar cuenta que estoy
soñando, es como un pez que llegado a la superficie se da cuenta de
otra cosa en la superficie del agua. Así tambien en el estado vigílico,
el sueño despierto en el día, conciencia relativa la llamamos también en
la Enseñanza, puedo también darme cuenta de que estoy soñando. Entonces
me estoy acercando ya a un estado más consciente, la identificación es
como un hipnotismo muy grande que normalmente me impide emerger de mi
salsa hacia otro estado de conciencia. Aquí podemos hacer una
inferencia: que el estado de la conciencia de sí es incompatible con la
identificación. En el estado de la conciencia de sí termina la
identificación. Pero entre este estado y el de sueño despierto hay como
dije mil grados; es como una luz que puede levantarse a través del
reostato y disminuirse. Esta para la llamarla así resistencia eléctrica
en el campo psicológico son justamente nuestros grados de
identificación. Como los hindues en la Baghavad Gita hacen un llamado a
que el hombre de estado de Shakta pase al estado de a-shakta, privativo;
que es no-identificado. Podemos decir que en nuestra Enseñanza dice lo
mismo: como llegar a la no-identificación. Eso en realidad es el
camino del hombre número 1, 2, 3 en direccion hacia el hombre número 4.
Todavía no nos damos cuenta suficientemente, que prácticamente
renunciamos a nuestro derecho de primogenitura de hombre, es decir que
nuestro estado de la primogenitura es el estado de la conciencia de sí.
El hombre puede y debe llegar a este estado. Un poeta alemán dice:
“solamente lo supremo en el hombre es el Hombre.” Pero mientras que no
llego a esto,el hombre 1, 2, 3, es todavía el “hombre” entre comillas,
nos guste o no…pero objetivamente, desde el punto de vista de un
conocimiento objetivo es así, porque el verdadero Hombre comienza en
realidad en el nivel del hombre número 4 que es precisamente de una
disciplina de escuela, grupos, comunidad, no importa de un nivel que de 3
va a 4, que es poco a poco que no es de golpe, poco a poco el Hombre
número 4 ya es un nuevo campo de gravitación en nosotros, eso exige
muchas cosas. En realidad lo llamamos el “hombre que se balancea”, el
hombre que trata de equilibrarse. Yo prefiero usar la palabra de Nicoll
“el hombre equilibrado” porque suena como algo estático, que el gusta
mucho al hombre tibio, al pequeño burgués tibio, que le gusta mucho
estar equilibrado, lo que llama en “paz”. Pero no hay paz sino hay la
espada, como dijo el Cristo. ¿Qué significa equilibrarse?
Equilibrarse es no pertenecer a un solo lado del péndulo. Nuestra vida
es analógicamente como lo muestra Nicoll, el moverse de un lado del
péndulo al otro. En la vida a eso llamamos dualismo, el Duaita, vivir en
el mundo del dos. Estamos en un polo o en el otro y no llegamos a
conectarnos con el medio del péndulo, donde todavía hay un momento
crucial, un poquito rápido o muy rápido donde existe la posibilidad de
ser AHORA, AQUÍ, AHORA. Es el momento de no ir al otro polo o tener la
posibilidad de una elección para quedarme entre los opuestos. Ahí
podemos concluir: la identificación va siempre a un polo, es unilateral.
