Un hombre casado fue al confesionario y le dijo al sacerdote: “Padre, hace algunos días casi tuve una aventura con otra mujer…”
El sacerdote contestó: “¿Qué quieres decir con casi?”
“Bueno, nos desnudamos, nos tocamos y frotamos nuestros cuerpos, pero luego nos detuvimos antes de que pasara a mayores”, contestó el hombre.
El sacerdote lo miró y le dijo: “Frotar sus cuerpos desnudos es lo mismo que meterla adentro. No debes volver a ver a esa mujer. Ahora, como penitencia, deberás rezar cinco ave marías y poner $50 en la caja de caridad.”
El hombre se retiró del confesionario, dijo sus oraciones y luego se dirigió hacia el lugar donde estaba la caja de caridad.
Allí, se detuvo por unos segundos y luego comenzó a dirigirse hacia la puerta principal para marcharse.
El sacerdote, que lo estaba observando minuciosamente, corrió hacia él diciendo: “¿A dónde crees que vas? ¡He visto que no pusiste el dinero en la caja de caridad!”
El hombre respondió: “Si, pero frote el billete en la caja y, de acuerdo con lo que dijo usted, es lo mismo que meterlo…”