EL "YO IMAGINARIO" Y LA "CONSIDERACIÓN INTERNA". EL CANTAR NUESTRAS "CANCIONES" (por J.H. Reyner).
Hacer el esfuerzo mediante la "observación de sí" para ver y comprender la relación que existe entre el "yo imaginario" con todas sus nefastas expectativas y exigencias, y la perniciosa enfermedad que existe en todo hombre y que en el Trabajo llamamos la "consideración interior".
Todo suceso en un hombre pone en juego un pequeño grupo de "asociaciones apropiadas" que determinan una respuesta, de modo que nuestro comportamiento es realmente controlado por una "sucesión de automatismos" En un sentido práctico se podría decir que este es un modo efectivo de enfrentarse a la vida. Permite a la mente tomar decisiones instantáneas y muy rápidamente, sin un cálculo laborioso, y sin tener que recurrir a nosotros. Sin embargo, nos damos tan poca cuenta de la situación en que nos encontramos que nos identificamos con estos "automatismos" y nos auto-definimos a nosotros mismos en estas respuestas, llamándole por turno a cada uno: "Yo", aunque a menudo no sean ni inteligentes ni consistentes.
Algunas de estas "asociaciones" que son adquiridas en nuestra educación y por la imitación, son absolutamente necesarias para la vida, y tienen que ver con la adquisición de ciertos conocimientos y de básicas habilidades que se requieren para un funcionamiento mediana y relativamente objetivo, y que se convierten en la base de lo que llamamos la "Personalidad". Sin embargo hay muchas más que son puramente subjetivas, y que tienen que ver tan sólo con un "ser enteramente imaginario", al que desde una tempranísima edad se le ha llegado a considerar como de importancia suprema, y con el cual todo hombre se identifica asignándole su propia individualidad. Éstas "asociaciones" no sólo son inútiles sino un gran obstáculo para un verdadero desarrollo del ser.
La ilusión de este "maravilloso ser imaginario", de este "yo imaginario", crea toda una hueste de asociaciones espúreas, a partir de las cuales se construye una "Falsa Personalidad", que es enteramente ficticia. Si pudiéramos ver lo que es este "yo imaginario" nos resultaría algo muy extraño e incluso divertido, pero esta situación está tan estrictamente controlada y mantenida que existen toda clase de mecanismos que impiden una visión directa y clara. Y esta situación nos mantiene permanente ciegos al objetivamente devastador y nocivo efecto en nuestro comportamiento. Nos obsesionamos con toda una hueste de exigencias innecesarias e inútiles. Nos preocupa lo que otra gente pueda pensar de nosotros. Nos abandonamos a todo sufrimiento innecesario e inútil y a preocupaciones pueriles y sin sentido.
Y en relación a esto último y hablando estrictamente, es solo este "yo imaginario" el preocupado, pero no somos lo bastante "inteligentes", en el sentido de "seres más conscientes", para verlo en dichos términos y aunque sería mucho mejor para nuestra vida que lo hiciéramos. Sin embargo continuamente me la paso preguntándome qué pensará la gente de mí, si me he comportado correctamente, si me he comportado honorablemente. O me pregunto y me afirmo a mi mismo: ¿Me aprecia realmente la gente?. ¿Me tratan con el respeto que se me debe?, porque después de todo tengo bastantes conocimientos y mucha experiencia, y espero ser tratado de acuerdo con ello. Así que me resiento si no recibo esta "consideración" de parte de ellos. Puedo no expresarlo exteriormente, pero aun me resentiré interiormente. Cuando alguien o algo no cumple mis expectativas o mis exigencias, me resiento. Esto es el "yo imaginario", esta es "la “Falsa Personalidad” en funcionamiento, y es lo que lo lleva a uno a juzgar constantemente a otra gente y a los sucesos, es decir lo lleva a uno a una permanente "esclavitud interior", y juzgamos enteramente en relación con si son lo que "yo quiero", pero que en este caso solo es este "yo imaginario". Colocamos todo sentimiento sobre nosotros en este "ser imaginario", y nos identificamos completamente con su comportamiento, y así empezamos a echar cuentas en contra de la gente. Si alguien no se comporta del modo que "yo quiero", lo tengo en cuenta contra él, y si continuamente deja de hacer lo que "yo quiero" la cuenta se hace muy grande, tanto que evitaré a esa persona en particular, por lo que me diré: No quiero verla más, ni quiero yo conocer a más gente como ella. Y no se me ocurre que quizá ellas me encuentren a mí igualmente objetable. Echamos cuentas en contra de situaciones, a veces desde mucho tiempo atrás, como por ejemplo la de haber sido castigados en nuestra juventud por algo que uno no hizo. Echamos cuentas contra el tiempo, por llover, cuando las plantas se hallan muy necesitadas de agua. Echamos cuentas contra el Destino (aunque no le demos las gracias cuando las cosas van bien).