En ese sentido la identificación es un gran pecado, no en el sentido
moral del cristianismo de hoy o de la iglesia de hoy, sino en el sentido
objetivo con la ciencia objetiva, el conocimiento objetivo, porque es
unilateral, es ir a un solo polo y no ver que hay tres posibilidades:
un polo, otro polo, y el medio. Eso nos lleva tambien a que el hombre
identificado es ciego a la tercera fuerza –lee sobre la tercera fuerza,
oye y habla de la tercera fuerza, pero no la experimenta,no la ve-. El
hombre es ciego a la tercera fuerza dice Fragmentos , dice Nicoll y dice
tutti-quianti. Ahí también hay un punto muy importante: la
identificación me castiga por llamarlo de esta forma: de no llegar a la
tercera fuerza. Yo pago un precio por mi identificación, pago un precio
por vivir en el olvido, pago un precio de ir a un solo lado del
péndulo, pago un precio de no despertar hacia algo más alto que la
conciencia relativa o el sueño despierto. Todo este Trabajo está
dirigido hacia esta posibilidad. Toda esta situación libidinosa
de nosotros; de poner una carga innecesaria a las cosas, trabajar
físicamente con una energía indebida, de cargar nuestras emociones con
cosas del pasado, con mi historia personal, de cargar mis pensamientos
con todas las asociaciones ya desarrolladas durante una vida. No nos
damos cuenta que no tenemos asociaciones libres, asociaciones de un
orden más alto, sino que nos identificamos con las asociaciones ya
devenidas a través del pasado, lo que llamamos con la filosofía hindú:
los Vasanara. Vasanara son en realidad las impresiones formadas por
repetición habitual, entonces están tienen energía de hábito, como dice
Suzuki en el Ankavatara; que nos hacen salir de un enorme subconsciente
colectivo, inmediatamente allí están registradas en rollos o cintas no
importa como llamarlos, y salen con una rapidez de una computadora para
entrar en nuestra mente que me da la ilusión de que pienso, pero en
realidad no pienso, lo que piensa son las asociaciones ya pre-formadas.
Eso me mantiene en un estado de hipnosis del sueño y de la
identificación. Todo el mundo conoce mi identificación a rumiar
las cosas, especialmente con cosas desagradables, algo que no se puede
ya cambiar, y todavía estoy rumiándolo por minutos, horas, o días;
morando todavía sobre algo, envenenando mi vida, identificándome tanto
hasta que se vuelve negativo, denso. Como el hombre identificado
está ciego a la Tercera Fuerza, y en este estado no puede realmente
comprender la práctica de la Ley de Tres, lo mismo es con la Ley de
Octavas, el hombre identificado vive literalmente bajo la Ley de
Accidente y de unas Octavas que se desarrollan automáticamente,
mecánicamente, porque no está en la situación de des-identificarse, con
una situación en la cual puede objetivamente, imparcialmente ver una
octava. Se lee sobre la Ley de Octavas, se habla sobre la Ley de
Octavas, ¿pero es que uno las comprende realmente en su propia vida? Y
uno no comprende cuando una octava es descendente o ascendente. Con la
identificación veo todo descendente, todo va para abajo o todo va
arriba. Los dos son imaginación y lo importante es que nunca puedo estar
presente a un choque adicional, en el punto de las impresiones, del
tercer alimento eseral, cuando me puedo dar un choque adicional. Eso
influye tambien incluyendo en forma secundaria la octava de la
respiración, la octava de mi segundo alimento eseral. Como no me puedo
dar este choque, el hombre identificado tampoco puede elevar su
respiración, la octava de su respiración se corta muy rápido. Esa es la
respiración semi-asmática, la respiración incompleta, la respiración
impedida por el diafragma alto, la respiración impedida por mi angustia,
la respiración impedida por mi descontento, la respiración forzada por
mi auto-importancia, que quiero constantemente brillar y ser el primero,
one up man ship, etc., esto tiene muchas consecuencias. Aquí se
ve nuevamente: no puedo impunemente identificarme sin pagar el precio,
pago el precio con la Ley de Tres. Solamente las tríadas son reales, la
vida de identificación no puede ser real, porque no soy. Gurdjieff dice
en el tercer tomo De todo y de todas las cosas: “La vida es real solo
cuando yo soy”, como yo no soy normalmente, mi vida es por la mayor
parte todavía irreal desde el punto de vista de la ciencia objetiva,
pero desde la perspectiva del vendedor es excelente, desde el punto de
vista de un sinvergüenza político es muy bueno, desde el punto de vista
de un diputado o senador, ministro, etc., es muy bueno, desde el punto
