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***LEYENDAS ***: LA CASA DEL TRUENO LEYENDA TOTONACÁ
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De: amorcito  (Mensaje original) Enviado: 07/12/2009 04:01

La Casa del Trueno

(Leyenda Totonaca)

historia que voy a contarles, ocurrió antes de la llegada de los conquistadores españoles al actual territorio de Veracruz, incluso, antes aún de que los Totonacas lo poblaran. Fue hace tanto... pero tanto tiempo... que ya ni siquiera los ancianos pueden recordarla.

Entre las ciudades de Totomoxtle y Coatzintlali, existe una caverna, a la que no se llega con facilidad y en la que  antiguos hechiceros levantaron un templo dedicado al Dios del Trueno.

 Cuando llegaba el tiempo de la siembra, siete augures caminaban por la noche a través de la selva. No importaba si el clima era benigno o no acompañaba, si estaban heridos o enfermos. Ellos, siete veces en la noche invocaban a los dioses, gritaban, entonaban cánticos a los cuatro vientos. Siete sacerdotes a los cuatro vientos era la clave, porque cuatro veces siete equivale a los veintiocho días que componen el ciclo lunar. Esos viejos sacerdotes, a veces maltrechos, hacían sonar el gran tambor del Trueno, lanzaban flechas encendidas al cielo y sacrificaban animales en la cueva para mantener despierto a su dios.

Esto no resulta extraño, ya que muchas culturas desarrollaban ritos similares, sin embargo, lo extraño, es lo que sucedía después...

Cuando los sacerdotes terminaban con los cánticos, del cielo descendía la luz cegadora de los relámpagos, una luz tan intensa que tanto los animales de la selva, como los peces del río, quedaban ciegos; luego, atronaban el espacio furiosos truenos que ensordecían a cuanto ser viviente se encontraba en la zona, a excepción de los sacerdotes; y comenzaba a llover, llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches y hasta los ríos desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas.

Cuanto mas invocaban los hechiceros, mayor era el ruido que producían las tormentas y cuanto más se golpeaban el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos, cuanta más flechas lanzaban al cielo, más intensos resultaban los relámpagos.

Y así sucedió por varios siglos...

Hasta que un día, llegaron unos hombres, que venían más allá del Gran Mar de las Turquesas. Esos hombres, que trajeron consigo otras costumbres, eran seres felices que habían vencido la adversidad del mar.

Los sacerdotes, de la Caverna del Trueno no estuvieron conformes con la llegada de estos extranjeros y se fueron a la cueva a producir truenos, relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de amedrentarlos.

Y aunque no existen registros de lo sucedido, se sabe que llovió sin parar, durante varios días y sus noches. Y los ríos desbordaron, y el limo lo cubría todo... pero hubo alguien que intentando guarecerse descubrió la caverna. Y encontró a los siete hechiceros... en plena invocación, clamando al malvado dios del Trueno.

Los extranjeros no eran amigos de la violencia, por eso, reunieron a los hombres sabios de su pueblo para decidir qué hacer. Se dieron cuenta de que nada podría hacerse contra esas fuerzas a las que llamaron sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y pleitesía, adorar a esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.

Acabaron con los siete hechiceros y en el mismo lugar en que se encontraba la Caverna del dios del Trueno, los totonacas u hombres sonrientes que cruzaron el mar de las Turquesas,  rindieron culto al dios del Trueno implorando trescientos sesenta y cinco días, tantos como escalones conducen al fondo de la caverna, ofrendando flores y frutas y encendiendo inciensos y sahumerios. Sus cantos eran alabanzas que hacían dormir a los niños y brillar los ojos de las mujeres enamoradas.

Y el dios del Trueno los escuchó y les pidió que destruyan la caverna y sobre ella construyan un templo elevado, hoy conocido como Pirámide de Tajín,  que en lengua Totonaca quiere decir lugar de las Tempestades.

 



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