Esa persona con quien compartes tu vida, para bien o para mal, siempre tendrá algo que enseñarte. El modo en que lo hace, por el cariño o la violencia, depende mucho de ti, de cómo enfrentas la experiencia del amor. Así piensa el psicólogo argentino Horacio Valsecia, defensor de la tesis de que pueden existir uniones afectivas perfectas: «Una relación comienza mucho antes de encontrarte con esa persona, pues comienza contigo», asevera el experto. Para él la pareja ideal es alguien que trae lecciones a tu vida, pero de un modo que puedes asimilarlas fácilmente, sin traumas ni dolor, pues el amor es, a su juicio, vitamina F: pura felicidad. Es estar bien, ser entusiasta, progresar, ser creativo y vivir en paz.
Pero ¿cómo distinguir el amor verdadero de una intensa pasión momentánea? Incluso hay quienes llegan a dudar de la profundidad de sus sentimientos o los de su pareja si el vínculo es apacible, y se alejan en busca de emociones para luego sufrir cuando descubren su error demasiado tarde.
La psicóloga cubana Patricia Arés, experta en temas de familia, coincide con el especialista argentino en un punto esencial: Se sufre por carencias y heridas emocionales de la infancia, no por amor, pues tal nombre no puede dársele a una situación neurótica, frustrante y caprichosa.
Si alguien ve en su pareja al «elegido» porque decidió dejarlo todo por esa persona, tendría que cuestionarse primero qué concepto tiene de su propia vida y de lo que significa amarse a sí mismo y a otros. «Cuando sufres en la relación es porque algo no está funcionando bien dentro de ti», asevera Valsecia. «Tu pareja refleja un estado interno tuyo que no manejas a escala consciente. Consolarse pensando que la otra persona tiene muchos defectos puede ser síntoma de una baja autoestima, y si tu cuerpo emocional cree merecer maltrato, desprecio, infidelidad, es eso lo que recibirá del otro».
En esa actitud puede influir el modelo de pareja heredado de nuestros padres, pero también una elección precipitada e inmadura, error que no siempre se reconoce por razones «románticas», o por orgullo.
de la red