de vista de la vida cotidiana, si todo el mundo se identifica ¿por qué
no yo?, pero desde el punto de vista del conocimiento objetivo pago este
alto precio, porque no puedo levantar mi respiración hacia algo más
fino para extraer de mi respiración sustancias o hidrógenos más finos;
no puedo elevar mi emoción hacia un hidrógeno 24 hasta 12, tampoco
levantar mis movimientos a un nivel 24, algo sagrado, porque mis gestos,
mis movimientos identificados son muy vulgares. Por ejemplo cuando a
veces les corrijo cuando cruzan los brazos, es un hidrógeno muy bajo…
El hombre puede robar hidrógenos más finos, no legítimamente llegar
a la vibración del hidrógeno, pero puede bajar hidrógenos finos y
trabajar a un nivel inferior con ellos. Lo más conocido es el hidrógeno
del sexo, la energía del sexo es hidrógeno 12, entonces si este SI 12,
el hidrógeno puede bajar y trabajar con esto en el hidrógeno 96 para dar
una intensidad desproporcionada a sus emociones, especialmente
negativas, pero también positivas. Estas “emociones positivas”,
exageradas, con mucho impetu, con mucho drama. Esto lo lleva a su drama
personal, a su importancia y argumentaciones, un hombre que es muy
argumentador y argumenta hasta la muerte, hasta que tal vez le pueda
poner finalmente un candado, pero argumenta y usa el hidrógeno más fino
para dar fuerza a sus argumentos, a sus prevaricaciones. Ahí tenemos un
robo de cosas más finas. Este robo lo cometemos en forma inconsciente,
porque no nos damos cuenta de esto, porque no tenemos suficiente
discriminación entre el nivel ordinario y el nivel más fino, nos falta
el órgano para jerarquizar la vibración de nuestras energías. A veces
siento algo más fino y lo tomo con mi salsa, mi salsa emocional, mental,
instintiva,pero no conozco bien los grados en la discriminación. Eso
significa que todos estos hidrógenos finos muchas veces son usados por
la identificación en niveles más bajos, otra vez pago el precio, como mí
máquina o fábrica humana como dice Gurdjieff fabrica solamente una
cantidad limitada, muy limitada de energía fina, nunca o muy raras veces
puedo conectarme con una energía más fina, pero desde el punto de vista
de la ciencia objetiva, no existe todavía como Hombre sin comillas.
Solo este tiene otra posibilidad. Es posible llegar por fuerza y por
fanatismo a un nivel más alto, pero siempre robando y sin moverme del
nivel en el que estoy. Hay gente que llega a este nivel sin haber pasado
por el nivel del hombre número 4 que son seres tal vez como Shri Ramana
Maharshi y Krishnamurti que niegan todo método, toda escuela a pesar
que crean colegios krishnamurtianos, pero niega todo porque
evidentemente no ha pasado por una disciplina, porque la teosofía en la
cual él se desarrolló no tiene tal cosa. Si miramos otra vez en
forma retrospectiva, el hombre vive en el océano de la vida con
identificación y paga un precio muy alto: que no puede llegar a un
estado verdadero del Hombre, conciencia de sí, y libre de identificación
a nivel de a-shakta, si no hace esfuerzos adecuados, intencionales, por
mucho tiempo. Realmente haciendo esfuerzos y no cayendo en la trampa de
que solo la presencia en el grupo me va a transformar. Algunos se
acostumbran al grupo, a las escuelas y hasta a comunidades y piensan que
al ser arrastrados por la corriente general que pueden llegar a algo
superior pero eso es un engaño porque son arrastrados. Todos tienen que
sentir en realidad que es posible en su Conciencia Moral que la Guerra
Santa contra la identificación es tal vez lo más importante en el
Trabajo.
Hemos
dicho que la observación de sí conduce a la constatación de que el
hombre se olvida sin cesar. Su impotencia para recordarse a sí mismo es
uno de los rasgos más característicos de su ser y la verdadera causa de
todo su comportamiento.
Esta impotencia se manifiesta de mil maneras. No recuerda sus
decisiones, no recuerda la palabra que se ha dado a sí mismo, no
recuerda lo que ha dicho o sentido hace un mes, una semana, un día o tan
sólo una hora. Comienza un trabajo y muy pronto olvida por qué lo había
emprendido.
Es
en el «trabajo sobre sí» donde este fenómeno se produce con una
frecuencia muy especial...
Un hombre no puede recordar una promesa dada a otro, sino con la
ayuda de asociaciones artificiales, de asociaciones educadas en él, las
cuales a su vez se asocian a toda clase de concepciones, también ellas
formadas artificialmente, tales como el «honor», la «honradez», el
«deber» y así sucesivamente. En realidad se puede decir que
por cada cosa que recuerda un hombre, siempre hay otras diez, mucho más
importantes, que olvida.
