Estrellas, simples astros que brillan en la oscuridad
del firmamento,
o poetas muertos que vigilan que la poesía nunca
muera.
Estrellas vigilantes del planeta entero,
estrellas amigas de lo etéreo.
Descansen poetas muertos,
porque la poesía no ha muerto,
como también no está perdida,
mucho menos en el olvido.
La poesía vive,
en cada corazón enamorado,
en cada día soleado,
como en cada día nublado.
Vive en el día,
como en la noche,
en lo etéreo,
como en lo palpable.
La poesía vive,
jamás desaparecerá de la faz de la tierra,
si hay ojos que reflejen amor y
corazones que se amen.
Vivirá la poesía,
mientras existan los días de reflexión.
Existirá poesía,
mientras se encuentre una razón de ser,
si existen mentes brillantes creando poesía,
personas que la luna sea su inspiradora,
que luchen sin tomar armas,
que describan el olor a flores y
el movimiento del viento,
mientras exista esto,
existirá poesía.
Poetas encubiertos en forma de astros
que brillan en el firmamento,
cuando un poeta escribe una inspiración
de amor, triste o simplemente a la luz de
la luna, los poetas resplandecen en el firmamento,
por mirar que la poesía no ha perecido,
que está viva y que no ha caído en manos del olvido.
Aunque los demás busquen explicaciones científicas,
los poetas conocen la realidad
y no se dejan engañar,
saben que la luna es de queso
y las estrellas poetas encubiertos.