Acá va la historia de una mujer que dice que sí, que a ella le pasó ¿le creemos?.
El otro día conocí a una mujer que aseguró, y no estaba borracha, que una vez tuvo un orgasmo gracias a un masaje en los pies. A mí, que tiendo a desconfiar, la afirmación me resultó un poco mucho. Me acordé enseguida de aquella escena de Pulp Fiction en la que discuten si un masaje de pie constituye infidelidad o no... O sea, la cosa me parecía muy divertida pero puro verso, hasta que la señora se decidió a contar la historia con todos los detalles.
Dijo que había sido hacía mucho, en un viaje a Europa, cuando ella era bien pendeja. Dijo que allá conoció a un yugoslavo que había heredado de su abuela la habilidad de quitar con las manos los dolores del cuerpo. Era una especie de masajista milagroso. La cosa es que en algún momento este joven yugoslavo dijo en mal inglés que él era capaz de llevar a una mujer al orgasmo sin quitarle la ropa. La propuesta se convirtió en motivo de burla, después en apuesta y al rato esta mujer estaba sacándose un zapato y entregándole el pie a susodicho.
Al principio y por un rato, contó ella, fue un agradable masaje en el pie y nada más. Unos minutos después sintió como si el pie estuviera un poco dormido, desconectado de la pierna. Cada tanto, con la uña del pulgar el yugoslavo presionaba sobre el arco del pie. Y luego de que repitiera la operación de la uña varias veces, ella se dio cuenta de que cada vez que lo hacía su pierna se tensaba y la espalda se le arqueaba involuntariamente. Entonces empezó a sentir una especie de dolor en la cadera y pero luego esa sensación se volvió agradable. Y poco después muy agradable.
Cada vez que el yugoslavo presionaba con la uña, una especie de electricidad corría por su pierna hasta sus genitales. Ya le estaba entrando un poco de vergüenza a nuestra heroína. La presión en el arco se volvió rítmica y la temperatura le empezó a subir hasta que no pudo más que admitirse a sí misma que estaba, evidentemente, muy pero muy muy excitada. Entonces las presiones en el pie se hicieron un poco más violentas pero para ese entonces la doña ya había perdido la conciencia de lo que el yugoslavo le estaba haciendo en el pie.
Dos minutos después estaba completamente fuera de control, gimiendo y sacudiéndose en la silla donde estaba sentada. Pero el yugoslavo parecía manejarla a control remoto: la llevaba hasta el borde y frenaba. Eso sucedió un par de veces hasta que la gota derramó el vaso y esta mujer experimentó un orgasmo, según dijo, indescriptible.
Solamente le tocó el pie.
Eso ella lo jura.
Y así como lo contó, poniéndose colorada y todo, casi le creo, casi.