El primer indicio de que una pareja tiene posibilidades de echar raíces es la química: algo en el otro que les atrae de verdad, aunque no puedan explicarlo. El segundo punto es la compatibilidad de intereses en al menos un 60 por ciento de los elementos considerados esenciales para cada cual -dice Valsecia-, y el tercero es el compromiso mutuo, la decisión conciente de construir una vida común para estar mejor, pero sin la presión permanente de una de las partes para cambiar radicalmente a la otra.
Amor no es absorción del uno por el otro, ni es una salida para tener compañía con quien competir o descargar nuestra neurosis, dice el experto. Entonces, si debes imponer tus premisas permanentemente para que la relación ¿funcione?, tal vez seas tú quien no esté preparado para el compromiso, y la actitud del otro no es más que el reflejo de tu incapacidad en ese sentido.
Aunque el ego haga creer que aguantamos por amor, eso no es cierto: «Las parejas que nos maltratan y humillan nos hacen el favor de recordarnos que tenemos un montón de heridas internas. Busca cómo mejorar, agradéceles y déjalos partir», dice el experto. Tal recomendación es válida para quienes consideran que solo «le tocan» parejas difíciles, como algunos lectores que se acercaron a Sexo Sentido en los últimos meses.
Cuando esto ocurre es porque internamente existe una especie de programación que conduce a elegir -o más bien a dejarse escoger- por tales personas: como si en el fondo creyeras que no estás preparado para ser feliz.
En tales casos no hay peor consejero que la desesperanza, pues lleva a aceptar la peor opción creyéndola única. Es como un hambre emocional -describe el psicólogo- que lleva a una soledad en la que no se está bien ni con uno mismo. Valsecia aconseja a estas personas dejar de ver telenovelas (pésima fuente para programar el subconsciente afectivo), y concentrarse en revertir su programación negativa infantil sobre la vida de pareja a partir de modelos externos que fortalezcan la idea de felicidad, ejemplos positivos que te lleven a pensar: «Esto es lo que yo quiero para mí».
Tal ejercicio implica fijarse en las virtudes de la gente y no en sus defectos, por aquello de que pensar en negativo crea condiciones para que ocurra lo que tanto tememos, como esas personas celosas que terminan empujando a sus compañeros hacia una infidelidad real.
También recomienda hablar con parejas que sean felices para saber cómo lo lograron: «Ellas tienen una información que tú ignoras y necesitas conocer», dice desde su experiencia como terapeuta.
de la red