Pero
el hombre nunca olvida nada más fácilmente que lo que se refiere a él
mismo, por ejemplo: «las fotografías mentales» que ha podido tomar.
De esta manera, sus opiniones y sus teorías se encuentran
desprovistas de toda estabilidad y de toda precisión. El hombre no
recuerda lo que ha pensado o lo que ha dicho; no recuerda cómo ha
pensado o cómo ha hablado. Esto, a su vez, está en relación
con una de las características fundamentales de la actitud del hombre
hacia sí mismo y hacia lo que lo rodea, a saber: su
constante «identificación» con todo lo que llama su «atención», sus
pensamientos o sus deseos y su imaginación.
La
«identificación» es un rasgo tan común, que en la tarea de la
observación de sí es difícil separarla del resto. El hombre está siempre
en estado de identificación; sólo cambia el objeto de su
identificación. El hombre se
identifica con un pequeño problema que encuentra en su camino y olvida
completamente las grandes metas que se propuso al principio de su
trabajo. Se identifica con un pensamiento y olvida todos los demás.
Se identifica con una emoción, con un estado de ánimo, y
olvida otros sentimientos más profundos.
Al
trabajar sobre sí mismas, las personas se identifican hasta tal punto
con metas aisladas que pierden de vista el conjunto. Para ellas los dos o
tres árboles más cercanos llegan a representar todo el bosque.
En nuestro propio trabajo interior la
identificación es nuestro más terrible enemigo porque penetra por todas
partes. En el mismo momento en que creemos luchar contra ella seguimos
siendo víctimas de su engaño. Y si nos es tan
difícil liberarnos de la identificación, es porque no identificamos más
fácilmente con las cosas que más nos interesan, a las que damos nuestro
tiempo, nuestro trabajo y nuestra atención.
Para
liberarse de la identificación el hombre debe entonces estar
constantemente en guardia y ser despiadado consigo mismo.
Es decir, que no debe tener miedo de desenmascarar
todas sus formas sutiles y escondidas.
Es
indispensable ver y estudiar la identificación a fin de descubrirla en
nosotros mismos hasta sus raíces más profundas. Pero la dificultad de la
lucha contra la identificación se acrecienta aún más por el hecho de
que cuando la gente la nota, la mira como una cualidad excelente y le
concede los nombres de «entusiasmo», «celo», «pasión», «espontaneidad»,
«inspiración», etc. Y es en este punto donde consideran
que realmente no pueden hacer un buen trabajo en cualquier terreno sino
en «estado de identificación». En realidad
esto es una ilusión. En tal estado el hombre no puede hacer nada
sensato. Y si la gente pudiera ver lo que significa el «estado de
identificación», cambiaría de opinión.
El
hombre identificado no es más que una cosa, un trozo de carne; pierde
hasta la poca semejanza que tenía con un ser humano. En el Oriente,
donde se fuma el hashish y otras drogas, a menudo sucede que un hombre
se identifica con su pipa hasta el punto de considerarse a sí mismo como
una pipa... Esto no es un chiste, sino un hecho.
Se toma efectivamente como una pipa. Esto es la identificación.
Pero
para llegar a esto no son necesarios en lo más mínimo el hashish o el
opio. Miren a la gente en las tiendas, los teatros o restaurantes. Vean
cómo se identifican con las palabras cuando discuten o tratan de probar
algo, sobre todo algo que no conocen. No son más que deseo, avidez, o
palabras; de ellos mismos no queda nada.
La
identificación es el principal obstáculo para el recuerdo de sí. Un
hombre que se identifica es incapaz de recordarse a sí mismo. Para poder
recordarse a sí mismo, primero es necesario no identificarse. Pero para
aprender a no identificarse, ante todo el hombre debe no identificarse
consigo mismo, no llamarse a sí mismo «Yo», siempre y en todas las
ocasiones. Debe recordar que hay dos en él, que hay él mismo, es decir
Yo en él, y el otro con el cual debe luchar y al que debe vencer si
quiere alcanzar cualquier cosa. Mientras un hombre se
identifique o sea susceptible de identificarse, es esclavo de todo lo
que puede sucederle.
La «libertad» significa ante
todo liberarse de la identificación.