Después de observar en usted mismo todo esto que he dicho, usted podrá entender que vivimos, de hecho, en un "estado constante de consideración interior". En rigor "considerar" significa sopesar o calibrar información; pero nuestras calibraciones son casi siempre en relación con las demandas de este "ser imaginario" -este ser tan importante que exige ser gratificado constantemente. "De esta manera nunca estamos en paz". Podemos quizá observar algunas de las demandas más obvias del "yo imaginario", pero casi siempre justificándolas. Después de todo, decimos, debemos cuidar de nosotros mismos. Incluso muchos de quienes están en el Trabajo se "auto-excusan" diciendo que es simplemente la máquina, como si esto los absolviera de las objetivas responsabilidades.
La "consideración interior" es una sutil enfermedad que constantemente esta chupando nuestra fuerza en modos insospechados, uno de los cuales es lo que el Dr. Nicoll llamaba el "cantar nuestras canciones". Hay un continuo trasfondo de demandas hechas por la "Falsa Personalidad" o "yo imaginario", que reunimos en pequeñas canciones y lamentos de desagrado que automáticamente son interpretadas en respuesta a las inesperadas circunstancias de la vida cotidiana, aquí tenemos unos ejemplos: "Si tan sólo hubiera tenido mejores oportunidades cuando era joven…" "Si tan solo hubiese podido ir a una Universidad…" "Si tan sólo mis padres me hubieran entendido mejor..." "Si tan solo, en cuanto a eso, otra gente me pudiera entender mejor, porque nadie realmente me entiende, no se dan cuenta de que soy una persona muy tímida y apocada pese a lo fiera que parezca mi fachada...", y así sucesivamente muchas más.
Estas son canciones habituales. Porque no notamos nuestro propio comportamiento y porque no comprendemos que la interpretación de estas canciones en particular depende de nuestra decisión interior. Y estamos tan acostumbrados al dominio permanente de este "yo imaginario" que ni siquiera notamos cuando las interpretamos. Cada uno de nosotros tiene sus propias "pequeñas canciones favoritas", y solemos cantarlas cuando las cosas de la vida empiezan a ir mal. Cuando tenemos que enfrentarnos a problemas de uno y otro tipo, surge una canción adecuada para que "rumiemos" nuestro desagrado.
Hay otras "canciones" que no son tan desesperadas, incluso al contrario. Por ejemplo canciones que dicen: "somos siempre dignos de confianza". "Si alguien me pide que haga algo, se puede confiar en mí para que lo haga." Hay muchas otras canciones también auto- referentes que dicen: "soy una persona honorable y que no acostumbra a decir mentiras..." Si todos hacemos el esfuerzo de la observación de sí correctamente hallaremos nuestros propios ejemplos de estas "canciones-alabanzas". Pero debemos empezar a ver gradualmente y en nosotros mismos que son totalmente falsas, y a menudo descaradamente mentirosas; de modo que tal vez lleguemos a cantarlas con menos vociferación y fuerza, incluso posiblemente sólo de modo ocasional.
Este "cantar las canciones" como lo llamaba el Dr. Nicoll, es el responsable de gran parte de nuestra relación con la otra gente, pues captamos amigos que responden a alguna de nuestra canción particular. De lo que no siempre nos damos cuenta es de que la otra persona comienza a cansarse un poco de esta canción, y que puede mandarnos "al diablo" y violentamente, y entonces por supuesto se empiezan a hacer nuevas cuentas, y buscamos alrededor nuestro a alguien más sobre quien interpretar nuestras canciones. Estas canciones, y la charla interna que las acompaña, tienen que ver principalmente con ciertos aspectos predominantes de lo que en el Trabajo llamamos la "Falsa Personalidad" que es la personificación de este "yo imaginario" del cual hemos hablado.
El señor Gurdjieff llamó a estos aspectos predominantes como los componentes del "Rasgo Principal". Esta es claramente una característica individual. Para algunos puede ser el engaño, para otros la ansiedad o el temor. Puede ser la codicia o la envidia, y muchas otras cosas que hemos de descubrir por nosotros mismos, aunque esto no sea fácil pues no somos honestos en nuestras observaciones, y echamos a un lado todo aquello cuyo aspecto nos desagrada. Otra gente puede verlo más fácilmente, ya veces podemos aprender de ella.
Hace muchos años escribí al Dr. Nicoll quejándome de un problema… Él me replico: "¿Por qué recibes todo con un lamento?... Yo me alegraría; me alegraría de saber que si aprendes a pagar, trabajando sobre el Rasgo Principal, se te darán cosas durante toda tu vida."