PORQUE DIOS PUDO Y QUISO,
MARÍA FUE INMACULADA
En el s. XIII (época de la llamada Escolástica) había –entre otras– dos escuelas teológicas destacadas: la tomista y la franciscana.
Hubo entre ellas un debate prolongado sobre la concepción Inmaculada de María.
Todas tenían muy presente el texto de Pablo (Rom. 5,12): “Como por un hombre penetró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así la muerte se extendió a toda la humanidad, pues todos pecaron” .
Este era un evidente obstáculo para defender la concepción inmaculada de María.
Sin embargo la escuela franciscana –se distinguió en esto el franciscano escocés Duns Escoto– defiende que la Encarnación del Verbo es la obra suprema de la Santísima Trinidad, la coronación de toda la creación. De modo que, aunque el hombre no hubiera pecado, Cristo se hubiera encarnado, como remate glorioso de lo creado, y glorificador de Dios. (Preciosa teoría).
Y con el mismo decreto eterno con el que Dios quiso la Encarnación del Hijo, quiso también a la que debía ser la Madre del Verbo Encarnado.
Por eso (argumentaba Escoto) era muy conveniente que María, aunque descendiente de Adán y Eva pecadores, no fuera redimida como los demás hombres –después de contraer el pecado original--, sino que fuese preservada de dicho pecado, por voluntad divina, desde el primer instante de su existencia, y en previsión de los méritos redentores de su Hijo.
Cuatro palabras resumen la argumentación de Escoto:
Dios “Pudo” hacerlo, “Convino” que lo hiciera, “Luego (lo) hizo”.
España se distinguió siempre por defender la concepción Inmaculada de María. Y ha traducido la argumentación de Escoto de este modo, popular pero irrebatible:
Si quiso y no pudo, no es Dios;
si pudo y no quiso, no es Hijo;
digan, pues, que pudo y quiso.
La definición del dogma corrobora que Dios (Padre) PUDO preservar a María de toda mancha; que Dios (Hijo) lo QUISO. La conclusión del argumento la tenemos en la Definición Dogmática de Pío IX.