Después
de haber estudiado la identificación en general, hay que prestar
atención a uno de sus aspectos particulares: la identificación con las
personas que toma la forma de la «consideración». Hay varias clases de
consideración, pero para su comprensión, podemos hablar de dos grandes
grupos según su manifestación en nosotros mismos: la innecesaria
“consideración interior” y la indispensable “consideración exterior”.
En
la mayoría de los casos un hombre se identifica con lo que piensan los
demás de él, con la forma en que lo tratan, con la actitud que tienen
hacia él. Un hombre piensa siempre que los demás no lo aprecian lo
suficiente, que no son suficientemente corteses o atentos. Todo esto lo
atormenta, lo preocupa, lo vuelve receloso y hace que desperdicie una
cantidad enorme de energía en conjeturas o en suposiciones; de esta
manera desarrolla en él una actitud desconfiada y hostil respecto a los
demás. Cómo lo han mirado, lo que se piensa de él, lo que se dice de él,
todo esto toma una importancia enorme a sus ojos.
Y no solo
«considera» a las personas sino también a la sociedad y a las
condiciones históricas. Todo lo que a tal hombre le desagrada le parece
injusto, ilegítimo, falso e ilógico. Siempre el punto de partida de su
juicio es que las cosas pueden y deben ser cambiadas.
La
«injusticia» es una de las palabras que sirven a menudo de máscara para
la «consideración». Cuando un hombre se convence de que lo que lo
subleva es una «injusticia», el dejar de considerar equivaldría para él a
«reconciliarse con la injusticia». Hay personas capaces no sólo de
«considerar» la injusticia, o el poco caso que se les hace, sino asi
también de «considerar» aun el estado del tiempo. Esto parece ridículo,
pero es un hecho: la gente es capaz de considerar el clima, el calor, el
frío, la nieve, la lluvia; pueden enojarse e indignarse contra el mal
tiempo.
El
hombre toma todo de una manera personal, como si todo en el mundo
hubiese sido dispuesto especialmente para complacerlo o por el contrario
para causarle desagrado y fastidio. Todo esto no es sino una forma de
«identificación» y se podrían citar muchas otras formas.Este
tipo de consideración se basa enteramente en las «exigencias». El
hombre en su fuero interno «exige» que todo el mundo lo tome por alguien
notable, a quien cada cual debería constantemente mostrar respeto,
estima y admiración por su inteligencia, su belleza, su habilidad, su
sentido del humor, su presencia de ánimo, su originalidad y todas sus
otras cualidades.
Estas
«exigencias» se basan a su vez en la noción completamente fantástica
que la gente tiene de sí misma, lo que sucede muy a menudo aun con
personas de apariencia muy modesta. En cuanto a los escritores, actores,
músicos, artistas y políticos, son casi sin excepción unos enfermos. ¿Y
de qué sufren? Ante todo de una extraordinaria opinión de sí mismos,
luego de exigencias y finalmente de «consideración», es decir de una
predisposición para ofenderse por la menor falta de comprensión o de
apreciación.
Y
hay todavía otra forma de «consideración» que puede quitarle al hombre
una gran parte de su energía. Tiene como punto de partida la actitud que
consiste en creer que no considera lo suficiente a otra persona y que
ésta se ofenda por esto. Comienza a decirse que quizá él no piensa lo
suficiente en esta otra persona, que no le presta suficiente atención y
que no le da un lugar suficientemente grande.
Todo
esto no es sino “debilidad”. Los hombres se tienen miedo unos a otros. Y
esto puede llegar muy lejos. He visto estos casos muy a menudo. Un
hombre puede llegar de esta manera a perder el equilibrio, si alguna vez
lo tuvo, y conducirse de manera completamente insensata. Se molesta
contra sí mismo, y siente cuan estúpido es, pero no se puede detener,
porque en este caso, de lo que se trata es precisamente de «no
considerar».
Otro
ejemplo, quizá peor aún, es el del hombre que considera que según él
«debería» hacer algo, mientras en realidad no tiene absolutamente nada
que hacer. «Deber» y «no deber» es un problema difícil: es difícil
comprender cuándo un hombre realmente «debe» y cuándo «no debe». Esta
cuestión no se puede abordar sino desde el punto de vista de la «meta».
Cuando un hombre tiene una meta, debe hacer exclusivamente lo que le
permita acercarse, y nada que pueda alejarlo de ella.
