En 2002, Gro Harlem Brundtland, por entonces responsable de la OMS, le dijo a un periodista noruego que los teléfonos celulares fueron prohibidos en su oficina en Ginebra porque ella personalmente sufría malestar cada vez que un teléfono celular se acercaba a menos de cuatro metros de ella. Mrs. Brundtland es médico y fue Primer Ministro de Noruega. Esta sensacional noticia publicada el 9 de marzo, 2002 en Dagbladet, fue ignorada por todos los periódicos del mundo. A la semana siguiente Michael Repacholi, su subordinado a cargo del Proyecto Internacional CEM (campos electromagneticos), respondió con una declaración pública minimizando las preocupaciones de su superiora. Cinco meses después, por razones que pueden suponerse relacionadas con esas circunstancias, Mrs. Brundtland anunció que renunciaría a su puesto en la OMS después de un solo período. Nada puede ilustrar mejor nuestra esquizofrenia colectiva cuando se trata de pensar sobre radiaciones electromagnéticas. Respondemos a aquellos que están preocupados sobre los peligros -una vez más el Proyecto Internacional CEM- pero ignoramos y marginamos a aquellos que, como Mrs. Brundtland, ya han sucumbido a sus efectos. Como consultor de los efectos en la salud producidos por la tecnología inalámbrica, recibo consultas que pueden ser divididos en dos grandes grupos: las de personas que están simplemente preocupadas, a las cuales denomino A y aquellas que ya están enfermas, y que denomino B. Algunas veces desearía poder organizar una gran conferencia y hacer que los dos grupos hablen entre sí. Es necesario mas comunicación ya que todos estamos intentando resolver los mismos problemas. La persona A, preocupada, generalmente pregunta qué tipo de protección comprar para su teléfono celular o qué tipo de auricular utilizar. Algunas veces quiere saber cuál es la distancia segura de una antena para vivir . La persona B, enferma, quiere saber qué tipo de protección poner en su casa, qué tipo de tratamiento médico seguir, o, cada vez más frecuente, a qué parte del país debería mudarse para escapar de la radiación y salvar su vida. Lo que sigue está diseñado para ayudar en primer lugar a que todos más o menos tengan un mínimo de información y, segundo, para aclarar algunas dudas de modo que podamos tomar racionales para una vida más saludable.
1.- Principios básicos. Los hechos más básicos sobre teléfonos y antenas celulares es que emiten radiación de microondas; también lo hacen las antenasWi-Fi (Internet inalámbrico), ordenadores inalámbricas, teléfonos sin cable (portátiles) y sus bases, como así también todos los demáss dispositivos inalámbricos. Si es un aparato para comunicaciones y no está fijado a la pared por un cable, está emitiendo radiación. La mayoría de los sistemas Wi-Fi y algunos teléfonos sin cables radian exactamente a la misma frecuencia que un horno a microondas, mientras que otros dispositivos utilizan una frecuencia diferente. Wi-Fi está siempre encendido y siempre está irradiando. Las bases de la mayoría de los teléfonos sin cable siempre están irradiando, incluso cuando nadie está utilizando el teléfono. Un teléfono móvil que está encendido, aunque no esté en uso, también está irradiando. Y, no hace falta decirlo, las antenas de los inmuebles están siempre irradiando. ¿Porqué esto es un problema? Los científicos generalmente dividen el espectro electromagnético en “ionizante” y “no-ionizante”. La radiación ionizante, la cual incluye rayos x y radiación atómica, causa cancer. La radiación no-ionizante, que incluye radiación de microondas, se supone que es segura. Esta distinción siempre me recuerda la propaganda en "Animales en la Granja” de George Orwell: “Cuatro patas bueno, dos patas malo”. “No-ionizante bueno, ionizante malo” es muy poco creible. Un astrónomo una vez bromeó que si Neil Armstrong hubiera llevado un teléfono celular a la Luna en 1969, hubiera aparecido como la tercera fuente de radiación de microondas más poderosa del universo, al lado del Sol y La Vía Láctea. Él tenía razón. La vida evolucionó con niveles insignificantes de radiación de microondas. Un número cada vez mayor de científicos especulan que nuestras propias celulas, de hecho, usan las microondas para comunicarse entre sí, igual que niños susurrando en la oscuridad y que los teléfonos celulares, igual que martillos neumáticos, interfieren con sus señales. En cualquier caso, es un hecho que estamos siendo bombardeados, día y noche, ya sea que utilicemos un teléfono celular o no, por una cantidad de radiación de microondas que es diez millones de veces más fuerte que el entorno promedio natural. Es un hecho que mucha de la radiación es debida a tecnología que se ha estado desarrollando desde la década del 70. Mientras que los mismos teléfonos celulares producen preocupación; si se coloca uno en la orejas está dañando su cerebro de diferentes maneras:
El calentamiento Primero, piense en un horno-microondas. Un teléfono celular, igual que un horno microondas y a diferencia de una ducha caliente, le calienta a usted el cerebro de adentro hacia fuera y no de afuera hacia dentro. Y no hay terminaciones nerviosas en el cerebro para advertirle que se está calentando porque no hemos evolucionado con radiaciones de microondas y la naturaleza no ha creado en el cerebro terminaciones nerviosas que detecten el calor. Peor aún, la estructura de la cabeza y el cerebro es tan compleja y no uniforme que se generan "puntos calientes", donde uno de ellos pueden estar decenas o centenares de veces mas caliente que en otro punto adyacente. Los puntos calientes pueden estar cerca de la superficie del cráneo o muy dentro del cerebro, como también a nivel molecular. Los teléfonos celulares son regulados por la Federal Communications Comisión (FCC) y usted puede encontrar en el embalaje de muchos teléfonos nuevos, un número llamado el Specific Absorption Rate, o SAR, el cual sirve indicar la tasa de energía que es absorbida por el cerebro con el uso del móvil. Un problema, sin embargo, es la suposición arbitraria sobre la cual se basan las regulaciones de la FCC, en que el cerebro puede disipar de manera segura el aumento del calor a una tasa de hasta 1 grado por hora. Éste es el escandaloso procedimiento utilizado para demostrar que se está dentro de esos límites y darle a cada teléfono celular su calificación SAR. La manera estándar para medir el SAR (tasa de energía aborbida) es un "método-fantasma" que consiste, increíblemente, en un líquido homogéneo metido en una bolsa de Plexiglas (un plástico) con la forma de cabeza. Pero en esa bolsa, como en la cabeza, ¡no hay puntos calientes! Se calienta todo por igual. Las personas que utilizan teléfonos móviles durante horas diariamente están calentando crónicamente ciertos lugares o puntos de sus cerebros. El estándar de seguridad creado por la FCC, dicho sea de paso, fue desarrollado por ingenieros eléctricos, no por médicos
La Barrera hematoencefálica El segundo efecto en el cual quiero concentrarme, ha sido demostrado en el laboratorio, debería ser por sí mismo suficiente para cerrar ésta industria y para desaconsejar a cualquiera usar un teléfono móvil. Yo le llamo el "revólver humeante" de los experimentos de teléfonos móviles. Como muchos efectos biológicos de radiaciones de microondas, este no tiene nada que ver con el calor. El cerebro está protegido por apretadas uniones entre células adyacentes con paredes capilares, la llamada Barrera hematoencefálica, la cual, igual que una patrulla fronteriza, permite que pasen solo los nutrientes de la sangre al cerebro, pero mantiene alejadas las sustancias tóxicas. Desde 1988, las investigaciones en el laboratorio de un neurocirujano sueco, Leif Salford, han consistido en exponer a jóvenes ratas de laboratorio ante un teléfono móvil o a otra fuente de radiación de microondas; luego sacrifica a los animales y buscan la albúmina en su cerebro. La albúmina es una proteína que es un componente normal de la sangre pero que normalmente no cruza la barrera hematoencefálica que protege el cerebro. La presencia de albúmina en el tejido cerebral siempre es señal de que las venas han sido dañadas y de que el cerebro ha perdido parte de su protección. Esto es lo que los investigadores han encontrado, consistentemente durante 18 años. Las radiaciones de microondas, en dosis iguales a las emisiones de los teléfonos celulares, provocan que se encuentre albúmina en el tejido cerebral. Una simple exposición a un teléfono celular común durante dos minutos hace que la albúmina pase al cerebro. En un conjunto de experimentos, redujeron el nivel exposición en un factor de 1,000 el aumento del daño de la barrera sanguínea cerebral, mostrando que no es el efecto de respuesta a una dosis y que reducir la potencia no hará que la tecnología inalámbrica sea más segura. Y finalmente, en una investigación publicada en junio 2003, una simple exposición de dos horas a un teléfono móvil permanentemente dañó la barrera sanguínea cerebral y, en un autopsia 50 días más tarde, se encontró que había dañado o destruido hasta el 2 por ciento de las células del cerebro de un animal, incluyendo células en un área del cerebro relacionada con el aprendizaje, memoria y movimiento. Reducir el nivel de exposición por un factor de 10 o 100, de este modo, duplicando el efecto de utilizar un “manoslibres”, mover un teléfono celular más lejos de su cuerpo, o estando cerca del teléfono de otra persona, ¡no cambió apreciablemente los resultados! Incluso en la exposición más baja, la mitad de los animales tenían un número de moderado a alto de neuronas dañadas. ¿Qué supone esto para nosotros? Dos minutos de un teléfono celular trastornan la Barrera hematoencefálica cerebral, dos horas en un teléfono celular causar un daño cerebral permanente y las radiaciones de del vecino que habla por teléfono pueden ser igual de perjudiciales. La Barrera hematoencefálica es la misma en una rata que en un ser humano. Esos resultados causaron tanta conmoción en Europa que en noviembre de 2003 en se celebró una conferencia, auspiciada por la Unión Europea, titulada “The Blood-Brain Barrier - Can It Be Influenced by RF [radio frequency]-Field Interactions?”(¿Pueden afectar las microondas a la barrera sanguínea del cerebro?) para demostrar al público que se está haciendo algo. Pero, previsiblemente, nada se hizo, como nada se ha estado haciendo durante 30 años. Allan Frey de Estados Unidos, durante años 70, fue el primero en demostrar que la radiación de microondas de bajo nivel daña la Barrera hematoencefálica. Mecanismos similares protegen el ojo (la barrera sanguínea vitrosa) y el feto (la barrera de la placenta). Los trabajos de Frey y otros indican que las radiaciones de microondas dañan también esas barreras. Consecuencias: ninguna mujer embarazada debería utilizar un teléfono móvil. El Dr. Salford es bastante claro en su trabajo. Él ha denominado al uso de teléfonos celulares “el xperimento biológico más grande jamás realizado.” Y ha advertido públicamente que toda una generación de adolescentes usuarios de teléfonos celulares puede sufrir déficit mentales o enfermedad de Alzheimer a una edad temprana
IKHANNA