23 noviembre de 2019.
El juego de lo divino, es la fuente de la que fluye todo, y sostiene las imágenes en la conciencia en plena armonía.
Al estar en la realización, la certeza y la vivencia directa generan
una entera disposición del instrumento, del organismo cuerpo-mente,
Permitiendo la expresión del poder divino como luz o claridad, como
comprensión, amor y guía, y manifiesta un desenvolvimiento con total
plenitud, independencia, libertad, espontaneidad, y la mayor veracidad
posible.
Esto provoca que desarrolle un equilibrio manifestado
como el potencial de la vida, permite que el poder se muestre como
fluidez armónica y coherente entre el pensar, sentir y hacer.
En suma es eso lo que significa el poder de la realización y su maestría.
El presunto mago (siddha) desea exhibir los siddhis (poderes) para que
otros le aprecien. Busca reconocimiento, y si el aprecio no viene, no
será feliz.
Debe haber otros que le aprecien. Y hasta puede encontrar a otro que posea más poderes.
Resulta evidente que la experiencia de la no-dualidad no puede basarse
en presupuestos que aceptan la dualidad; “quiero poderes para ser
admirado”.
Pero ¿quién hay sino Brahma?, ¿quién quiere poderes sino el ego programa? ¿ante quién quiere exhibirse?
El sadhaka debe rechazar esos “espejismos mágicos”, sólo deseables por los ignorantes.
En todo caso, las técnicas, aunque solo provocan una inmersión temporal
de la mente, ayudan a experimentar el gozo de morar en el estado de
consciencia libre de pensamientos y, por tanto, ceban la mente para que
continúe con su práctica..
Una de las principales revelaciones
de la práctica meditativa es que cuando prestamos atención a los objetos
externos, tal atención adopta la forma de «pensamientos», pero cuando
prestamos atención a la “sensación de ser”, la atención permanece como
ser.
Ciertamente, este hecho no debe ser un «pensar» en
nosotros, sino un prestar atención a «yo soy» que provoca que la mente
se desenrrolle como un calcetín hasta que podamos observar el asombroso
hecho de que nuestro pensamiento cesa y permanece en el estado de solo
ser.
Mientras que en la meditación convencional se requiere de
un objeto sobre el cual meditar, en la meditación “yo soy” hay solo el
sujeto sin el objeto.
O, si se prefiere, el sujeto hace de sí
mismo su objeto de observación hasta que, paulatinamente, experimenta
que no hay sujeto ni objeto, sino solo observación impersonal.
El punto de partida es nuestra constatación de que somos y existimos o,
dicho en otros términos, nuestra sensación de presencia consciente.
La meditación es, nada más y nada menos, que prestar atención a esa
sensación de presencia que está obstruida por una cortina de
pensamientos.
La meditación es rechazar toda experiencia, y ser en el estado sin experiencia.
Es importante insistir en que la atención a esa sensación de sí mismo
ha de ser efectuada de forma paciente y sosegada eliminando cualquier
sobre esfuerzo o violencia.
Es atención sin tensión. Cualquier esfuerzo físico o intelectual en este sentido lo es siempre del cuerpo-mente y emoción.
R.Malak.