Las
personas se imaginan a menudo que si comienzan a combatir la
«consideración» en sí mismas, perderían su sinceridad y tienen miedo
porque piensan que en este caso perderán algo, una parte de sí mismas.
Aquí se produce el mismo fenómeno que en las tentativas de lucha contra
la expresión de las emociones desagradables. La única diferencia es que
en este último caso el hombre lucha contra la expresión «exterior» de
sus emociones y en el otro, contra la manifestación «interior» de
emociones que quizás sean las mismas. Por supuesto este miedo de perder
su sinceridad es un engaño, una de esas fórmulas engañosas en que
descansa la debilidad humana. El hombre no puede impedir el
identificarse ni el «considerar interiormente», no puede impedir el
expresar sus emociones desagradables, por la sola razón de que es débil.
La identificación, la consideración, la expresión de emociones
desagradables son manifestaciones de su debilidad, de su impotencia, de
su incapacidad de dominarse. Pero como no quiere confesarse esta
debilidad, la llama «sinceridad» u «honradez», y se dice a sí mismo que
no desea luchar contra su sinceridad, cuando de hecho es incapaz de
luchar contra sus debilidades.
La
sinceridad, la honradez, son en realidad algo totalmente diferente. Lo
que por lo general se llama «sinceridad» es simplemente un rehusar a
refrenarse. En lo más profundo de sí mismo todo hombre lo sabe bien. De
manera que cada vez que pretende no perder su sinceridad, se miente a sí
mismo.
Lo
contrario de la “consideración interior” —la “consideración exterior”—
constituye en parte un medio de lucha contra ella. La consideración
exterior se basa en una especie de relación con la gente que es
totalmente diferente de la consideración interior. Es una adaptación a
la gente, a su comprensión y a sus exigencias. Al considerar
exteriormente, un hombre realiza todo lo necesario para hacerse la vida
más fácil a sí mismo y a los demás.
La consideración exterior necesita un conocimiento de los
hombres, una comprensión de sus gustos, de sus hábitos y de sus
prejuicios. Al mismo tiempo, la consideración exterior requiere un gran
poder sobre sí mismo, un gran dominio de sí. Sucede muy a menudo que un
hombre desea sinceramente expresar o mostrar a alguien de una u otra
manera lo que realmente piensa de él o lo que siente respecto a él. Si
es débil, cede naturalmente a su deseo, tras lo cual se justifica
diciendo que no quería mentir, que no quería fingir, que quería… ser
sincero.
Luego, se
convence a sí mismo de que la culpa era del otro. Quería realmente
considerarlo y aún estaba dispuesto a ceder, no quería disputas, etc...
Pero el otro rehusó considerarlo, así que no había nada que hacer con
él. Sucede a menudo que un hombre comienza con una bendición y termina
con una injuria. Decide no considerar a los demás y después los censura
por no considerarlo a él. Este ejemplo muestra cómo la “consideración
exterior” degenera en consideración interior.
Pero si un hombre se recuerda realmente a sí mismo, comprende que el otro estan
máquina como él. Entonces se pondrá en el lugar del otro. Al hacerlo,
llegará a ser realmente capaz de comprender lo que el otro piensa y
siente. Si se puede comportar así, su trabajo se vuelve mucho más fácil
para él. Pero si se acerca a un hombre con sus propias exigencias, no
obtendrá sino una nueva consideración interior.
Es muy importante en el trabajo una justa consideración
exterior. A menudo sucede que hombres que comprenden muy bien la
necesidad de la consideración exterior en la vida, no comprenden esta
necesidad en el trabajo; deciden que justamente porque trabajan sobre sí
mismos, tienen el derecho de “no considerar” en este sentido. Mientras
que en realidad, en el trabajo, es decir para que éste sea eficaz, es
necesario diez veces más consideración exterior que en la vida
corriente, porque solamente la consideración exterior del alumno puede
mostrar su valoración y su comprensión del trabajo; en efecto, los
resultados del trabajo son siempre proporcionales a la valoración y a la
comprensión que se tiene de él.
Recuerden
que el trabajo no puede comenzar y proseguir en un nivel más bajo que
el del «hombre de la calle», es decir, en un nivel inferior al de la
vida ordinaria. Es un principio de los más importantes, que es olvidado
muy fácilmente.